LA CORUÑA, España – La próxima Cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) tendrá lugar en Bruselas los días 17 y 18 bajo la presidencia española del Consejo de la UE, con una singular importancia para ambas regiones pero, sobre todo, para una Europa vulnerable.
Vivimos en un mundo en transición hacia un nuevo modelo todavía incierto tras la agresión rusa a Ucrania, con el replanteamiento de alianzas y el rediseño de la globalización.
Europa está debilitada en varios frentes políticos, económicos y demográficos, tras el Brexit y el caso de Hungría –primera vez en la historia que la UE tiene un miembro que no es una democracia–, por la presencia abrumadora de capital extranjero en las principales empresas europeas o el preocupante declive demográfico.
Será la novena cumbre de los presidentes de los 33 países de América Latina y el Caribe (ALC) y de los 27 Estados miembros de la Unión Europea, desde la primera celebrada en Río de Janeiro en 1999.
Hasta 2015, las cumbres se celebraron de forma periódica cada dos o tres años. Esta cumbre tendría que haberse celebrado en octubre de 2017 en El Salvador, pero nunca tuvo lugar.
La razón principal fue la gravísima situación política y social de Venezuela, que llevó a varios países latinoamericanos a solicitar la suspensión de la cumbre y también a formular diversas notas verbales contrarias al régimen de Nicolás Maduro en el marco de la Celac, que también sufrió cuatro años de parálisis agravada por la retirada de Brasil, recientemente reincorporado.
Las consecuencias sísmicas del Brexit, la pandemia y las dinámicas endémicas de desintegración latinoamericana contribuyeron a un largo periodo sin cumbres, síntoma del carácter frágil y artificial de la Asociación Estratégica Birregional que nunca fue realmente estratégica.
Los motivos que enfriaron las relaciones
La pandemia, la guerra de Ucrania y la presidencia española son los principales factores de reactivación de la relación UE-Celac al más alto nivel.
Las dos primeras pusieron en evidencia algunas de las grandes amenazas y debilidades estructurales de la UE en términos de dependencia militar de la OTAN, base esencial de la defensa de Europa, de dependencia estratégica industrial y de dependencia energética, singularmente de Rusia.
El atractivo de ALC para la UE, destacando en ámbitos clave como litio, tierras raras y otros minerales estratégicos, energía o cadenas de valor, es esencial para una Europa en proceso revertir las dependencias que la pusieron a los pies de China, de Rusia y de EE. UU. El potencial de inserción internacional de ALC es directamente proporcional a la necesidad que tiene la UE de reducir sus debilidades estructurales.
España toma la iniciativa
En este contexto de vulnerabilidad europea, el Consejo de Asuntos Exteriores de 18 de julio de 2022 acordó “impulsar un salto cualitativo de las relaciones entre la UE y los países de ALC”, tomando España la iniciativa de celebración de la cumbre bajo su presidencia del Consejo de la UE.
Desde la cumbre que tendría que haberse realizado en octubre de 2017, doce países han ocupado la presidencia y ninguno la organizó. ALC no fue prioridad ni para los grandes, como Alemania o Francia, ni siquiera para Portugal, que priorizó la sexta cumbre con UE-Unión Africana. Lo que no es prioritario no es estratégico.
Sin embargo, la presidencia española semestral, que comenzó el 1 de julio, prioriza el relanzamiento de las relaciones con ALC, demostrando que España sigue siendo el único país europeo con una visión estratégica sobre ALC, a pesar de años de abandono que obligan a reconsiderar el modelo de relación.
Los ambiciosos objetivos de la presidencia española van desde garantizar la sostenibilidad y la periodicidad de las cumbres hasta la modernización de los acuerdos de México y Chile o el desbloqueo del acuerdo con Mercosur, pasando por una alianza verde y una alianza digital en el marco de la estrategia de inversión Global Gateway.
El adelanto de las elecciones generales en España para el 23 de julio no debería alterar la agenda prevista, pero quizá sí las prioridades con América Latina y el Caribe del nuevo gobierno, eventualmente de signo diferente. El objetivo debe ser devolver a América Latina y el Caribe al lugar prioritario de la política exterior española que nunca debió abandonar.
La UE necesita una relación estratégica con ALC real, por compleja y heterogénea que sea la región, lo que exige repensar el modelo, quizá abandonando el formato artificial UE-Celac, abriendo paso a una relación más pragmática y equilibrada que abandone la retórica y el verbalismo, que normalice las asimetrías y las divergencias, incluso en valores esenciales como la democracia y los derechos humanos, y que se base en proyectos concretos y áreas estratégicas que permitan articular alianzas de mayor alcance, incluso en foros multilaterales en los que ALC podría ir alejándose más de la UE.
En este sentido, la reciente Comunicación de la Comisión Europea “Una nueva agenda para las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe”, de 7 de junio, supone una nueva e incierta esperanza.
La presidencia española del Consejo la UE da sus frutos
La presidencia española ha realizado una apuesta estratégica por ALC que sin duda dará resultados, pero que no hará milagros. El principal factor de éxito de la cumbre será el abandono del eurocentrismo que permita a la UE ver a ALC, superando la primitiva visión manufacturera y de materias primas, como un socio necesario para reducir sus dependencias estructurales, pero en el marco de una relación equilibrada.
También ayudaría el establecimiento de un marco institucional que puediese dar sostenibilidad y estabilidad a la relación, por ejemplo, con el potencial de la Fundación EU-LAC como organización internacional.
Si ello no sucede, y quizá no suceda, España debe aprovechar al menos el esfuerzo, el sólido vínculo iberoamericano –se han celebrado veintiocho cumbres iberoamericanas de forma ininterrumpida– y la coyuntura que le favorece para relanzar su propia relación estratégica con ALC.
Su valor es incalculable en la definición de un nuevo escenario internacional, eventualmente multipolar, con un peso creciente del sur global y de los BRICS, incrementando su potencial como líder en innovación y transición energética.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.
RV: EG