LIMA – Ninguna mujer de Perú tendría que morir, afectar su salud física y mental, ser criminalizada o asumir un embarazo que no desea por no poder acceder al aborto, afirmó Rocío Gutiérrez, obstetra y subdirectora del no gubernamental Movimiento Manuela Ramos, un centro feminista que promueve los derechos de género en el país.
En este país andino con 33 millones de habitantes, el aborto está penalizado, inclusive en casos de violación sexual o de malformación del feto. Solo es legal por dos causas terapéuticas: para salvar la vida de la gestante o evitar en su salud un mal grave y permanente.
Se coloca de esa forma a contracorriente de los avances logrados por la marea verde, color que simboliza los cambios que el movimiento feminista ha impulsado en las legislaciones de países vecinos como como Uruguay, Colombia, Argentina y algunos estados de México, donde se ha conseguido despenalizar el aborto en las primeras semanas de gestación, sumándose a Cuba donde es legal hace décadas.
Pero América Latina sigue siendo una de las regiones más punitivas frente al aborto, con Estados que no reconocen el derecho de las mujeres a decidir con autonomía sobre su reproducción en ninguna circustancia. El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominica y Haití lo penalizan totalmente, en algunos casos con penas draconianas.
Costa Rica, Guatemala, Perú y Venezuela son muy restrictivos en las causas de despenalización, mientras Brasil y Chile tienen mayores supuestos para que la práctica sea legal, al igual que Bolivia y Ecuador.
“Se estima que en el Perú ocurren alrededor de 50 000 atenciones de aborto por año en los establecimientos públicos de salud. Ojo que no es el número de abortos en el país, sino de los que llegan a los servicios debido a emergencias o complicaciones”, dijo Gutiérrez a IPS.
La obstetra habló con IPS desde Buenos Aires, donde participó en la XV Conferencia Regional sobre la Mujer que se realizó entre el 7 y 11 de noviembre del 2022 en la capital argentina.
Gutiérrez explicó que los casos atendidos son apenas la punta de un iceberg, pues por cada aborto complicado por hemorragias o infecciones que llega a un centro de salud, se han practicado por lo menos siete que no presentaron dificultades.
Al multiplicar por siete los 50 000 casos atendidos debido a complicaciones, se obtiene la estremecedora cifra de 350 000 abortos inseguros, los que se estarían practicando de manera clandestina en el país.
“Pasé de ser una adolescente a una adulta con responsabilidades que no me imaginaba, ha sido como un luto que no he llevado por seguir asumiendo todo esto, y sé que me seguirá afectando porque nunca voy a dejar de ser madre”: Yomira Cuadros.
Lamentó la ausencia de estadística oficial sobre esta realidad que afecta la vida y los derechos de las mujeres “y de manera irreversible con daños a la salud y la muerte”.
Gutiérrez indicó que otro de los mayores impactos es la criminalización que sufren a causa de los malos tratos del personal de salud que no solo las juzga y culpabiliza, sino denuncia policialmente.
En Perú el artículo 30 de la Ley General de Salud, la N° 26842, establece que el médico que atiende un caso de presunto aborto ilegal está obligado a presentar la denuncia correspondiente.
La especialista se refirió también al hecho de que asumir embarazos no deseados tiene múltiples consecuencias en la vida de las mujeres, especialmente niñas y adolescentes, en una realidad machista como la peruana, donde decidir sobre su sexualidad y reproducción es un derecho que suele ser avasallado.
Sanar heridas de una maternidad indeseada
A los 19 años, Yomira Cuadros ya era madre de dos niños. Ella no planificó ninguno de los embarazos y los asumió por presión de su pareja.
En 2020, según datos oficiales, 8,3 % de las adolescentes entre 15 y 19 años era ya madre o estaba embarazada en Perú.
Hija de padres médicos, con una posición económica media, no imaginó que lo proyectado para su vida sería distinto de la realidad.
“La primera vez fue porque no sabía de anticonceptivos, yo tenía 17 años. La segunda vez me falló la protección y pensé en una interrupción, pero no pude hacerlo”, recuerda Cuadros en un diálogo con IPS sobre su historia.
Por entonces mantenía relación con una pareja mayor de la que se sentía muy dependiente emocionalmente. “Yo había tomado una decisión (de interrumpir el embarazo), pero él no quería, me dijo que no, hubo un chantaje muy fuerte y por miedo mantuve el embarazo”, reveló.
Decidir bajo esa coacción melló su salud mental. Hoy con 26 años reflexiona acerca de la importancia de que las mujeres tengan garantizadas las condiciones para decidir en forma libre sobre si desean ser madres o no.
En su caso, si bien contaba con el apoyo de su madre para acceder a un aborto seguro, el poder sobre ella de quien entonces era su pareja fue más fuerte.
“Ser madre cuando no lo has previsto te choca, te sientes muy sola, es muy difícil. Yo no sentía la maternidad como algo lindo y no quería vivir lo mismo con el segundo embarazo, por eso consideré interrumpirlo”, rememora.
Hallarse en una situación no deseada originó una fuerte depresión, estuvo con medicación y hoy se mantiene en terapia.
“Pasé de ser una adolescente a una adulta con responsabilidades que no me imaginaba, ha sido como un luto que no he llevado por seguir asumiendo todo esto, y sé que me seguirá afectando porque nunca voy a dejar de ser madre”, dice.
Aclara que «no es que no quiera ser mamá o que odie a mis hijos», y añade que «conforme siga aprendiendo a sobre llevar irá mejorando, es que no era el momento».
Ella vive con sus dos hijos de nueve y siete años, con sus padres y su hermano en un departamento en el municipio de Pueblo Libre, en la capital peruana. Ha ingresado a la universidad para estudiar sicología y acepta el hecho de que irá cumpliendo sus sueños poco a poco.
“No es como lo pensé, pero está bien”, remarca con una seguridad conquistada de la que siente orgullosa.
“Yo no les conté a mis padres porque son muy católicos y me obligarían a seguir con el embarazo, siempre me inculcaron que el aborto era algo malo, pero me puse a pensar cómo cambiaría mi vida y no me sentí en capacidad de asumir un hijo en ese momento”: Fátima Guevara.
Gutiérrez, del Movimiento Manuela Ramos, indicó que en el país más de 60 % de las mujeres tiene un embarazo en un momento no deseado y que la respuesta del Estado es insuficiente con sus políticas de planificación familiar.
El gubernamental Instituto Nacional de Estadística e Informática señaló que la tasa global de fecundidad en el 2021 sería en Perú de 1,3 hijos en promedio si todos los nacimientos no deseados fuesen prevenidos. La registrada, sin embargo, es de 2,0 hijos, casi 54 % más alta que la tasa global de fecundidad deseada.
“Hay una serie de hechos que condicionan los embarazos no deseados como la falta de educación sexual integral en los colegios, la provisión de métodos anticonceptivos y planificación familiar oportuna a las mujeres en toda su diversidad, que se agravó durante la pandemia. Y por supuesto el correlato es acceder a un aborto legal y seguro”, manifestó Gutiérrez.
Lamentó que en Perú se haya avanzado poco o nada en relación al ejercicio de los derechos sexuales y derechos reproductivos, y en ello el acceso al aborto legal seguro y gratuito, pese a la lucha de las organizaciones y movimientos feministas en el país que han venido demandando la despenalización en casos de violación sexual, inseminación artificial o transferencia de óvulos no consentidas y malformaciones incompatibles con la vida.
La oscuridad de la interrupción ilegal
La oscuridad que rodea al aborto llevó a Fátima Guevara, cuando tenía 19 años y enfrentaba un embarazo no deseado, a optar por el uso del Misopostrol, un medicamento seguro, entre los métodos indicados por la Organización Mundial de la Salud para la interrupción de los embarazos.
“Yo no les conté a mis padres porque son muy católicos y me obligarían a seguir con el embarazo, siempre me inculcaron que el aborto era algo malo, pero me puse a pensar cómo cambiaría mi vida y no me sentí en capacidad de asumir un hijo en ese momento”, declaró a IPS en un encuentro en la vivienda de un amigo en Lima.
Recordó que con su pareja carecían de información adecuada y consiguieron a través de terceros la medicación, pero la aplicó de manera errónea. Recurrió a su hermano quien la llevó a realizarse una ecografía primero para evaluar su estado. “Sentir los latidos del feto fue algo muy chocante, me hizo sentir culpable, pero seguí con mi decisión”, agrega.
Con las indicaciones necesarias pudo concretar el aborto y hoy, con 23 años, a punto de terminar la carrera de psicología, no duda de que fue lo correcto para su vida.
ED: EG