SÍDNEY / KUALA LUMPUR – El temor a la inflación se ha reavivado. El dudoso progreso económico anterior a la pandemia, las restricciones fiscales y el apartheid de las vacunas ya eran bastante malos. Ahora, las medidas ostensiblemente antiinflacionarias también amenazan la recuperación y el desarrollo sostenible.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado a la baja su última previsión de crecimiento mundial. Su último informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, en inglés) advierte de una peligrosa divergencia entre los países más ricos y los más pobres. Esto se ha visto exacerbado, pero también ha empeorado las disparidades fiscales nacionales y la gran brecha de las vacunas.
Se reaviva el fantasma de la inflación
Mientras tanto, se habla cada vez más de «estanflación», es decir, de una inflación creciente con un crecimiento lento y un alto nivel de desempleo, como en la década de los 70. Por su parte, la conservadora publicación británica The Economist advierte de las dañinas «espirales de precios salariales» que agravan los círculos viciosos del aumento de la inflación y las demandas salariales.
Pero más de 70 %, es decir, 152 de los 209 economistas encuestados, creen que el aumento de la inflación en todo el mundo se debe a interrupciones temporales de la cadena de suministro. Los directores de los principales bancos centrales, como la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo, están de acuerdo.
Aunque el FMI está de acuerdo, en sus Perspectivas de la Economía Mundial de este mes de octubre también insta a los responsables políticos a estar atentos y preparados para actuar, especialmente si se materializan las interrupciones prolongadas de la oferta, el aumento de los precios de las materias primas y de la vivienda, los compromisos fiscales permanentes y no financiados, un “desanclaje de las expectativas”, junto con una medición errónea de las brechas de producción.
El Monitor Fiscal del FMI de este mismo mes de octubre insta a los gobiernos a tomar todas las medidas necesarias para recuperar la confianza de los mercados de capitales y de los prestamistas, incluso reduciendo los déficits presupuestarios. Pero también advierte del peligro de que las medidas de recuperación necesarias se eliminen prematuramente y sean contraproducentes.
Así pues, los economistas del FMI, con sus dos manos, ofrecen orientaciones políticas contradictorias.
Diagnóstico erróneo
Pero es poco probable que la inflación persista. En primer lugar, la desregulación del mercado laboral desde la década de los 80 ha erosionado durante mucho tiempo el poder de negociación de los trabajadores. De ahí que los trabajadores estén ahora más preocupados por la seguridad laboral, muy erosionada en las últimas décadas.
En segundo lugar, la creación de puestos de trabajo «decentes» sigue siendo escasa en la mayoría de los países ricos, tras décadas de «deslocalización» y de innovación para ahorrar mano de obra. No es de extrañar, pues, que la participación del trabajo en la renta nacional haya disminuido desde mediados de los años 70.
Aunque el empleo suele ir por detrás de la recuperación, el retraso actual es «más grave» que antes, señala el FMI. En todo el mundo, la participación de la población activa y el empleo siguen estando muy por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, especialmente entre los jóvenes.
El WEO señala que la inversión privada cayó en el segundo trimestre de 2021, siendo responsable de varias incertidumbres nuevas. La ralentización de la inversión y el crecimiento se traduce también en menos ingresos fiscales y en un aumento de la relación deuda-PIB.
Recortar el gasto solo empeorará las cosas, aduce.
El diagnóstico correcto debería ser la base para la elección de la medicación. En contra de la fe monetarista, la inflación no se debe únicamente al exceso de oferta monetaria.
Pero si el suministro está bloqueado – por ejemplo, debido a catástrofes, conflictos, toques de queda o restricciones de transporte – la demanda se convierte fácilmente en «excesiva».
La inflación también se debe a menudo a que los grandes proveedores abusan de su poder en el mercado, con empresas poderosas que suben los precios con mayores «márgenes». La privatización y la desregulación de las últimas cuatro décadas han reforzado estos monopolios u oligopolios.
Instrumento contundente
Las WEO del FMI de octubre parece más preocupado por la inflación que por el empleo, ya que los mercados financieros exigen un endurecimiento monetario, subidas de los tipos de interés y austeridad fiscal.
La agencia financiera Bloomberg ha instado a las economías emergentes a «prepararse para las subidas de tipos», y México, Brasil, Perú y Rusia, entre otros, se han prestado a ello, como anticipó The Economist.
La tasa de interés es una herramienta contundente. La inflación se reduce subiendo los tipos de interés, recortando el crecimiento y aumentando el desempleo: una «medicina dura», sin duda. Los halcones hacen hincapié en cómo la inflación erosiona el poder adquisitivo de los pobres, pero niegan que sus recetas sean peores.
También hay que preguntarse cómo se supone que las subidas de los tipos de interés van a resolver los problemas reales.
Por ejemplo, en septiembre de 2021, los precios mundiales de los alimentos se dispararon casi 33 % interanual, debido a las restricciones por clima extremo y pandemia. Los tipos más altos tampoco pudieron ayudar cuando una grave sequía afectó a la generación de energía hidroeléctrica en Brasil.
Los tipos de interés más elevados reducen el gasto privado y público. Por lo tanto, las subidas de tipos probablemente desencadenarán un círculo vicioso de nuevas subidas de tipos y austeridad general, lo que ralentizará la recuperación y aumentará los ratios de deuda-PIB.
El aumento de los tipos de interés en los países ricos también provocará una mayor fuga de capitales de los países en desarrollo y depreciaciones de los tipos de cambio.
Ya perjudicados por la inequidad de las vacunas y la limitación del espacio fiscal, agravada por el modesto alivio de la deuda y el apoyo pandémico de los países ricos, el incremento de las tasas de interés los hará retroceder aún más.
La deuda malinterpretada
El aumento de los niveles de deuda ha sido, comprensiblemente, una preocupación constante. En 2019, el Banco Mundial advirtió que el endeudamiento posterior a la crisis financiera mundial estallada en 2008 era peligroso, señalando que todas las oleadas de deuda anteriores habían terminado en crisis.
Con la pandemia, se ha vuelto a «asomar» el temor a crisis de deuda «catastróficas» en los países en desarrollo. Como si los gobiernos tuvieran muchas opciones, el diario financiero conservador Wall Street Journal advirtió: «Los gobiernos de todo el mundo se atiborran de deuda récord, poniendo a prueba nuevos límites».
El Monitor Fiscal de octubre del FMI reconoce que «no hay un número mágico para el objetivo de deuda. La teoría macroeconómica no prescribe un objetivo específico de deuda; tampoco existe un umbral claro por encima del cual la deuda pueda resultar especialmente perjudicial para el crecimiento económico».
Esto confirma las conclusiones anteriores del FMI y del Banco Mundial, que sugieren una exageración de las limitaciones de la deuda.
Más bien, hay que centrarse en «los probables efectos sobre el crecimiento del nivel, la composición y la eficiencia del gasto público y los impuestos». En lugar de fijarse en los niveles globales de deuda, su composición -interna versus externa, pública versus con garantía pública- merece más atención.
De hecho, las infraestructuras financiadas con deuda, la educación, el desarrollo de capacidades y los programas de reciclaje profesional mejoran el crecimiento. Las investigaciones del FMI han demostrado que este tipo de inversiones en infraestructuras tienen grandes efectos en el crecimiento sin ni siquiera aumentar la relación deuda-PIB.
Desafíos profundos
La recomendación previsible es la de «apretarse el cinturón» -a través de la «austeridad» y los «tipos de interés más altos»-, lo que conlleva una contracción económica aún mayor. Las recetas típicas de reforma estructural -por ejemplo, más liberalización del mercado laboral, desregulación, privatización y recortes fiscales- sólo empeoran las cosas, mientras que los recortes fiscales regresivos rara vez generan el crecimiento prometido.
La financiarización de las últimas décadas ha fomentado más la especulación, la recompra de acciones, la propiedad inmobiliaria, las fusiones y las adquisiciones. En consecuencia, la economía real se ha resentido, con un aumento de la inflación al tiempo que el crecimiento de la productividad se tambalea.
Pero la inflación se mantuvo a raya gracias a las importaciones baratas y a la mano de obra más barata, incluso cuando los márgenes de beneficio y los salarios de los ejecutivos aumentaron.
Pero los neoliberales no han dudado en atribuirse el mérito de haber controlado la inflación durante la “Gran Moderación” mediante la austeridad fiscal, los techos de deuda y los objetivos de inflación.
A pesar de la austeridad fiscal, la deuda ha aumentado, especialmente desde la crisis financiera de 2008. El menor crecimiento también ha supuesto menos ingresos, lo que ha reducido aún más el espacio fiscal. Los recortes en la inversión pública, especialmente en servicios, infraestructuras, investigación y desarrollo, también han perjudicado el crecimiento de la productividad.
Construir hacia adelante, no hacia atrás
Cada crisis económica es diferente a su manera. La recesión ocasionada por la covid-19 implica tanto choques de oferta como de demanda. La producción ha caído debido a los cierres de actividades y a las interrupciones de la cadena de valor. La demanda también ha disminuido con menores ingresos, menos gasto, más empleos perdidos y mayor incertidumbre.
Cuando se han aplicado, las medidas de ayuda han sostenido parte de la demanda. Las restricciones por la pandemia han acelerado la digitalización, pero también son necesarios otros cambios.
Las reformas deben basarse en las transformaciones provocadas por la covid para un futuro mejor, por ejemplo, fomentando las inversiones verdes intensivas en empleo, la recualificación de los trabajadores y el reciclaje.
La recesión de covid ofrece, pues, una oportunidad inesperada de «construir mejor» para abordar los problemas más profundos y construir un mundo mejor.
Esto debe implicar necesariamente la eliminación de acuerdos sesgados y disfuncionales, la gestión de los mercados, la orientación de las inversiones privadas, el reciclaje de la mano de obra y la inversión en educación, salud y protección social.
T: MF / ED: EG