SÃO PAULO – No había amanecido aún cuando Rita Piripkura y sus familiares notaron que había extraños en las cercanías de su tierra, en la Amazonia del estado de Mato Grosso, en Brasil. Al principio, su padre creyó que eran monos, pero su abuela ya había comprendido lo que estaba pasando. Hombres blancos estaban en la selva y pronto empezaron su ataque. Rita recuerda estar envuelta en la oscuridad, aturdida por los mosquitos y el fuerte viento que levantaba las aguas del río, que ella y los suyos cruzaron en una canoa de madera de jatobá (Hymenaea courbaril) para huir.
Fue una masacre, que tuvo lugar probablemente en la década del 70. En ella, Rita perdió a nueve familiares, un hecho que describe en un video publicado recientemente por Survival International. Desde entonces, solo hay registro de dos otros piripkura, Baita, el hermano de Rita, y Tamandua, un sobrino de ellos, aunque existe la posibilidad de que haya otros en la selva, como explica Sarah Shenker, investigadora de Survival.
Rita es la única piripkura que mantiene contacto con personas no indígenas, un contacto que se estableció a principios de la década de 1980, cuando fue llevada a una hacienda de las cercanías para realizar trabajo análogo al de la esclavitud, dijo Fabrício Amorim, del Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas Aislados y de Reciente Contacto (Opi).
Cuando tuvieron conocimiento del caso, en 1984, las autoridades buscaron a Rita, que tenía entre 18 y 23 años y llevaba al menos un año y medio en la finca, según un reporte realizado por el experto indígena João Carlos de S. Lobato a petición de la Fundación Nacional del Indio (Funai), la agencia gubernamental responsable de los pueblos originarios en Brasil.
La carrera contrarreloj de Rita y sus familiares se remonta al ciclo del caucho, que comenzó a fines de la década de 1870 y finalizó a mediados de los 1940.Gran parte de los “soldados del caucho” se asentaron en las riberas de los ríos Branco y Roosevelt, donde eran frecuentes los enfrentamientos con los indígenas “quienes, tratando de proteger sus tierras de la creciente invasión de frentes extractivos, les impidieron abrir caminos de explotación de caucho y asentar instalar oficinas en las cercanías de las plantaciones de caucho”, según el reporte de seguimiento de Lobato de 1985.
En represalia, los caucheros se organizaron para promover “corridas” contra los indígenas, “atropellando innumerables aldeas y causando grandes muertes entre estos pueblos”.
El árbol del caucho ya no ofrece las mismas oportunidades económicas que en la primera mitad del siglo XX. Hoy en día, hay otros recursos naturales que generan ganancias para unos pocos, pero la historia es la misma.
La masacre a la que sobrevivió Rita y la amenaza que se cierne sobre Baita y Tamandua son el resultado de enfrentamientos con invasores de sus tierras en busca de madera y otros recursos. A pesar de las dificultades que enfrentaba su pueblo, los piripkura resistieron con la ayuda de aliados en el gobierno, ayuda que viene disminuyendo sistemáticamente bajo la presidencia de Jair Bolsonaro.
Sentada en la orilla del río que cruzó hace tantos años de la Tierra Indígena (TI) Piripkura, Rita describe su temor a que sus últimos parientes sean asesinados. “Hay mucha gente (invasores])andando por aquí. Les van a matar a los dos. Si les matan, no quedará nadie”, dice.
Según la campaña “Aislados o diezmados”, entre las tierras que albergan a pueblos en aislamiento voluntario, la TI Piripkura fue la que sufrió mayor devastación en 2020, cuando disminuyeron las inspecciones debido a la pandemia de covid-19.
La protección actual, que impide la explotación de la tierra, expira este septiembre. Si la Funai no renueva la orden o la restringe a un área menor, el destino de los piripkuras podría estar determinado.
La protección de la tierra Piripkura está a punto de expirar
La demarcación de esta tierra aún no se ha completado, según explicó Elias Bígio, ex coordinador general de Indígenas Aislados y de Reciente Contacto de la Funai.
Pero en 2007, la agencia aprobó una ordenanza de protección territorial, un instrumento legal que previene temporalmente la explotación de recursos naturales en la tierra o la expansión de propiedades establecidas antes de que se implementara la ordenanza.
La ordenanza se ha renovado cada dos o tres años desde entonces, como se muestra en el sitio web del no gubernamental Instituto Socioambiental (ISA). Pero esa protección expira el 18 de septiembre de este año, es decir, este mismo mes.
La Funai, que se ha visto debilitada y viene sufriendo severos reveses desde la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia en enero de 2019, tiene hasta el 17 de septiembre para decidir si renueva o no la ordenanza que restringe el uso de la tierra indígena.
La Funai informó a democraciaAbierta que aún está realizando estudios para tomar la decisión. “La Fundación Nacional Indígena (Funai) aclara que, a través de la Coordinación General de Pueblos Indígenas Aislados, ha realizado esfuerzos para realizar estudios orientados a apoyar la toma de decisiones sobre la ampliación de la Ordenanza para la Interdicción de la Tierra Indígena Piripkura”, dijo por correo electrónico.
Según Shenker, de Survival International, la cooptación de la Funai por las fuerzas bolsonaristas representa una amenaza a los derechos indígenas, como ya ha quedado claro en más de una ocasión.
En junio de 2020, el actual presidente de la Funai, Marcelo Xavier, afirmó que las restricciones actuales sobre tierras con presencia de pueblos aislados son exageradas. “Tenemos muchos informes inconsistentes, áreas donde había un registro de posible avistamiento de indios que están justo en el borde de las aldeas. Y sucede que las zonas permanecen aisladas durante diez años sin que nadie amplíe la búsqueda, sin que haya ningún otro indicio (de presencia de indígenas aislados)”, dijo Xavier.
Entre las tierras que albergan a pueblos en aislamiento voluntario, la TI Piripkura fue la que sufrió mayor devastación en 2020
Además, la agencia informó recientemente sobre una disminución considerable en las tasas de deforestación en la Amazonía, información que contradice a las principales agencias que monitorean el fenómeno.
En agosto de 2021, la Funai reportó una disminución de 23,3 % entre 2019 y 2020 en la deforestación en la Amazonía Legal, como se denomina localmente al conjunto de estados federales que componen la cuenca amazónica brasileña.
Sin embargo, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), unidad vinculada al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, registró un aumento de 34 % en la deforestación entre agosto de 2019 y julio de 2020. El Instituto para el Hombre y el Medio Ambiente (Imazon) señaló un aumento de 30 % en la deforestación en comparación con el año anterior.
Campaña de presión para la renovación de la ordenanza
Ante la gravedad de la situación y los posicionamientos recientes de la Funai, un colectivo de organizaciones indígenas e indigenistas, encabezado por la Coordinación de Organizaciones Indígenas de la Amazonía Brasileña (COIAB) y por el Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas Aislados y de Reciente Contacto (Opi), lanzó la campaña “Aislados o diezmados”.
La movilización intenta presionar por la renovación de la ordenanza de la TI Piripkura y otras cuatro TI que albergan a pueblos aislados cuyas ordenanzas expiran hasta enero de 2022: Jacareúba y Katawixi, en Amazonas, Piriti, en Roraima, y Ituna-Itatá, en el estado de Pará.
En 2020, la TI Piripkura fue la tierra indígena que alberga a los pueblos aislados que sufrió mayor deforestación, con un total de 2132 hectáreas despejadas, o el equivalente a más de 2000 campos de fútbol, según la campaña, citando un informe técnico elaborado por la Operación Amazonia Nativa (OPAN) y por ISA.
La situación se agravó este 2021, cuando solo en marzo se arrasó ilegalmente un territorio de 518 hectáreas.
En los últimos años, la tierra ha sufrido un aumento en el número de invasiones de madereros y mineros ilegales, lo que demuestra la urgencia de proteger este territorio, según afirma Bígio.
“Todo el movimiento ha estado a favor de que se produzca esta renovación. Si incluso con la ordenanza su situación es así, ¿imagina sin la ordenanza?», se pregunta el ex coordinador general de Indígenas Aislados y de Contacto Reciente en la Funai.
Fabrício Amorim, de Opi, cree que la amenaza va más allá de la renovación de la ordenanza de restricción de uso. Para él, es probable que la Funai renueve la protección, pero hay grandes posibilidades de que reduzca el tamaño del área protegida.
En 1985, Lobato ya argumentaba que, sin la demarcación y protección de las tierras habitadas por los piripkuras, los indígenas “estarán condenados a desaparecer”, extinción que ocurriría “por omisión o demora”.
La toma de control de las agencias gubernamentales establecidas para la protección de los indígenas de Brasil por las fuerzas bolsonaristas muestra que la preocupación de Lobato, expuesta en 1985, se lee hoy como una profecía.
“De lo que estamos seguros es que, sin duda, (la historia de los piripkura) es un viaje de amargura y sufrimiento y que, si no nos damos prisa, (ese pueblo) ya no podrá contarnos su historia, pues las heridas de la extinción avanzan inexorablemente en su dirección», remarcó.
Este artículo se publicó originalmente en democraciaAbierta.
RV: EG