Bajo el sol inclemente del mediodía, en un maizal de la campiña salvadoreña, el agricultor Manuel Mancía y personal gubernamental especializado en la detección de la langosta voladora encontraron un puñado de ese insecto, una evidencia de que el riesgo de que devoren los cultivos sigue latente.
“Hay que andar pendiente de eso, cerquita, muy cerquita de los focos que se han hallado para ver si no hay infestación”, explicó Mancía a IPS, durante la búsqueda y detección del insecto (Schistocerca piceifrons piceifrons), en las tierras de la cooperativa Los Chilamates, en el caserío del mismo nombre, del municipio de Nueva Concepción, en el noroeste de El Salvador.
Ese mediodía de mediados de febrero, Mancía, de 42 años, formó parte de la cuadrilla que, como medida preventiva, buscó el insecto para verificar que no alcance niveles alarmantes y destructivos.
En efecto, en el recorrido que acompañó IPS se encontraron ocho especímenes en el área fijada, por debajo de los entre 10 y 29 insectos para considerarse que es un foco de nivel medio. Más de 30 langostas adultas se considera un brote alto y requiere de acciones para erradicarlos.
En la cooperativa de explotación colectiva con 52 socios, la situación está parcialmente controlada, tras fumigar pesticidas, pero continúa el riesgo de perder áreas de cultivos, si la plaga llegara a salirse de control.[pullquote]3[/pullquote]
Ese y una media docena de lugares de El Salvador, que en conjunto totalizan más de 1000 hectáreas, se encuentran bajo vigilancia por los agricultores y las autoridades desde mediados de 2020 por los brotes encontrados de la langosta voladora.
Unas 174 hectáreas han sido tratadas con pesticidas en el país y, en general, la plaga se encuentra controlada, aunque con focos aún presentes en algunos puntos.
Emergencia parcial
Lo mismo ha sucedido en regiones de Honduras y Belice. Pero en Guatemala y el sur de México la plaga sigue siendo una amenaza real.
Desde el 12 de enero se mantiene activa la declaratoria de emergencia emitida por el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (Oirsa), con sede en San Salvador, específicamente para el sur de México y regiones de Guatemala.
Las autoridades de ese último país también decretaron, el 8 de febrero, la emergencia fitosanitaria por la dimensión del brote, sobre todo en el departamento de Petén, en el norte, y Jutiapa, en el sur, en la frontera con El Salvador.
México está siendo golpeado en los estados sureños de Yucatán, Quintana Roo y Chiapas.
El principal objetivo de los países afectados es parar el brote y evitar que los enjambres, llamados mangas, se disemine dentro y fuera de sus fronteras, y no se convierta en una amenaza para la seguridad alimentaria de la región de Mesoamérica, que comprende desde la mitad meridional de México al norte de Panamá, atravesando toda América Central.
Según el ciclo biológico del insecto, la cópula se da entre abril y mayo, colocan sus huevos cuando el suelo está mojado y en junio y julio empiezan a salir las ninfas y los “saltones” (aún sin alas, que solo saltan).
“Existe el riesgo de que las mangas, de no controlarse, migren a otras regiones o áreas remotas y la primera generación (de langostas) de junio 2021 sea una población mucho más grande y problemática”, señaló Oirsa en su anuncio de emergencia.
El 11 de febrero, las autoridades de sanidad vegetal de México, Guatemala, Belice Nicaragua y El Salvador se reunieron por videconferencia para compartir información y unificar estrategias para impulsar un combate regional contra la amenaza.
En esta última semana de febrero se tiene previsto otro encuentro bilateral, entre México y Guatemala, las dos naciones más golpeadas.
La langosta voladora aparece cíclicamente en la región desde hace décadas, al igual que en otras zonas del mundo.
“En 2018 hubo una manga fuerte en Nicaragua, que fue controlada de forma efectiva”, dijo a IPS el director ejecutivo de Oirsa, Efraín Medina.
El insecto, que en fase adulta se agrupa por millones y puede volar de 10 a 50 kilómetros en grandes manchas, puede devorar 30 toneladas de materia vegetal por día y con ello poner en riesgo los cultivos y la seguridad alimentaria de la región.
“Si le llega al maíz en un ratito se lo pueden acabar, imagínese una población, en todo el país, que nadie produzca nada, sería una crisis tremenda”, recalcó por su parte el agricultor Mancía, oriundo de Los Chilamates, donde vive con su esposa y dos hijos.
Él está a cargo de la producción de caña, el principal rubro de su cooperativa, que explota un terreno de unas 800 hectáreas y donde se cosecha además frutas como mangos, papayas y limones, así como miel de abeja. En un enorme estanque se crían también tilapias.
Para el consumo de las 125 familias que trabajan colectivamente en la cooperativa, entre socios y no socios, se cultivan uno 20 00 kilos de maíz.
Un ataque de gran envergadura de mangas de langostas a cultivos de granos básicos como el maíz y el frijol, dieta básica de los centroamericanos, causaría una grave crisis alimentaria en la región.
A Mancía le preocupa lo que pudiera pasar a los sembradíos de caña, a la que dedican unas 240 hectáreas, pues ese producto es el motor de la cooperativa, cuyo origen se remonta a la reforma agraria de 1980.
“Empiezan con los pastos, y lo peor es cuando llegan a los cultivos de maíz, frijol, hortalizas, frutales, lo que van encontrando se van comiendo”, recalcó el director ejecutivo del Oirsa.
En El Salvador, con 6,7 millones de personas, se siembran alrededor de 227 000 hectáreas de maíz anualmente, y 124 000 de frijol, una producción que preocupa que pueda ser afectada por la langosta voladora.
Mirando a África
El asunto, agregó el funcionario, es no dejarlas convertirse en mangas como las que han golpeado y siguen golpeando varios países en el este de África.
En marzo de 2020, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) alertó que el repunte de langostas del desierto (Schistocerca gregaria), presente desde 2019 hasta ahora, era el peor de los últimos 25 años en Etiopía y Somalia, y también el más devastador de los últimos 70 años en Kenia.
El PMA calificó el brote como la plaga migratoria más peligrosa del mundo.
El 16 de febrero la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) actualizó su portal de vigilancia de la langosta y señaló que, además de la grave situación en esas naciones, se mantiene la presencia del insecto en Yemen a lo largo de las planicies costeras del mar Rojo, aunque en niveles bajos, al igual que en Sudán y Eritrea.
La preocupación no cesa
Si bien la situación en la cooperativa Los Chilamates, ubicada en el departamento de Chalatenango, está parcialmente controlada, la preocupación no termina de disiparse.
“Si ya tuvo presencia en nuestra cooperativa, eso significa que los insectos han dejado huevos, y estos se van a multiplicar, entonces no hay que perder de vista el problema”, afirmó a IPS su presidente, Juan Felipe Solórzano.
Mientras tanto, en los alrededores del municipio salvadoreño de Tecoluca, en el central departamento de San Vicente, es donde se localiza el foco más preocupante. Ahí se han detectado brotes de medios a altos en los puntos fijados en fincas de la zona.
“Hacemos grupos de trabajo y nos vamos a hacer rondas para hacer las aplicaciones (de pesticidas)”, explicó a IPS el agricultor Rodolfo Cortez, quien calculó que, si bien la plaga ha bajado en 50 por ciento, todavía hay trabajo por hacer.
“La preocupación aún persiste, no es de bajar la guardia”, recalcó.
Cortez trabaja junto a sus hermanos la finca familiar, de unas cinco hectáreas, en la que cultivan anualmente alrededor de 30 000 kilos de maíz y 3000 de frijoles, para consumo familiar y el excedente para vender.
También cosechan mangos y otras frutas, en esta propiedad ubicada en el caserío Guachipilín, en el municipio de Tecoluca.
La zona afectada en esa región del país alcanza unas 70 hectáreas, y hasta ahora los productores, con el apoyo del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) han combatido la plaga con pesticidas como el malatión y cipermetrina.
Control biológico
Sin embargo, en marzo comienzan a experimentar con el control biológico, conscientes de que los pesticidas, si bien pueden erradicar la langosta voladora, terminan también contaminando el suelo y el agua, y además eliminan insectos beneficiosos para el ecosistema de la zona.
Se ha provisto a los agricultores con el producto conocido comercialmente como Biomet 30EW, cuyo principio activo es el hongo Mertahizium acridum.
“La última semana de febrero vamos a comenzar a hacer las pruebas, esperamos que dé buenos resultados”, comentó Jessica Valladares, del equipo técnico del MAG desplegado en la zona de Tecoluca.
Ese mismo hongo, en su estado natural (no embotellado comercialmente como el Biomet 30EW) fue el que donó México a El Salvador, a finales del año pasado, para reproducirlo en un laboratorio gubernamental, en San Salvador, como parte de los esfuerzos conjuntos regionales para enfrentar la plaga.
Luego de reproducirlo, se va a instalar un laboratorio especial en San Vicente para comenzar a combatir el insecto con esa nueva arma biológica. Las esporas del hongo resultan venenosas para el insecto, que al infestarse y volar en manga contamina al resto.
En la vecina Guatemala, al agricultor Juan Yaxcal, de 62 años, le gustaría que en su nación hubiera un mayor esfuerzo por utilizar ese tipo de productos biológicos. Es oriundo de la aldea Nueva Esperanza, del municipio Sayaxche, en el departamento de Petén.
Trabaja la tierra en la Cooperativa Integral Agrícola El Sembrador Ecológico, donde se produce maíz, frijol, yuca, plátano (banano para cocinar), camote (Ipomoea batatas), mango, aguacate y flor de jamaica (Hibiscus sabdariffa). La finca forma parte de la Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala.
El guatemalteco Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación “está usando mucho veneno, hasta con avioneta, pero la mejor manera es combatir la plaga biológicamente, se está quedando sin nada la madre Tierra”, señaló Yaxcal a IPS por teléfono desde su pequeña comunidad.
ED: EG