Los grupos criminales en América Latina también fueron afectados por la covid-19 y buscaron sobrevivir tratando de llenar los vacíos económicos y políticos generados por la pandemia, indicó un reporte sobre el año 2020 de la fundación InSight Crime, difundido desde esta capital.
En algunos territorios las pandillas “cumplieron el papel que sabemos que siempre han desempeñado: fueron, en efecto, el gobierno”, dijo a InSight Crime el experto y antropólogo salvadoreño Juan José Martínez d’Aubuisson.
En el marco de una recesión económica regional cercana a 10 por ciento, ya hacia finales del año pasado la capacidad de los gobiernos para imponer restricciones ante la pandemia, y la capacidad de los ciudadanos para adaptarse a ellas, “prácticamente se han evaporado”, según el reporte.
Como el resto del planeta, “el hampa sufrió un revolcón por la llegada del mortal virus; sin embargo, los criminales lograron adaptarse a la situación y reaccionaron mucho más rápido que el resto del mundo”.
Tratando de llenar vacíos económicos y políticos generados por el virus, desde el principio, grupos criminales de Brasil, pandillas de El Salvador y guerrilleros de Colombia impusieron sus propios toques de queda y cuarentenas.
En Venezuela, “grupos paramilitares ayudaron a las fuerzas de seguridad a mantener a la población confinada, y en Brasil algunos criminales intimidaron a los tenderos para que no aumentaran los precios de sus productos” recogió el reporte.
Los grupos criminales repartieron desinfectante de manos en las favelas de Río de Janeiro, y en El Salvador administraron los paquetes de asistencia proporcionados por el gobierno.
En México, el llamado Cartel del Golfo repartió paquetes de ayuda marcados con sus logotipos, y el líder del “Cartel de Jalisco Nueva Generación” supuestamente construyó un hospital. Las pandillas de Honduras hicieron rifas y utilizaron las ganancias para comprar alimentos para los más necesitados.
“Tenemos que entender que estas son áreas donde el Estado suele estar ausente y los que mandan son los narcotraficantes y los grupos de milicianos”, dijo el ministro de salud de Brasil en una conferencia de prensa, después de sugerir que el gobierno negociara con los grupos criminales, recordó el informe.
InSight Crime expuso que “la democracia, la transparencia y la gobernabilidad eficiente, ya de por sí frágiles en muchas partes de la región, fueron golpeadas por la covid-19, lo que abrió mayores márgenes de maniobra para el crimen organizado”.
Las protestas en Perú produjeron nuevos cambios en la presidencia, en medio de un creciente desdén por el Congreso y de investigaciones por corrupción en torno a todos los expresidentes vivos.
El Congreso guatemalteco “fue incendiado por manifestantes que protestaban por el despilfarro de los presupuestos de salud y educación por parte de políticos que, por otro lado, aumentaban el presupuesto para sus almuerzos”.
Los bolivianos “protestaron ante el gobierno interino de Jeanine Añez, lo que llevó a un retraso en las votaciones, y devolvieron el poder al partido del expresidente Evo Morales, quien había sido derrocado en 2019”.
El presidente Jair Bolsonaro les dijo a los brasileños que dejaran de ser un “país de maricones” por temor al virus, a pesar de que en el país hay seis millones de infectados, y amenazó con golpear a un reportero que se atrevió a preguntar por los escándalos de corrupción en torno a uno de sus hijos.
“México, al igual que Brasil, decidió ignorar la gravedad del virus, y surgieron nuevas evidencias de corrupción en los altos niveles. Y en Venezuela continuó el desplome económico en medio de una creciente actividad criminal”, apuntó el informe.
Según InSight Crime “al igual que la población general, los grupos criminales pasaron por recesiones y sufrieron a causa de las cuarentena”.
Por ejemplo, los criminales mexicanos, además de perder ingresos por extorsiones, perdieron su acceso a precursores químicos y productos falsificados procedentes de Asia, los precios de las drogas subieron y el tráfico de seres humanos se desaceleró en toda la región.
Los miembros de pandillas carcelarias recluidos en países como Brasil y México estuvieron aislados de sus seres queridos, así como del contrabando que estos ingresan a las prisiones durante los días de visita.
Pero, con gran agilidad, los grupos trataron de reponerse incursionando en nuevos negocios ilícitos o expandiendo los ya existentes: la producción de marihuana se incrementó en Paraguay, y los traficantes de personas en América Central ahora cobran a sus víctimas por los viajes de regreso a sus lugares de origen.
El tráfico de vida silvestre, en particular de aves, aumentó en Brasil, también el de algunas especies marinas, y los traficantes mexicanos encontraron nuevas rutas y formas de conseguir drogas sintéticas procedentes de Asia, así como los precursores químicos para producirlas.
El robo de cigarrillos de contrabando aumentó en Chile y Perú, bandas comenzaron a cobrar extorsiones a los cambistas en Argentina, y en Venezuela un antiviral utilizado para tratar el coronavirus apareció en el mercado negro junto con alimentos de contrabando comprados en Brasil.
En Brasil, el robo de 15 000 kits de prueba demostró lo lucrativo que se ha vuelto el mercado de bienes médicos durante la pandemia.
Para los criminales, 2020 fue un año de sobrevivencia, de aprovechar cualquier oportunidad que se presentara. “Y en medio de toda esta situación, la cooperación internacional para enfrentar al crimen organizado fue en gran parte absorbida por las crisis sanitarias y económicas”, concluyó el informe.
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