La pandemia covid-19 forzó el cierre de las salas en los emblemáticos teatros Colón de Buenos Aires y Municipal de Santiago de Chile, pero sus directoras, lejos de resignarse, optaron por la resiliencia y desarrollaron propuestas para llegar con su oferta cultural a miles de hogares.
Ocurrió que “la necesidad imperiosa de mantenernos en contacto nos tiró sin timideces a los brazos de la tecnología. Nos ha obligado a enfrentar la discusión de lo vivo versus lo digital, y articularlo de una manera más adecuada”, ha dicho la directora del Municipal de Santiago, Carmen Gloria Larenas.
Para su colega María Victoria Alcaraz, del argentino Colón, “esto es típico de una mujer, ver qué tenemos y hacer algo con eso. No sucumbimos, por supuesto que sufrimos, que nos da miedo, pero acá estamos y hay que dar la pelea”.[pullquote]3[/pullquote]
En su teatro se ensayaba la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi (1813-1901) cuando el 20 de marzo se estableció la cuarentena en Argentina para enfrentar al nuevo coronavirus. Faltando cuatro días para el estreno, los artistas debieron abandonar las tablas para prevenir el contagio.
El Colón no fue el único que bajó sus telones. En Argentina se suspendieron 342 estrenos y se postergaron 59 giras, de acuerdo con la Asociación de Profesionales de la Dirección Escénica, y los cierres ocurrieron en toda la región.
Al otro lado de la cordillera, la red de salas de teatro de Santiago calculó que la suspensión de más de 400 funciones supuso 38 000 dólares en pérdidas, solo en las primeras semanas, hasta el 21 de abril.
Un famoso pasaje de la obra de Verdi es el coro “Va pensiero, sull’ali dorate” (“Vuela, pensamiento, en alas doradas”), que habla sobre el exilio y la resiliencia de un pueblo frente a la adversidad, y pareció inspirar respuestas de Alcaraz y su grupo.
Autora de un “botiquín de primeros auxilios culturales para situaciones de crisis y catástrofes”, Alcaraz replicó a la cuarentena con #CulturaEnCasa, una iniciativa para transmisiones en vivo cada domingo en la noche.
De ese modo, músicos como los de la Orquesta Estable presentan, desde su casa y para cientos de miles de hogares, piezas como la suspendida Nabucco. El total de espectáculos del Colón consiguió, hasta junio, 1,5 millones de visualizaciones.
En Chile, Larenas observó que la covid “representa un desafío, cómo hacer que el teatro permanezca vivo y cómo acompañar a las personas en esta situación tan difícil y compleja”.
El Municipal cerró sus salas, se redujo el personal contratado, al de planta se le rebajó 20 por ciento el salario, entre las medidas para bajar costos “y no ha sido fácil, pero estamos dando la pelea y haciendo todo lo que nos permita terminar el año”, sostuvo Larenas.
Se creó en cambio “Municipal Delivery”, con 27 eventos virtuales hasta junio, con espectáculos, charlas y talleres en los que participaron más de 260 000 personas.
“Resulta muy interesante mirar cómo podemos utilizar estos recursos y seguir aprovechándolos. Por ejemplo, en Chile, hay barreras geográficas y económicas con las artes, y lo digital nos ha permitido romperlas”, comentó Larenas.
Para Alcaraz “la condición de vida que tenemos las mujeres nos prepara para estos escenarios, para empatizar con los otros, entender nuestros miedos, preocupaciones y angustias, y salir adelante”.
La estabilidad financiera es clave para la subsistencia de los establecimientos culturales de América Latina y el Caribe, pues en tiempos de pandemia la mayor parte de los recursos públicos se enfocan en la emergencia sanitaria.
Sin embargo, entre los esfuerzos está un plan de emergencia del Ministerio de Culturas de Chile, que dispuso de 17 millones de dólares para apoyar al sector, teatros incluidos. En Argentina, el Fondo Desarrollar presta apoyo al plan Podestá, que busca preservar elencos, salas y teatristas en el país.
También en el Banco Interamericano de Desarrollo “trabajamos para que los creativos no queden fuera de las políticas públicas, y creamos un grupo de expertos para pensar en políticas que respondan a sus necesidades”, informó la jefa de la Unidad de Creatividad y Cultura del BID, Trinidad Zaldívar.
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