Recientes informes mundiales confirman que los objetivos que se puso la comunidad internacional de llegar al 2030 sin pobreza y sin hambre, con un mundo más equilibrado, sostenible y justo, se encuentran actualmente en peligro , y que si no se logra una fuerte y rápida reacción a nivel mundial, esta tendencia se consolidara y los resultados en apenas 10 años pueden ser muy negativos para todos nosotros.
Cuando en el 2015 , jefes de Estado y de gobierno así como otros altos representantes de 190 países , decidieron en la Asamblea General de las Naciones Unidas 17 grandes Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), que cambiarían el perfil de nuestro mundo, desde la eliminación de la pobreza y el hambre, garantizando una vida saludable con una importante sostenibilidad, con igualdad de género, disponibilidad de agua para todos, crecimiento económico sostenible, lucha efectiva contra el cambio climático, protegiendo océanos y bosques, en un mundo en verdadera paz, la comunidad internacional tenía confianza en obtenerlo.
Las bases de dicha confianza se habían construido a partir del año 20000 cuando 189 países se propusieron lograr los Objetivos del Milenio (ODM) antes del 2015 que tenían como base ocho metas para reducir la pobreza, el hambre, y mejores condiciones en educación, reducir la mortalidad infantil y otras enfermedades, mayor igualdad de género, mejor sostenibilidad del medio ambiente, y en efecto, se lograron avances importantes.
En 2015 se trataba de ampliar los objetivos y eliminar completamente los aspectos más negativos que afectan a la humanidad.
Pero apenas cinco años después, en 2020, el Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI, en inglés), informe anual elaborado por la FAO y otras agencias del sistema de Naciones Unidas, mostró que si la negativa tendencia que estamos viviendo se consolida, es dudoso lograr los objetivos que la comunidad internacional se propuso de común acuerdo para resolver los principales problemas que tenemos ante nosotros.
El informe señaló que aún 690 millones de personas pasan hambre, 10 millones más que hace un ano, y 60 millones más si sumamos los últimos cinco años.
Es un problema en todos los continentes ya que si bien Asia es el más afectado, el hambre en África aumenta con mucha rapidez y también se mantiene con números importantes en América Latina y el Caribe.
Si bien la tendencia positiva de reducción del hambre hasta 2015 se invirtió en los últimos anos negativamente, la subalimentación y desnutrición se han incorporado fuertemente en este afectado panorama.
Según el informe SOFI, 381 millones de asiáticos sufren subalimentación, así como 250 millones de africanos y 48 millones de latinoamericanos y caribeños. En cambio si el análisis se hace en porcentaje en relación a sus poblaciones, África es la región más afectada con 19,1 por ciento de la población subalimentada, seguido por Asia con 8,3 por ciento y Latinoamérica con 7,4 por ciento.
Estos análisis fueron hechos antes de la explosión de la covid-19 y si bien aún es temprano para tener datos definitivos de los efectos de esta nueva dramática realidad, los expertos estiman que otros 83 millones de personas y quizás hasta 132 millones de personas pueden empezar a padecer hambre en 2020, como resultado de la recesión económica en proceso.
Al respecto, otro reciente informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) identifico a 27 países que se verán afectados en forma inminente con la crisis alimentaria fruto de la covid-19, y aquí no se salva ninguna región, de Afganistán a Bangladesh, de Haití a países centroamericanos, de Irak al Líbano y Siria, de Burkina Faso a Liberia, Níger, Mozambique, Mali, Zimbabwe y otros, llegando inclusive a niveles de hambre aguda.
Muchos de estos países ya estaban afectados en situación de hambre previo a covid-19, debido a factores y tensiones preexistentes como crisis económicas, inestabilidad e inseguridad, fenómenos climáticos extremos, plagas vegetales y enfermedades de los animales.
Pero la crisis de covid agravó todas estas situaciones con disminución de empleos y salarios, perturbaciones asociadas a medidas sanitarias preventivas para hacer frente a la pandemia, la caída de los ingresos gubernamentales con los efectos directos en la seguridad y protección social e incluso generando inestabilidad política con el aumento de diferentes tipos de conflictos, por los recursos naturales como el agua y las tierras de pastoreo, por los fenómenos migratorios, lo que afecta la producción agrícola y los mercados
La malnutrición debe ser incorporada permanentemente al análisis sobre la situación de hambre, por sus consecuencias (incluido la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad) que siguen deteriorándose, en especial por el elevado costo de los alimentos nutritivos para un número importante de la población.
Recordemos que los alimentos con alto contenido de nutrientes, como los productos lácteos, las frutas, las hortalizas y los alimentos proteínicos son los productos alimenticios más caros, quizás cinco veces más que el precio que cuesta llenar el estómago y no sentir la sensación de hambre.
Si bien cada país tiene sus especificidades para resolver esta difícil situación, el SOFI resume muchas de las reflexiones de estos últimos años para afrontar soluciones a estos problemas con resultados positivos en toda la cadena de suministro de alimentos y en las políticas comerciales, de gasto público y de inversión.
Ello a partir de reducir los costos de producción, de almacenamiento, de transporte, de distribución y comercialización de alimentos, por ejemplo mediante la reducción de la ineficiencia, de la perdida y desperdicio de alimentos, apoyo a los pequeños productores locales para que produzcan y vendan alimentos más nutritivos accediendo a nuevos mercados, fomentando un cambio de comportamiento a partir de la educación y la comunicación, integrando la nutrición en el sistema de protección social y las estrategias de inversión a escala nacional.
Como señaló el director general de la FAO, Qu Dongyu, toda esta situación no puede ser considerada “como una amenaza que podrá surgir en el futuro. Tenemos que hacer más para salvaguardar tanto los sistemas alimentarios y nuestras poblaciones más vulnerables ahora mismo”.
El panorama es claro y las soluciones combinadas también, se trata de actuar para que no seamos nosotros mismo testigos de un peligroso fracaso en apenas 10 años de la agenda que se dio la comunidad internacional para sacar a millones de personas de la humillación del hambre y la pobreza.
RV: EG