Pandemia destructiva rescata ciencia, periodismo y solidaridad

Cartel luminoso "Fuera Bolsonaro", durante el cacerolazo en la noche del martes 31 de marzo, cumpleaños del golpe militar de 1964, cuando el presidente Jair Bolsonaro habló a la nación por cadena de radio y televisión. Se concentró en la pandemia del coronavirus con un mensaje moderado, donde ya no insistió en rechazar las medidas de aislamiento social para contener el contagio y que, en su opinión, estaría generando desempleo y el colapso económico con más muertes que las provocadas por el virus. Foto: Roberto Parizotti/Fotos Públicas
Cartel luminoso "Fuera Bolsonaro", durante el cacerolazo en la noche del martes 31 de marzo, cumpleaños del golpe militar de 1964, cuando el presidente Jair Bolsonaro habló a la nación por cadena de radio y televisión. Se concentró en la pandemia del coronavirus con un mensaje moderado, donde ya no insistió en rechazar las medidas de aislamiento social para contener el contagio y que, en su opinión, estaría generando desempleo y el colapso económico con más muertes que las provocadas por el virus. Foto: Roberto Parizotti/Fotos Públicas

La pandemia del coronavirus Sars-cov-2 parece destinada a corregir una desviación de la Historia y rescatar algunos valores en medio de la tragedia mundial.

Algo resultó mal en la evolución de la ciencia, la educación, la cultura y las costumbres. Negar sus avances fue uno de los factores del triunfo electoral de una oleada de gobernantes en la última década, además de hacer populares a políticos simplones y agresivos.

No se trata solo de que sean “negacionistas” del cambio climático, de la evolución de las especies, del holocausto nazi o la dictadura militar en Brasil, por poner solo algunos ejemplos, sino de que algunos de ellos aunaron multitudes de seguidores en proyectos exitosos de toma del poder.

Constituyeron con sus sectas, organizadas y movilizadas por las redes sociales, un medio ajustado a sus frases e ideas cortas, una especie de vanguardia capaz de seducir electores suficientes para ganar comicios.

Ahora la pandemia tiende a corregir ese desatino por lo menos en algunos lugares, al desnudar la imposibilidad de un buen gobierno basado en el oscurantismo, en la aversión al conocimiento científico, como ejemplifica el caso de Brasil, cuyo presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro está a la vanguardia de desprópositos respecto a la pandemia.

“Quedó muy difícil que a locos se les elija presidentes” durante un largo futuro, señaló a IPS, desde Brasilia, Cristovam Buarque, exministro de Educación y exgobernador del Distrito Federal, en una referencia más que directa al gobernante brasileño.

“La pandemia revalorizó la ciencia, aunque su valor nunca estuvo verdaderamente amenazado, pese al rechazo de presidentes como Bolsonaro y Donald Trump”, reconoció Buarque, un ingeniero con doctorado en Economía cuyo trabajo permanente es la docencia en la Universidad de Brasilia, de la que fue rector entre 1985 y 1989.

El flagelo, que al entrar abril había provocado, oficialmente, más de 43 000 muertes en el mundo, dejará lecciones positivas pese a las centenares de miles de víctimas fatales pronosticadas y la incalculable recesión económica impuesta al mundo en este loco año 2020 y sus desastrosas consecuencias en el empleo.

“Está revitalizando el periodismo, crecieron su audiencia y credibilidad en contraste con las redes sociales” y sus noticias falsas, evaluó para IPS el presidente de la Asociación Brasileña de Prensa (ABI), Paulo Jerónimo de Sousa.

El periodismo de los canales de televisión, con 61 por ciento, y de diarios impresos, con 56 por ciento, son los medios más confiables en la información sobre la pandemia del coronavirus, según una encuesta hecha por el Instituto Datafolha en todo el Brasil del 18 al 20 de marzo.

El presidente Jair Bolsonaro en una gira por Taguatinga y Ceilandia, ciudades de la periferia de Brasilia, el domingo 29 de marzo. Violó así la recomendación de su propio gobierno de evitar aglomeraciones para contener la propagación de la covid-19. Lo hizo para subrayar su posición contraria y a favor del retorno a las actividades económicas y el aislamiento de las personas de edad avanzada y otras vulnerables al virus. Foto: Internet/Fotos Públicas
El presidente Jair Bolsonaro en una gira por Taguatinga y Ceilandia, ciudades de la periferia de Brasilia, el domingo 29 de marzo. Violó así la recomendación de su propio gobierno de evitar aglomeraciones para contener la propagación de la covid-19. Lo hizo para subrayar su posición contraria y a favor del retorno a las actividades económicas y el aislamiento de las personas de edad avanzada y otras vulnerables al virus. Foto: Internet/Fotos Públicas

Mientras, solo 12 por ciento de los entrevistados dijeron confiar en informaciones divulgadas por WhatsApp y Facebook. Esas plataformas digitales no son confiables para 58 y 50 por ciento, respectivamente.

Esa desconfianza baja a 11 y 12 por ciento en relación a las noticias de diarios y televisión. Radio y noticieros de sitios web quedaron en posiciones intermedias.

La baja credibilidad de las redes sociales acompañan la pérdida de popularidad del presidente Bolsonaro, cuya elección en octubre de 2018 contó con el aporte decisivo de esos medios de comunicación interpersonales, adecuados a los mensajes cortos de los políticos de extrema derecha, de consignas y anacrónicos prejuicios.

Las redes sociales, sin embargo, cuentan con importante audiencia. Entre los entrevistados de Datafolha, 28 por ciento las tiene como fuente de información sobre el coronavirus, 3,5 veces el índice de los diarios impresos, ocho por ciento.

La televisión es casi monopólica, 79 por ciento se informa por sus pantallas.

El periodismo profesional tiene que imponer respeto a Bolsonaro, que ofende a los medios en forma reiterada en sus discursos y entrevistas, opinó Sousa.

Un grupo de periodistas que trataban de entrevistar al presidente delante del Palacio Alvorada, la residencia presidencial, tuvo que retirarse del lugar el 31 de marzo,  luego de recibir insultos de Bolsonaro y sus fanáticos que diariamente se congregan allí para ensalzarlo.

Es una primera protesta ostensible de los periodistas a las numerosas ofensas presidenciales.

A un periodista le dijo que “tiene una cara terrible de homosexual” en diciembre, a otra la acusó de intento de “canjear sexo por información” en febrero, varias veces ordenó “cállese” a reporteros y acusó de “mentirosa” a toda la prensa, que consideró que está “amenazada de extinción”.

Al diario de mayor circulación del país, Folha de São Paulo, lo ha calificado de de “basura” y le dedica continuas agresiones verbales desde que, durante la campaña electoral, en octubre de 2018, un reportaje de ese periódico reveló el uso de las redes sociales con financiamiento ilegal de empresarios bolsonaristas.

Las frecuentes mentiras de Bolsonaro, en sus discursos, entrevistas y mensajes digitales, que como otros de su estirpe usa Twitter como continuo medio de comunicación con la población, probablemente contribuyeron a la mayor credibilidad de la prensa en contraposición a las redes sociales.

El mismo martes 31 de marzo, cuando incitó a sus fieles a insultar los periodistas, el presidente declaró que el director general de la Organización Mundial de Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, coincide con su posición a favor de la vuelta al trabajo de las personas con dificultades de sobrevivir a causa del aislamiento social recomendado  para contener el contagio por la covid-19.

“La OMS se asocia a Jair Bolsonaro”, dijo.

En realidad el director de OMS habló de las carencias para reclamar de los gobiernos “políticas sociales que garanticen su dignidad y les permitan cumplir las medidas de salud pública para la covid-19” a los pobres, aclaró Adhanom en un mensaje por Twitter.

El mismo Twitter, Facebook e Instagram excluyeron mensajes y videos de Bolsonaro desde el 29 de marzo, por considerar que violan reglas de esas plataformas, al incitar actitudes de riesgo contra la salud pública, por estimular la población a salir a la calle y usar un medicamento no aprobado por las autoridades sanitarias.

Por ese tipo de conducta se aceleró el aislamiento político de Bolsonaro, en Brasil y en el mundo. “Creo que no termina su mandato”, vaticinó Sousa, al recordar que antiguos aliados, incluso militares, están abandonando al mandatario, elegido para gobernar hasta fin de 2022.

Buarque identifica la tendencia al incremento de las inversiones en salud pública como otro efecto benéfico de la pandemia. “Aumentará el presupuesto del sector después de esa crisis”, cualquiera sea su desenlace, espera.

“Además la enseñanza a distancia tendrá un fuerte avance, y eso democratiza la educación”, acotó. Muchas escuelas recurren a ese medio ante la suspensión forzada de las clases a causa de la covid-19.

Pero hay que mejorar esa enseñanza, que “si bien hecha puede ser más eficiente que la de presencia física” y abre mejores posibilidades a los pobres que difícilmente pueden desplazarse diariamente a las escuelas, matizó.

La crisis provocada por el coronavirus podrá cambiar muchas cosas, en parte positivamente, pero no representará una transformación social y económica que muchos esperan. “Volveremos al consumismo y la búsqueda de utilidades” tras superar la pandemia, lamentó.

Buarque descarta gobiernos extremados de derecha en el futuro próximo, pero no los conservadores. Duda que ese proceso favorezca corrientes progresistas, porque la izquierda “perdió capacidad de inspirar nuevos rumbos, nuevas utopías, a la vez que la derecha se orienta por la nostalgia del pasado”.

E: EG

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