El mundo afronta una realidad sombría: más de 820 millones de personas no tienen suficientes alimentos para nutrirse, mientras cada día se desperdicia más comida en el mundo.
“Es inaceptable que el hambre esté aumentando en un momento en que el mundo desperdicia más de 1 000 millones de toneladas de alimentos cada año», denunció en octubre António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que aun así mantiene el objetivo de erradicar ese flagelo para 2030.
¿Es ese un objetivo realista? ¿Y puede la Inteligencia Artificial (IA), promovida como la nueva panacea para algunos de los males del mundo, facilitar el aumento de los cultivos agrícolas y la producción de alimentos?
En un artículo del New York Times titulado «Cosechando maíz, trigo y ganancias”, Tim Gray señala que cuando la población mundial alcance en 2050 los 10 000 millones, frente a 7 600 millones actuales, la ONU estima que se requerirá 70 por ciento más de alimentos que ahora, con el desafío de producirlos en solo cinco por ciento de la tierra cultivable.
De hecho, la AI ya ha llegado a la agricultura, con productores que ya trabajan con tractores sin conductor, guiados por GPS, o sistemas de riego automatizado, mientras que en un próximo futuro podrían contar también con robots que se ocupen de atender a su ganado.
Sonja Vermeulen, directora de programas de la CGIAR (sigla en inglés del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional), aseguró a IPS que la inteligencia artificial va a tener un papel creciente en la agricultura mundial. Eso es “absolutamente así”, remarcó.
“El papel del CGIAR (en este proceso) es crear y ampliar las soluciones asequibles de la IA y ‘big data (macrodatos o datos masivos)’, para que sean relevantes y accesibles a una amplia diversidad de agricultores, independientemente de su género, cultura, riqueza o alfabetización”, aseguro la directiva de esta agrupación de centros de investigación que promueven la seguridad alimentaria mundial.
Por ejemplo, el CGIAR ganó el premio a la innovación de la ONU por trabajar con grandes datos para predecir mejor las cosechas de arroz a partir de patrones climáticos, de manera que los agricultores puedan establecer los lugares y tiempos de siembra, y ahorrar así mucho dinero.
Danielle Nierenberg, presidenta de Food Tank, un grupo de expertos en alimentos, dijo a IPS, que la IA, la big data y otras tecnologías tienen un gran potencial para los agricultores de cualquier escala, “pero no son una ‘bala de plata (solución mágica)’ para resolver el problema del hambre».
«La pregunta que debemos hacer con todas las tecnologías es qué problema están tratando de resolver y a quién ayudarán», planteó.
Lamentablemente, dijo, muchas innovaciones de alta tecnología no están ayudando a los agricultores que más lo necesitan: los pequeños y medianos agricultores que son los que producen gran parte de los alimentos que se consumen en el mundo.
Agricultores, parte de la ecuación
A su juicio, los agricultores necesitan participar en el proceso de la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías para que realmente resuelvan los desafíos que enfrentan.
Y debe hacerse hincapié en combinar innovaciones tecnológicas «altas» y «bajas» y asegurar que se respete el conocimiento de los pueblos indígenas y pobladores tradicionales en una agricultura adaptada a las realidades locales, afirmó Nierenberg.
Un artículo titulado «Inteligencia artificial: lo que la IA puede hacer por los pequeños agricultores», en el sitio de Food Tank, dice: «Imagínense hace 100 años si los agricultores tuvieran acceso a grandes volúmenes de información sobre el perfil del suelo de su tierra, las variedades de cultivos que mejor crecían, e incluso las fluctuaciones de su clima local”.
“Este tipo de información podría haber evitado una crisis ambiental como el ‘Dust Bowl (el cuenco de polvo)’, la gran sequía de los años 20 (del siglo pasado) en el Medio Oeste de Estados Unidos. Pero incluso hace 10 años, la idea de que los agricultores pudieran tener acceso a este tipo de información no era realista», añadió.
Para el equipo detrás de la Plataforma CGIAR para Big Data en Agricultura, la producción agrícola es la próxima frontera en el uso de la IA para resolver problemas complejos de manera eficiente.
El equipo, que incluye biólogos, agrónomos, nutricionistas y analistas de políticas que trabajan con expertos de datos, está utilizando herramientas de big data para crear sistemas de inteligencia artificial con capacidad de predecir los posibles resultados de escenarios futuros para los agricultores.
Al aprovechar los macrodatos y utilizar análisis computacionales innovadores, la Plataforma CGIAR está trabajando para ayudar a los agricultores a aumentar su eficiencia y reducir los riesgos en la actividad, explica el artículo.
Ruth Richardson, directora ejecutiva de la Alianza Global para el Futuro de los Alimentos, dijo a IPS que «para abordar el futuro de los alimentos ante la emergencia climática, tenemos que ir más allá de solo mirar la ‘tecnología’ como una solución milagrosa”.
La pregunta, a su juicio, es: «¿debemos ampliar la discusión para abordar una transformación más amplia del sistema alimentario e interrogarnos si la tecnología es el fin o un medio para ese fin?»
Después de todo, dijo, algunos agricultores operan con tecnología avanzada, pero muchos en todo el mundo todavía dependen de labores y herramientas a pequeña escala.
También es importante tener en cuenta que la tecnología y la innovación, en términos más generales, son herramientas importantes para lograr sistemas alimentarios sostenibles, pero la tecnología en sí misma, especialmente el acceso a ella, es todo menos neutral.
En ese sentido, Richardson señaló que uno de los mayores desafíos con la tecnología se relaciona con la gobernanza.
«La concentración de poder y las relaciones de poder altamente desiguales son un problema profundo en el sistema alimentario de hoy en día, por lo que debemos asegurarnos de que la tecnología y su implementación se gestionen de una manera que promueva la equidad y la sostenibilidad ambiental”, subrayó.
Por eso, dijo, “cualquier desarrollo debe evaluarse de manera integral y centrándose en los sus peligros y sus compensaciones”.
La producción no es el problema
Anuradha Mittal, directora ejecutiva del Instituto Oakland, con sede en la ciudad estadounidense de San Francisco, recordó a IPS que actualmente unos 800 millones de personas sufren hambre y se espera que este número aumente, más allá de las grandilocuentes declaraciones y compromisos de los gobiernos en las cumbres de la ONU.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, establecidos en 2015, tienen como el ODS 1 y el ODS 2 el del fin de la pobreza y el hambre cero, para dentro de 10 años, después de haber fracasado objetivos con similares metas en los llamados Objetivos del Milenio, establecidos en el año 2000 para cumplir en 2015.
«Ya producimos suficientes alimentos para alimentar al menos a 10 000 millones de personas (la población actual es de alrededor de 7,6 mil millones). Por lo tanto, es esencial comprender las verdaderas causas del hambre, cuando no hay escasez de alimentos», subrayó Mittal.
Centrarse en el sistema agrícola industrial impulsado por la tecnología como una solución al hambre, ha creado un sistema alimentario que está dislocado y al revés. Negar a los agricultores familiares sus derechos básicos a la tierra, las semillas, los mercados y la soberanía alimentaria ha provocado hambre en los productores de alimentos, argumentó.
Un ejemplo es el de India, principalmente una economía agraria con 60 por ciento de su población dedicada a la agricultura. India es el decimocuarto exportador de productos agrícolas, pesqueros y forestales del mundo y en 2018 acumuló un excedente comercial de 14 600 millones de dólares en bienes agrícolas, pesqueros y forestales.
Sin embargo, los suicidios de los agricultores se multiplican en India, donde vive la mayor cantidad de personas hambrientas del mundo, según el Índice Global del Hambre 2018, que sitúa al país en el puesto 100 entre los 119 clasificados.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, centrado en la tierra, subraya que resulta imprescindible la restructuración del actual sistema alimentario.
La producción industrial de alimentos generó un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, en un sector es dominado por el monopolio de unas pocas corporaciones sobre semillas e insumos químicos, para favorecer monocultivos que amenazan, entre otras cosas, la biodiversidad a nivel mundial.
«Esto ha hecho que nuestro sistema agrícola sea un importante impulsor del cambio climático y, a la vez y en gran medida, vulnerable a sus efectos», planteó Mittal.
Por eso, a su juicio, “en lugar de ver la inteligencia artificial como la próxima solución milagrosa para el hambre, necesitamos un sistema alimentario que respete y proteja la inteligencia de los agricultores familiares, el conocimiento tradicional y los principios agroecológicos de la agricultura».
T: MF