Carlos Restrepo desgrana las horas en la incertidumbre: integra el pelotón de miles de emigrantes cubanos concentrados en Ciudad Juárez, en la militarizada frontera mexicana con Estados Unidos, a la espera de la entrevista para solicitar asilo en ese país.
En mayo salió desde La Habana rumbo a Nicaragua, y una travesía por tierra lo llevó a la frontera estadounidense, contó a IPS desde la norteña ciudad mexicana este ingeniero informático de 34 años.
Pero en junio, un acuerdo entre Washington y Ciudad de México, destinado a reducir el flujo de migrantes centroamericanos y de otras latitudes hacia territorio estadounidense desde el vecino del sur, complicó sus planes.
“Planeaba cruzar la frontera, y quedarme en casa de un amigo en Texas, y esperar allí el año necesario para acogerme a la Ley de Ajuste Cubano. Pero si permanezco de este lado de la frontera, no podré aplicar y todo habrá resultado en vano”, señaló.
Restrepo desembolsó miles de dólares para tratar de alcanzar el “sueño americano”. Su drama es el de miles de compatriotas quienes en las últimas semanas han sido devueltos o impedidos de entrar a Estados Unidos, debido a las negociaciones entre los gobiernos de los presidentes de ese país, Donald Trump, y de México, Andrés Manuel López Obrador.
Mediante el acuerdo firmado el 7 de junio, Estados Unidos se comprometió a expandir el programa de Protocolos de Protección a Migrantes (MPP, en inglés), a través de toda su frontera sur.
Esto significa que las personas que cruzan la zona limítrofe son regresadas a México, donde deben esperar la tramitación de su solicitud de asilo.
México, por su parte, autorizó el ingreso de todas esas personas por razones humanitarias, mientras discurre el proceso, y prometió ofrecerles empleos, atención médica y educación.
Medios informativos reflejan que el contingente de emigrantes crece por días en urbes fronterizas como Nuevo Laredo, Tijuana, Matamoros o Ciudad Juárez.
Solo en Ciudad Juárez, indican, unas 18.000 personas llenan actualmente albergues, hoteles, viviendas de alquiler, son acogidas por familias o incluso pernoctan en la calles, a la espera de ser llamadas para su proceso migratorio, que puede demorar meses y con resultados inciertos.
Datos del Consejo Estatal de Población y Atención a Migrantes en México reflejan que de esa cifra total, entre 70 y 80 por ciento (de 12.000 a 14.000) son cubanos.
Desde 2013 se constata un incremento en el flujo migratorio de cubanos hacia el exterior, a partir de cambios en la ley migratoria que eliminó el denominado permiso de salida, un documento de viaje imprescindible hasta ese momento.
Tras el restablecimiento de relaciones bilaterales entre La Habana y Washington, en julio de 2015, miles de ciudadanos salieron legalmente de la isla para tratar de llegar a Estados Unidos desde países latinoamericanos, temerosos de que cesaran los beneficios especiales en materia migratoria, como finalmente ocurrió.
El cierre de fronteras ante las oleadas de viajeros dio lugar a una crisis migratoria que involucró a varios naciones de la región.
Poco antes de abandonar la Casa Blanca, en enero de 2017, el expresidente Barack Obama (2009-2017) canceló la política de “pies secos/pies mojados”, que garantizaba a los cubanos obtener asilo e incluso, la residencia permanente, con tan solo tocar suelo estadounidense.
Quedó como opción solicitar el asilo político, al amparo de la Ley de Ajuste Cubano (1966), que otorga la residencia legal al año y un día de permanecer dentro del país. Pero si los emigrantes de nacionalidad cubana son retornados a México, esa norma legal no aplicaría.
Especialistas coinciden en que la migración cubana en y hacia Estados Unidos ha sido desfavorecida por la política de Trump hacia el gobierno de La Habana, y casi anuló el trato preferencial mantenido durante décadas para los ciudadanos de este país.
Si bien en el primer año de su administración cayeron drásticamente las cifras de cubanos interceptados en la frontera, los datos disponibles indican que después comenzó un nuevo repunte.
Un informe de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos mostró que de octubre de 2018 a julio de 2019, más de 18.000 cubanos fueron detenidos en la frontera sur, más del doble que en igual período del año anterior.
A raíz de los extraños y aún sin esclarecer incidentes sónicos, denunciados por primera vez en febrero de 2017 por la embajada de Estados Unidos en La Habana, Washington cerró los servicios consulares en la capital cubana en diciembre de 2018.
Ahora los cubanos que deseaban emigrar o visitar Estados Unidos deben viajar a terceros países e incurrir en gastos adicionales, sin garantía alguna de recibir el visado.
En 2018, Estados Unidos incumplió el acuerdo migratorio firmado con Cuba en 1995 y que garantizaba la entrega de un mínimo de 20.000 visas anuales para viajar a la nación de la que le separan solo 90 millas.
Adicionalmente, en marzo de este año, Washington redujo la validez de las visas tipo B2, de no inmigrante y entradas múltiples para cubanas y cubanos, de cinco años a apenas tres meses y con una sola entrada.
“No son buenos tiempos para irse a Estados Unidos”, reconoció Jessica de la Caridad Valle, una habanera licenciada en Economía, de 26 años, quien aspira obtener una beca en universidades de México, Chile o España.[related_articles]
“Desistí de irme a Estados Unidos. Están parando y devolviendo a las personas en la frontera. He escuchado comentarios de amistades y he visto en las redes sociales que incluso hay grupos criminales en las zonas fronterizas que estafan, secuestran, roban y hasta matan a los emigrantes, entre ellos los cubanos”, afirmó.
Valle forma parte de una generación que si bien disfruta de servicios básicos como educación y salud gratuita, también ha estado marcada por las vicisitudes derivadas de la persistente crisis económica con la que convive este país desde 1990, tras el derrumbe de la Unión Soviética y los países de la órbita socialista de Europa del Este.
La joven aseguró a IPS que pese a las reformas económicas implementadas en los últimos años, los cambios ocurren demasiado lentamente y no ve perspectivas de desarrollo.
“Todavía soy joven y tengo fuerzas para empezar en otro lugar. Pero quiero hacerlo de manera menos riesgosa, sin vender mi casa para viajar al exterior, y allá sobornar a agentes aduaneros o caer en alguna red de tráfico humano que me podría quitar el dinero, convertirme en una prostituta o hasta asesinarme”, analizó.
Un mapa interactivo publicado en el sitio de la Organización Internacional para las Migraciones mostró que 1.558.312 cubanas y cubanos viven en otras latitudes, cifra equivalente a 13,6 por ciento de los 11,2 millones de residentes en este país insular caribeño.
Estados Unidos encabeza la lista de destinos preferidos para fijar residencia, aunque los cubanos optan incluso por naciones tan lejanas como Australia y Timor.
Antes, la Encuesta Nacional de Migraciones (Enmig 2016-2017), reveló que de 2008 a 2016, un total de 240.042 personas pasaron a vivir temporal o permanentemente fuera de Cuba. Más de tres cuartas partes de ellas tienen entre 15 y 49 años de edad.
También refleja que 59 por ciento de los hombres y 45 por ciento de las mujeres que decidieron emigrar aseguraron haberlo hecho “para mejorar económicamente”.
Edición: Estrella Gutiérrez