Los países miembros de la OIT acordaron un nuevo convenio internacional para proteger a los trabajadores del acoso y la violencia en el ámbito laboral, que es calificado de histórico pero sobre el que hay discrepancias en cuanto a su efectividad por el carácter voluntario de su implementación.
La Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) concluyó su sesión anual en Ginebra, el 21 de junio, con la aprobación del nuevo Convenio sobre eliminación de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo.
La OIT (Organización Internacional del Trabajo), cuya actuación emana de las CIT, precisó que la nueva norma internacional entrará en vigor 12 meses después de que al menos dos Estados miembros lo hayan ratificado, junto con las recomendaciones, que no son jurídicamente vinculantes, pero que proporcionan directrices sobre cómo aplicarlo.
Rothna Begum, investigadora principal de derechos de la mujer en la organización Human Rights Watch (HRW) en su oficina en Ginebra, puntualizó que otro requisito del Convenio 190 de la OIT es que cada Estado debe ratificarlo para que entre en vigor dentro de su territorio.
A su juicio, eso es una debilidad porque muchos los Estados firman convenciones internacionales y luego no las ratifican, así que las de carácter obligatorio con tan solo la firma facultan en que el organismo responsable, en este caso la OIT, cuente con instrumentos para su cumplimiento.
Un caso diferente, adujo, es el de las de las recomendaciones, que “proporcionan la orientación necesaria para comprender las obligaciones establecidas en el Convenio».
La especialista de HRW señaló que también hay una resolución que, una vez adoptada, ordenará a la OIT tener una estrategia para llevar a cabo una campaña de ratificación y ayudar a los gobiernos y las organizaciones de empleadores y de trabajadores a implementarla.
Paula Donovan, activista por los derechos de las mujeres y codirectora de la campaña del Código Azul contra los abusos sexuales en las operaciones de paz de las Naciones Unidas, destacó el gran valor del Convenio 190.
«Es impresionante darse cuenta de que hace menos de una década, pocos podía imaginar que un convenio tan progresista podría ser adoptada en la OIT”, dijo en diálogo con IPS.
Como punto negativo resaltó la ironía de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la que la OIT es una de sus agencias, quede excluida del mandato del Convenio, lo que le da inmunidad en sus lugares de trabajo, incluidos los de los países que sí ratifiquen el tratado.
«Pero la gran victoria alcanzada debería inspirar la esperanza de que la ONU pueda elegir cambiar con el tiempo y unirse a la revolución que defiende», declaró.
Palitha Kohona, exjefe de la Sección de Tratados de la ONU, dijo a IPS que «la cuestión de si la convención de la OIT sobre violencia y acoso en el mundo del trabajo es obligatoria o voluntaria dependerá de sus propias disposiciones».
En general, los convenios de la OIT, 189 hasta ahora, permiten a los Estados parte implementar sus propias obligaciones para cada tratado, con sus propios mecanismos.
Los tratados, reflexionó con base en su experiencia, se implementan mejor cuando los estados parte se sienten obligados a incluirlos en sus jurisdicciones nacionales porque la implementación es en su propio interés.
A su juicio, la aplicación voluntaria produce los mejores resultados. Cuando un tratado tiene disposiciones obligatorias, su cumplimiento requiere la creación de una gama de mecanismos internacionales para su aplicación que no son fáciles, dijo Kohona, quien también fue representante permanente de Sri Lanka ante las Naciones Unidas.
María Victoria Cabrera Balleza, directora ejecutiva de la Red Mundial de Mujeres Constructoras de la Paz, dijo a IPS que la adopción del nuevo Convenio de la OIT representa un hito crucial en la lucha para eliminar la violencia y el acoso contra las mujeres en el trabajo.
A su juicio, la plena y efectiva aplicación de esta norma internacional cambiará las vidas de las mujeres en todo el mundo.
«Cuando las mujeres sepan que están seguras, serán más productivas, estarán más inspiradas y más motivadas. Eso será beneficioso para todos, para las propias mujeres, para el movimiento laboral, para el sector empresarial y para los gobiernos», dijo la activista de origen filipino.
Para Cabrera, «esto también demuestra que el movimiento #MeToo puede tener un carácter diverso”.
“No es solo para mujeres blancas en América del Norte y Europa. Espero sinceramente que más mujeres, especialmente en lugares de trabajo en países en desarrollo, hablen sobre el hostigamiento y la violencia cometidas contra ellas, y también que todos los agresores se enfrenten a la justicia», afirmó Cabrera.
Señaló que el nuevo tratado ha demostrado que el movimiento #MeToo (yo también) realmente puede dar lugar a un #WeToo (nosotras también). El siguiente paso es lograr que todos los gobiernos ratifiquen el tratado y se obliguen a instrumentar leyes locales para su instrumentación.
«La sociedad civil de todo el mundo debe unirse y movilizarse para garantizar que ningún gobierno se salga con la suya sin ratificarlo. Igualmente, si no es más importante, garantizar que los gobiernos, los empleadores, los sindicatos y las asociaciones de trabajadores sean responsables del cumplimiento de este tratado pionero”, afirmó.
Por su parte, un portavoz de la OIT dijo a IPS que además de su aplicación por los Estados que lo ratifiquen, el Convenio 190 “también podrá ser utilizado como referencia establecer políticas en organizaciones internacionales» contra el acoso y la violencia laboral.
El Centro para el Liderazgo Mundial de las Mujeres dijo en un comunicado que el Convenio representa pasar de una toma de conciencia sobre la violencia de género en el mundo del trabajo, a un mecanismo que obligue a rendir cuentas y acabar con ella.
«Estas nuevas normas reconocen una definición amplia de ‘trabajadora’ y ‘mundo del trabajo’, que tiene el potencial de abordar la amplia gama de realidades laborales de las mujeres”, expresa el Centro, para el que el nuevo Convenio impactará en forma positiva a millones de mujeres en todo el mundo.
En la aplicación del Convenio, añade, se requerirá un enfoque “interseccional”, aquel que incluye el género, la etnia, la clase u orientación sexual como categorías sociales construidas e interrelacionadas. De esa manera, aduce, se garantizará que las normas sean inclusivas y tengan en cuenta a trabajadoras marginadas y situaciones vulnerables.
«Buscaremos que los Estados y los empleadores desarrollen prácticas auspiciosas” para cumplir los nuevos estándares, y también para que estos reflejen los derechos humaos de las mujeres y su derecho a condiciones de trabajo decente, añadé.
El nuevo Convenio, que se negoció por dos años, obligará a los países que lo ratifiquen a desarrollar leyes nacionales que prohíban la violencia en el lugar de trabajo y tomen medidas preventivas, como campañas de información, así como que las empresas tengan políticas laborales sobre la violencia.
El tratado también obliga a los gobiernos a monitorear el problema y proporcionar acceso a recursos mediante mecanismos de denuncia, medidas de protección de testigos y servicios a las víctimas, además de proporcionar medidas para su protección contra las represalias.