El cambio climático es una amenaza global para la producción de alimentos, pero para la agricultura argentina podría ser a la vez una fuente de oportunidades. En algunas zonas del país se generarían mejores condiciones para la actividad productiva, según el análisis de especialistas sobre las últimas proyecciones climáticas.
A través de los “Mapas de riesgo de déficit y excesos hídricos en los cultivos según escenarios de cambio climático”, el gobierno proyectó hasta 2039 la cantidad de agua disponible para soja, maíz, trigo, girasol y algodón, los principales cultivos, que en casi todo el país se producen en secano (sin riego).
“El cambio climático tiene dos caras para la producción de nuestro país: nos va a traer problemas pero también oportunidades”, dijo a IPS el subsecretario de Agricultura, Luis Urriza.[pullquote]3[/pullquote]
“En la mayor parte de la pampa húmeda, que es una llanura fértil de gran extensión como existen pocas en el mundo, esperamos más lluvias, en cantidad y en intensidad. Va a haber inundaciones, pero si sabemos manejar el agua podemos ser más productivos”, agregó.
Las consecuencias negativas del cambio climático son bien conocidas en este país sudamericano con 44 millones de habitantes. En 2018, la agricultura fue fuertemente afectada por una sequía que impactó principalmente sobre las cosechas de soja y maíz, los dos cultivos con mayor superficie sembrada.
Las pérdidas fueron estimadas por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires en casi 6.000 millones de dólares, ya que la cosecha fue inferior a lo esperado en 27 millones de toneladas.
En un país donde la producción agropecuaria es la principal generadora de exportaciones, esa sequía se considera uno de los factores que contribuyó a un 2018 pésimo de la economía, con una caída del producto interno bruto de 2,3 por ciento.
Pero detrás de esa noticia, ampliamente difundida, también hay datos positivos que vienen de la mano del cambio climático, según advierte Miguel Ángel Taboada, director del estatal Instituto de Suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), un referente dentro de América Latina.
“El impacto negativo está muy a la vista pero hay también que tener en cuenta que la mayor cantidad de lluvias en verano que se viene registrando en la zona central de la Argentina ha permitido llevar la agricultura hacia el oeste, a zonas que no eran consideradas productivas”, explicó Taboada a IPS.
“Digamos que el cambio climático no necesariamente nos perjudicó. El resultado es más bien balanceado”, consideró.
Los nuevos mapas de riesgo agrícola fueron presentados el 29 de enero por los secretarios de Ambiente, Sergio Bergman, y de Agroindustria, Luis Etchevehere, y serán actualizados periódicamente en los próximos 20 años.
En ellos, se contemplan dos escenarios diferentes: uno es el de estabilización del nivel de emisión de gases de efecto invernadero (llamado a nivel internacional, de RCP 4,5) y otro de aumento (RCP 8,5).
El resultado es que se espera un mayor o menor nivel de lluvias, de acuerdo a las zonas del país y a las épocas del año. La información está destinada a que los productores planifiquen de manera más eficaz sus fechas de siembra, la duración de los ciclos de cada cultivo e incluso la elección de las semillas.
La herramienta fue elaborada sobre la base de un estudio que la cartera de Ambiente hizo público en 2017, que es el Sistema de Mapas de Riesgos de Cambio Climático, que identifica de qué manera se va a ver afectada cada región del país.
El secretario de Cambio Climático y Desarrollo Sustentable, Carlos Gentile, afirmó a IPS que “se trata de posibilitar la adaptación al cambio climático para potenciar sus efectos positivos y amortiguar los negativos, lo que económicamente es mucho más conveniente que reparar las pérdidas”.
En ese sentido, el funcionario mencionó la importancia de la tecnología y, específicamente, la posibilidad de desarrollar semillas más resistentes a los fenómenos climáticos.
La agricultura argentina se volcó decididamente en los últimos 20 años a la agricultura transgénica, a través de semillas de soja, maíz y algodón resistentes a herbicidas o a sequías.
Actualmente, dentro del gobierno se discute la liberación del trigo transgénico, que ya fue aprobado por las autoridades ambiental y sanitaria, pero que enfrenta incógnitas desde el punto de vista comercial, ya que no es legal por ahora en ninguna parte del mundo.
“Cuando hablamos del calentamiento global todos pensamos en un aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos. Pero las proyecciones en los mapas muestran muchos matices, que por ejemplo dan oportunidades de ser productivas a zonas tradicionalmente secas, a partir de un aumento del régimen de lluvias”, agregó Gentile.
Las autoridades y especialistas consultados, incluido el subsecretario de Agricultura, coincidieron en que son los agricultores familiares los menos preparados para lidiar con las consecuencias del cambio climático y a los que el Estado debería darles herramientas, cosa que hasta ahora no se ha hecho, por su determinante función en la seguridad alimentaria interna.
En términos geográficos, el panorama, de todas maneras, parece más complejo para zonas que son consideradas marginales desde el punto de vista agrícola, tanto en el sur como en el norte del país.
En la sureña ecorregión de la Patagonia, por ejemplo, donde la principal actividad es la cría de ovejas, desde 2007 en adelante se han registrado sequías que han afectado la calidad de los pastizales.
“Todavía no sabemos sin son por efecto del cambio climático. Para afirmarlo deberíamos examinar un período mucho más prolongado. Pero sí sabemos que el aumento de las temperaturas hace que los pastos requieran cada vez más agua”, dijo a IPS Guillermo García Martínez, investigador en Recursos Naturales de la estación del INTA en Esquel, en la patagónica provincia de Chubut.
En el otro extremo del país, en la llamada Puna, la meseta del altiplano andino que limita con Bolivia y Chile, la vida para quienes dependen de los recursos naturales tampoco se proyecta fácil para los próximos años, porque se trata de un ecosistema de gran fragilidad por la escasez de agua, donde familias campesinas e indígenas crían llamas y ovejas en forma extensiva.
“Está pronosticado un aumento de temperatura en la región y eso significa mayor sequía”, explicó Alejandro Maggi, especialista en manejo y conservación de suelos de la Universidad de Buenos Aires.
“También va a impactar negativamente el retroceso de los glaciares que ya está ocurriendo, porque el agua en la región depende en buena medida de ellos”, agregó a IPS.
De todas maneras, si lo propio del cambio climático son fenómenos extremos e inesperados, en la Puna argentina se han vivido en este mismo verano austral inundaciones, como en otras zonas desérticas del planeta.
“Hubo deslizamientos y una fuerte degradación del suelo, porque esas tierras no están preparadas para recibir tanta agua”, detalló Maggi.
Es la actividad agrícola a escala industrial, por supuesto, la que mejor parece preparada para enfrentar los desafíos del cambio climático.
El doctor en ciencias agropecuarias Gustavo Maddonni opinó que “los productores argentinos siempre han sido rápidos en la toma de decisiones para adaptarse a los cambios, por ejemplo diversificando las fechas de siembra o adoptando cultivos híbridos”.
“La productividad de la agricultura argentina creció ininterrumpidamente a través de los años, gracias a la tecnología y al mejoramiento genético. En la medida en que se sigan experimentando buenas prácticas de manejo, esa tendencia va a continuar y se le va a ganar al cambio climático”, concluyó con optimismo en su diálogo con IPS.
Edición: Estrella Gutiérrez