El Morro de Santa Marta llama la atención por sus casas de vivos colores, en contraste con otras favelas, uniformadas por el predominante color rojizo de los ladrillos sin revoque. Pionero en muchas iniciativas, este barrio pobre y hacinado de esta ciudad brasileña de Río de Janeiro vuelve a serlo ahora por el desarrollo de la energía solar.
Pequeña, con 1.177 domicilios y 3.913 habitantes, según el censo de 2010, que los pobladores consideran muy inferior a la cifra real, la favela es muy visible en el tradicional barrio de Botafogo, al ubicarse en una escarpada pendiente del complejo montañoso y forestal al que rodea la urbe carioca.
Eso contribuye a atraer proyectos que luego se pretende extender a otros “aglomerados subnormales” (nombre de las favelas en las estadísticas) que, en algunos casos superan 100.000 habitantes.
Allí empezó en 2008 la implantación de Unidades de Policía Pacificadora (UPP) que por algunos años redujeron la violencia del narcotráfico en algunas favelas cariocas, pero los tiroteos volvieron a ser comunes en Santa Marta desde 2017.
El “Plan inclinado”, un tren ascensor que transporta hasta 20 personas, es otra marca local. Facilita desde 2008 la subida de 360 metros o cerca de 800 peldaños para llegar a la cumbre del morro, una palabra que forma parte de las favelas de Río de Janeiro, porque usualmente ocupan las laderas de los cerros que le imprimen carácter.
Una estatua de Michael Jackson, el cantante pop estadounidense, fallecido en 2009, es un punto turístico en una terraza en el centro de Santa Marta, la favela que él popularizó mundialmente al grabar en ella en 1996 su clip musical “They don’t care about us”.
Una mirada desde la parte alta muestra la novedad de los tres últimos años, paneles fotovoltaicos se incorporaron a algunos techos. La energía solar ya beneficia a guarderías, una clínica, una escuela de música y otras instituciones públicas, por iniciativa de Insolar, una empresa cuyo fundador, Henrique Drumond, define como un “negocio social”.
La guardería CEPAC (Centro Educativo Padre Agostinho Castejón), sostenida por la católica Compañía de Jesús, ahorra el equivalente a cerca de mil dólares mensuales en energía, gracias al mayor sistema solar de la favela.
Eso le permitió ampliar la biblioteca y ofrecer mejores materiales pedagógicos a los 150 niños atendidos, los más pobres, que son la mayoría, de forma gratuita.
La Asociación de Moradores del Morro de Santa Marta también cuenta con energía solar y trata de expandirla a las residencias, una meta dificultada por los bajos ingresos de las familias de la favela y las reglas para la generación de energía distribuida, solo permitida para el autoconsumo y no para venta.
Insolar movilizó apoyo financiero de instituciones y empresas, como la compañía angloholandesa Shell, para instalar esos sistemas y asegurar iluminación de emergencia en locales muy concurridos durante los frecuentes apagones, además de enchufes para cargar baterías de teléfonos celulares.
El próximo paso deberá favorecer parte de los 100 negocios que se estima que hay en Santa Marta, cuyo bienestar aún es afectado por el agua servida a cielo abierto, algunas endebles viviendas en peligro de derrumbe y eventuales interrupciones en el suministro de agua, energía y en el ascensor de rieles.
Para mayor información, le invitamos a visitar el artículo Enegía solar empuja desarrollo social en barrios pobres de Brasil
Edición: Estrella Gutiérrez