Las cifras son grandilocuentes, la Copa Mundial de Fútbol en Rusia alcanzó cifras récord en audiencia y turistas. Pero en Brasil la merma del entusiasmo apunta a una tendencia de menor afición por ese torneo y quizás por el deporte en sí.
La ausencia de hinchas y sus gritos en las calles, de banderas nacionales en los vehículos y ventanas, los escasos puntos en que se concentraron pequeñas multitudes revelaron un desinterés sorprendente en el llamado “país del fútbol”.
La movilización se amplió, pero aún tímidamente, cuando Brasil alcanzó los cuartos de finales, cuando fue eliminado por Bélgica.
Esta vez no se podría atribuir el desaliento a la falta de confianza de los brasileños en su selección, que la había recuperado en 2017 al clasificarse en primer lugar en los juegos clasificatorios para esta Copa Mundial de la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado).[pullquote]3[/pullquote]
La derrota para Alemania por 7 a 1 en el desastroso partido semifinal de la Copa de 2014 disputada justamente en Brasil es un recuerdo amargo, que no le impidió ser apuntada como una de las favoritas en Rusia.
Esa pérdida de interés de los brasileños por las disputas internacionales “no es de ahora, viene de unos 30 años atrás y se mostró incluso en la Copa de Brasil”, señaló a IPS el sociólogo Ronaldo Helal, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro donde coordina el Laboratorio de Estudios sobre Medios de Comunicación y Deportes.
“Disminuyó la identificación de los hinchas con la selección nacional, ante la globalización del futbol. Hoy ellos se identifican más con sus clubes que con el equipo nacional”, observó.
Para eso contribuyó mucho la “desterritorialización de los ídolos”, con los mejores jugadores emigrando a mercados futbolísticos más ricos, especialmente los europeos.
La selección era “la Patria de los botines”, como definió Nelson Rodrigues, importante dramaturgo brasileño de mediados del siglo XX, “cuando Brasil se consolidaba como Estado-nación”, entre las décadas de los 50 y los 70, en que ganar tres copas mundiales fue encarado con “un triunfo del proyecto de nación”, recordó Helal.
Pero las derrotas en los partidos de las finales de 1998, en que ganó Francia por 0-3, y de 2014 para Alemania ya fueron “derrotas de la selección, no de la nación, distinción positiva para el país”, afirmó.
En 1982, el brillante equipo nacional encantó el mundo en la Copa disputada en España, aunque eliminada antes de los partidos semifinales, “solo tenía un jugador actuando en el exterior, Falcão, en Italia. Ahora solo dos lo hacen en equipos nacionales”, ejemplificó.
Ahora, de los 23 convocados por el director técnico Adenor Leonardo Bachi, alias Tite, 21 juegan en el exterior, la mayoría en Europa, destacó.
Además hubo cinco brasileños en las selecciones de España, Rusia y Polonia en esta Copa, tras naturalizarse en esos países.
Esa globalización “fragmentó la identificación con los clubes, uno es hincha del Flamengo (Río de Janeiro, Brasil) y del Barcelona (España), otro de Palmeiras (São Paulo, Brasil) y Real Madrid”, acotó el sociólogo.
“La aldea global debilitó los lazos. El nacionalismo en el fútbol sigue existiendo, se cantan los himnos nacionales, se anhela el triunfo de la selección, pero no como antes sino en grado menor”, matizó.
También en Argentina el investigador observó “un vínculo creciente de los hinchas con los clubes en desmedro de la selección nacional”. En ese país la dicotomía se acentúa por un drama individual.
El jugador Leonel Messi es “un ídolo mundial, pero no un héroe nacional, para eso le falta conquistar un título mundial, probar que tiene sangre argentina”, sostuvo.
Las migraciones, no solo de futbolistas, sino de la población pobre, juegan un papel clave en la hegemonía europea, reflejada en las últimas copas mundiales con sus equipos interraciales como expresión de sus sociedades cada día más mestizas.
En Rusia, la campeona Francia tenía 19 hijos de inmigrantes o naturalizados entre sus 23 jugadores y otros dos semifinalistas, Bélgica e Inglaterra, casi mitad. La excepción fue Croacia, no por casualidad un país en busca de afirmar su identidad y su Estado nacional, 27 años de su traumática independencia.
La FIFA trata de limitar futbolistas la presencia de naturalizados en las selecciones, porque “depende del nacionalismo para el éxito de sus copas”, concluyó Helal.
Para Simoni Guedes, profesora de antropología de la Universidad Federal Fluminense y pionera en estudios académicos sobre el fútbol, “la disminución del interés por la Copa Mundial es coyuntural, ya hubo anteriormente y no es continuo”.
Una de las razones actuales es “el país dividido políticamente, en que un grupo secuestró los símbolos nacionales, como la bandera verde y amarilla”, apuntó a IPS, en referencia a la masiva movilización conservadora que derrocó a la ex presidenta Dilma Rousseff, destituida por el parlamento en 2016.
Es así que muchos salieron a apoyar a la selección nacional vestidos con camisetas de sus clubes, como la “rubro-negra (roja-negra)” del Flamengo en su caso personal, reveló.
Otro motivo, este permanente, es “un desinterés natural” por el alejamiento entre población y “jugadores cada día más ricos, aunque de origen social pobre”, opinó.
Los medios de comunicación tratan de rescatar “la empatía” con la hinchada, difundiendo biografías de algunos jugadores seleccionados nacidos en la pobreza, pero ellos “ganan un dinero inimaginable, nada comparable con sus remuneraciones hasta los años 70”, realzó.
Por último “ya somos pentacampeones” y la población trata de enfrentar otros problemas que se agravaron últimamente, como las incertidumbres políticas y el desempleo, según la investigadora.
Pero un creciente desinterés brasileño, si se confirma, puede ser el síntoma de una tendencia más amplia que apuntaría al fin de la expansión de las copas mundiales, si no del mismo fútbol.
Se trata del país más populoso entre las potencias de ese deporte, con sus 208 millones de habitantes. Famosos jugadores brasileños contribuyeron a popularizar el fútbol en Estados Unidos y Japón, donde Edson Arantes do Nascimento, Pelé, y Arthur Antunes Coimbra, Zico, terminaron sus carreras difundiendo ese deporte.
El total dominio europeo, al acaparar los triunfos en las últimas cuatro copas mundiales y atraer los mejores jugadores de todos los continentes por su poder económico, también resta interés en los torneos internacionales, al convertir todos los demás en simples coadyuvantes, incluso América del Sur, protagonista del pasado.
El fútbol como espectáculo en general enfrenta otro desafío, la comunicación digital que seduce la juventud por juegos electrónicos y un sinnúmero de posibilidades de entretenimiento.
Las nuevas generaciones no ven el televisor, acompañan el fútbol por dispositivos móviles, como el teléfono celular.
El consumo de productos audiovisuales se hizo “más efímero y rápido”, lo que explica la baja adhesión a la Copa de Rusia, según el abogado Pedro Trengrouse, que coordina un curso de Gestión de Deportes en la Fundación Getulio Vargas, un centro de estudios superiores de Río de Janeiro, en una entrevista al diario Valor Económico, el 9 de julio.
Los jóvenes de hoy tardan más a “conectarse” con eventos como la Copa y “se desconectan” más rápidamente, explicó.
Edición: Estrella Gutiérrez