Braiton Aguilar, estudiante de la Escuela Cecilio Piedra Gutiérrez, recorre sonriente y satisfecho las eras de la huerta escolar donde crecen verdes hileras de cebollino, lechuga, cilantro, apio, espinaca y tomate, entre otras hortalizas, en el municipio de Desamparados, en Costa Rica.
En ese centro de Frailes de Desamparados, un pueblo de unos 3.000 habitantes de ese cantón (municipio), bajo una estructura metálica y una malla transparente se encuentra la floreciente huerta escolar que Braiton tanto admira.
En la entrada de la huerta hay un pequeño arbusto de mora y muy cerca se observa un cultivo de chile (pimiento).
“Me gusta estar en la huerta, porque puedo sentir la tierra en mis manos y compartir con mis compañeros de clase. Yo antes sí comía mucha cochinada, así como paquetillos (golosinas), pero ahora como más verduras y frutas”, comentó el joven, al tratar de explicar el cambio en sus gustos alimentarios.
En Costa Rica, la Zona Central y la Región Brunca poseen uno de los niveles más altos de pobreza e inseguridad alimentaria.
Por lo tanto, mediante el Proyecto Fortalecimiento de los Programas de Alimentación Escolar impulsado por la cooperación internacional entre el gobierno de Costa Rica, el gobierno de Brasil y la FAO, se ha establecido una estrategia efectiva de educación alimentaria y nutricional.
Braiton y sus compañeros de la escuela, son parte de los 10.800 escolares que por medio del proyecto han logrado mejorar sus hábitos alimentarios junto a sus familias.
Huerta estudiantil como herramienta pedagógica
Todos los viernes Braiton y sus compañeros, cambian de ropa y se calzan botas para recibir lecciones en la huerta.
En la huerta hay palas, regaderas, rastrillos y diversos instrumentos que se pueden utilizar para labrar la tierra.
“A las 5:00 AM me levanto para ir a la escuela, me alisto y me despido de mi mamá y mis hermanos para llegar temprano y después poder ir a la huerta”, asegura sonriente.
Las huertas escolares son ambientes de aprendizaje que permiten que los estudiantes desarrollen nuevas habilidades y conocimientos en la producción de alimentos.
“Yo no sabía cómo preparar la tierra para sembrar, ni tampoco sabía cómo sembrar las semillas, en cambio ahora sí. También, aprendí a hacer un conteo de plantas y otras actividades agrícolas”, mencionó el estudiante.
Braiton es un joven alegre, en sus ojos se refleja un inmenso deseo por aprender y rescatar las buenas prácticas agrícolas y consumir alimentos saludables producidos en su comunidad, ya que su abuelo y su padre son agricultores familiares.
El año pasado en la clase de Estudios Sociales los estudiantes de la Escuela Cecilio Piedra Gutiérrez, aprendieron sobre los principales cultivos que sembraban los primeros agricultores costarricenses.
Además, conocieron de la importancia de comer por colores para nutrirse de distintas vitaminas y minerales, pero sobre todo la necesidad de alimentarse saludablemente, no solo en la escuela también en sus hogares.
Después de esa lección Braiton y sus compañeros sembraron ansiosos, semillas de maíz y frijoles con mucho deseo de ver cómo crecían y se iban fortaleciendo esas pequeñas semillas.
“Cuando veo el plato en el comedor de la escuela con los alimentos que con mis manos sembré y que me voy a comer, me siento muy orgulloso y feliz de haberlos producido”, afirmó Braiton.
Capacitando a docentes, madres y padres de familia
Un total de 638 docentes y 2.700 madres y padres de familia han sido capacitados sobre la importancia de promover estilos de vida saludables en las escuelas y en los hogares.
Mientras que 240 productores nacionales y organizaciones de la agricultura familiar local, han mejorado sus sistemas productivos y comerciales logrando obtener más ingresos y acceso a alimentos más nutritivos.
De la huerta hasta el comedor escolar y el hogar
Así como Braiton, Irina Solís, de 11 años, y Adonis Navarro, de 12, comparten lecciones en la misma escuela. Ambos con entusiasmo y tenacidad lograron levantar su propia huerta en la casa, con el propósito de mejorar los hábitos alimentarios de sus familias.
“Primero preparé el terreno, escogí las semillas y sembré lechuga, remolacha, culantro y cebollino. Me gustó mucho porque mi familia se involucró y me ayudó en el proceso. Ahora comemos más variado y sabe delicioso”, afirmó sonriente Solís.
Ahora, estos jóvenes reconocen que se han acostumbrado a alimentarse de forma adecuada para mantenerse sanos y con suficiente energía para realizar sus deberes diarios.
Los programas de alimentación preescolar y escolar son una herramienta de intervención estratégica de protección social y de aplicación del Derecho Humano a la Alimentación Adecuada, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Según el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2017, Costa Rica es uno de los países de la región que presenta bajas cifras en los índices de subalimentación con 5,6 por ciento.
Sin embargo, el país, no puede descuidarse si quiere lograr erradicar el hambre en el 2030.
Actualmente, el Sector Agropecuario con apoyo de la FAO, trabajan en el fortalecimiento de los procesos de atención diferenciada a la agricultura familiar, la adecuación de marcos jurídicos para el cumplimiento del Derecho Humano a la Alimentación Adecuada, la promoción de compras públicas para la alimentación escolar y el desarrollo rural y local.
Entre tanto, con una mirada seria y serena, Braiton afirma que la agricultura debe de continuar para garantizar la disponibilidad de alimentos a la población.
A su corta edad es consciente que su abuelo y papá siembran frijol, maíz, café, plátano y banano en el campo para alimentar a su familia y generar ingresos para mejorar sus condiciones de vida.
Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO