En la montaña de la región peruana de Cajamarca, los servicios de salud son escasos. La población ignora las enfermedades no transmisibles que padece, sus causas y cómo tratarlas, y no le queda más que esperar la esporádica visita de un grupo de voluntarios.
Los voluntarios van en autobús hasta dónde pueden llegar y luego comienzan caminar por un terreno escarpado que los lleva hacia unas pasturas en la montaña. La tranquilidad del entorno solo se ve entrecortada por su respiración agitada de caminar en la altura.
Finalmente, el grupo llega a la comunidad de artesanos en Porcón Alto, en la región rural de los Andes.
Las mujeres los reciben con sus hijos retozando o a cuestas y se sientan alrededor de los voluntarios con un montón de preguntas sobre nutrición, ejercicio físico y prevención de enfermedades, entre varias consultas.
Los voluntarios empiezan su trabajo tomándoles la presión, pesándolas, midiendo su ritmo cardíaco y la glucosa en la sangre.
Una de las mujeres, que parece tener entre 40 y 60 años por su piel curtida tras años de trabajar al rayo del sol, tiene un niño pequeño en brazos y escucha con suma atención a una de las voluntarias. Sin embargo, según sus antecedentes médicos tiene tan solo 22 años.
Para Celestina, Porcón es literalmente su casa, su familia ha vivido en esta misma tierra desde hace generaciones.
“La casa de allá la derribaron, pero ahí vivieron mi abuela y mi mamá”, relató en español apuntando con el índice en la dirección en donde estaba la casa familiar.
Con respecto a la vida en esta zona, comentó: “A veces es bueno, otras veces es malo. A veces me preocupo. Mi hija (Analee) está enferma ahora, así que ahora estoy triste”, explicó a IPS.
En la mañana, un insecto había picado a la bebé en la mejilla y en la tarde ya la tenía hinchada y roja.
A Celestina le gustaría que su hija creciera en una ciudad, quizá en Cajamarca. “¿Pero dónde construiríamos una casa?”, planteó.
“Aquí en el campo, solo cocinamos, limpiamos y tratamos de bañarnos y esperamos”, relató. “Lo único que podemos hacer es esperar un transporte adecuado para llegar a Cajamarca para tratar de recibir una atención adecuada”, apuntó, refiriéndose a los servicios de salud.
Pero si se enferman lo único que pueden hacer es esperar el transporte para llegar a Cajamarca. No tienen medicamentos y su mejor defensa es mantener la higiene, pero a menudo no basta.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), 19,1 por ciento de la población urbana en Perú es pobre, mientras que en el campo se eleva a 54,2 por ciento. En lo que respecta a la extrema pobreza, el contraste es mayor, 2,5 por ciento con respecto a 23,3 por ciento, respectivamente.
Celestina tiene 38 años, pero su estado de salud parece el de una persona de 60, pues acarrea problemas desde la infancia, como dificultades de visión crónicas y problemas estomacales. Pero a ella le preocupa particularmente la salud de su hija.
Sin embargo, las dificultades de vivir en un paraje tan aislado no son las tragedias ocasionales, sino los problemas de salud crónicos. Uno de cada cuatro niños de Porcón tiene bajo peso y uno de cada cuatro corre riesgo de tener sobrepeso o ya está excedido de peso. En la población adulta, 33 por ciento son obesos y 42 por ciento tienen exceso de peso.
La mayoría de las personas revisadas por los voluntarios de la salud, tanto en Porcón como en Cajamarca, tienen hipertensión o sobrepeso. Un número excesivo tenían diabetes y no lo sabían, así como tampoco conocen las causas de la enfermedad.[related_articles]
Una de las mujeres tenía un nivel de azúcar en sangre de 230 miligramos, lo que sorprendió tanto a la voluntaria que le repitió dos veces el análisis porque no podía creerlo. A partir de 115 se considera que la persona es diabética.
Sin conocimiento sobre el cáncer ni sobre cómo prevenirlo, muchos tienen padres y abuelos que fallecieron a causa de esa enfermedad, pero para la población local “simplemente murieron” y desconocen las causas.
En Perú, hay 17,8 por ciento de profesionales de la salud, ya sean médicos, enfermeras o parteras, cada 10.000 habitantes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero su distribución es muy desigual. Algunas zonas rurales tienen menos de 10 por ciento de profesionales.
Lima, por ejemplo, tiene tres veces más de profesionales, alrededor de 15,4 por ciento, que Huancavelica, una de las ciudades más pobres de este país latinoamericano. Esa es una de las ciudades más pobres de Perú, de mayoría indígena.
Además, en las ciudades, los profesionales médicos atienden 89,1 por ciento de los partos, mientras que en el campo, solo 42,9 por ciento.
No es de sorprender entonces que la mortalidad infantil en las áreas rurales de Perú sea casi el doble que en las ciudades, 40 y 26 por ciento, respectivamente.
Según la OPS, 35,3 por ciento de los adultos en áreas rurales tienen sobrepeso y 16,5 por ciento son obesos. Solo 40 por ciento realizan una “actividad física moderada”, y por ello todas las visitas médicas concluyen con ejercicios grupales.
Celestina dice tener mucho miedo por la salud de la comunidad, pues cuando los médicos se van, la población queda sola en lo alto de los Andes sin más defensa que sus propias capacidades.
“Los médicos siempre nos dicen que nos ayudarán y nos curarán. Pero no podemos siempre acudir a ellos, ni ellos pueden llegar hasta nosotros porque están muy lejos”, se lamentó bastante preocupada.
Por ahora, Celestina y toda la comunidad de Porcón no puede hacer más que esperar.
“Lo único que podemos hacer es esperar hasta que podamos ir al médico”, concluyó resignada.
Traducido por Verónica Firme