El huracán Irma, un desastre aún por cuantificar para Cuba

Residentes de La Habana transitan por una calle vecina al malecón de la capital de Cuba, inundada por la embestida del mar tras el paso del huracán Irma. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Residentes de La Habana transitan por una calle vecina al malecón de la capital de Cuba, inundada por la embestida del mar tras el paso del huracán Irma. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

A cuatro días de iniciada la recuperación por el azote del huracán Irma, los árboles y cables caídos cubren calles de la capital cubana, algunas de ellas siguen intransitables. La situación se repite en las 14 de las 15 provincias cubanas afectadas por el ciclón.

“Y eso que no pasó por La Habana… si el ciclón toca tierra por aquí… arrasa. Esta ciudad no está preparada para eso”, dijo una mujer que vende pan en La Habana Vieja, un municipio con una zona en el paseo marítimo del Malecón habanero, donde el mar entró hasta 500 metros tierra adentro en la noche del sábado 9 de septiembre.

La poca resiliencia de la capital cubana, donde sucedieron siete de las 10 pérdidas humanas sufridas en todo el país, quedó al descubierto luego de que las penetraciones del mar, vientos de tormenta y lluvias de la banda de alimentación de Irma afectaran la costa norte habanera en su giro hacia el estado de Florida, en Estados Unidos.

En espacios públicos e Internet, las personas reiteran que llevará años recuperarse del gran impacto de Irma, que arrasó con comunidades costeras, los árboles en las provincias afectadas y asestó un duro golpe al motor de la economía cubana, el turismo, porque afectó balnearios en los cayos del norte y el internacional de Varadero.

“Mi padre, que tiene 84 años, no recuerda haber vivido un huracán de la magnitud de Irma. Se sintió aterrador… el daño fue mayor en la costa norte, sobre todo en los cayos”, dijo Lázaro Roque, vecino de Ciego de Ávila, una de las provincias en las que Irma más se ensañó junto a Camagüey y Villa Clara.

A Roque, que es profesor universitario y vive en una comunidad donde muchas personas trabajan en el balneario de Cayo Coco, le preocupa el efecto negativo para toda la recuperación del país de los daños en el turismo, que aún las autoridades no han dado a conocer. “Ya comenzaron a reparar, pero fueron muchos los daños”, apuntó.

Como la mayoría de las islas del Caribe, el turismo resulta clave para la economía cubana, que desde 2016 intenta salir de una recaída en su larga crisis. Justo para el cierre de 2017 el sector aspiraba a superar la cifra récord de cuatro millones de visitantes internacionales, una meta que pudiera resultar inalcanzable tras Irma.

El sistema cubano de enfrentamiento a desastres, aceitado durante 50 años y halagado por su efectividad en salvaguardar las vidas humanas, fue puesto a prueba por el lento y arrasador paso de Irma por la costa norte de la isla caribeña, adonde se aproximó el viernes 8 de septiembre por el oriente y continuó por el centro hasta el occidente.

Durante los últimos años, las autoridades promueven la evacuación de la mayor cantidad de personas en casas seguras de familiares, vecinos y personas solidarias, para aliviar esa alta carga económica asumida por décadas casi por completo por el Estado.

Gracias a la conciencia creada, de las 1.738.000 personas evacuadas en todo el país 1.465.000, equivalentes a 86 por ciento, lo hicieron en viviendas privadas, mientras otras 20.000 se resguardaron en túneles y cuevas, que este último es un refugio tradicional aborigen. También fueron protegidos más de 14.000 turistas internacionales.

Trabajadores y vecinos laboran en la limpieza de las calles tras el paso del huracán Irma por La Habana, en Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Trabajadores y vecinos laboran en la limpieza de las calles tras el paso del huracán Irma por La Habana, en Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

“La mayoría de las personas del barrio perdieron las casas o los techos, y las acogimos en la casa de mi mamá, que resistió bastante bien el ciclón”, contó Ana María Cabrera, una socióloga que vive en Camajuaní, un municipio de la provincia central de Villa Clara.

Para esta mujer, la etapa que ahora afrontan “es la peor” por el colapso de servicios y la escasez de comida y agua además de fuentes de energía para cocinar. Hace falta la cooperación entre todas las personas, instó. Contó que en su barrio acopiaron alimentos entre todos y en la casa con mejores condiciones elaboran comidas colectivas.

Mientras llueven historias de solidaridad y organización comunitaria como la del barrio de Cabrera, otras personas observan con alarma actitudes de apatía y egoísmo.

“Hay un cambio perceptible en la conducta de las personas y es la indiferencia… ¿o indolencia?”, valoró Lourdes Pastrana, una vecina del municipio habanero de 10 de Octubre. “En mi cuadra, solo algunas personas barrieron la abundante hojarasca que quedó en su tramo de acera (frente a su casa)”, puso como ejemplo la editora.

A su juicio, “no ha habido para nada espíritu de trabajo comunitario, al menos aquí”, en una ciudad donde en tiempos normales resulta deficiente la recogida de desechos sólidos por parte de la empresa estatal con ese encargo. Entre ellos y en medios digitales, vecinos se quejaron y calificaron de lenta la recuperación de La Habana.

Vaticinado como un huracán que hará historia por mantenerse durante tres días en categoría cinco, la máxima en la escala de medición Saffir-Simpson, Irma demostró la desoladora magnitud de los daños a enfrentar por las islas del Caribe debido al cambio climático, incluso poco afrontables por la más grande de ellas, Cuba.

“El cambio climático está haciendo su efecto”, alertó en la televisión estatal el meteorólogo José Rubiera, la voz más autorizada en la materia en Cuba.

Dos personas caminan el miércoles 13 de septiembre en medio de los escombros y objetos esparcidos por una calle del barrio del Vedado tras el paso del huracán Irma por la capital de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Dos personas caminan el miércoles 13 de septiembre en medio de los escombros y objetos esparcidos por una calle del barrio del Vedado tras el paso del huracán Irma por la capital de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Según estudios oficiales, de los 577 asentamientos identificados como vulnerables,  262 son costeros, de los cuales 122 pueden ser afectados tan solo por el aumento del nivel del mar, con pérdidas permanentes de superficie, edificaciones, redes y servicios.

A diferencia de otros huracanes, que impactaron solo algunas provincias, Irma realizó casi un bojeo (recorrido perimetral por una isla) por la costa norte cubana durante más de 72 horas, cuando osciló entre las máximas categorías de 4 y 5. Afectó a casi todo el país de 11,2 millones de habitantes e hizo colapsar el abasto de agua y en especial la centralizada generación eléctrica.[related_articles]

Todavía hoy muchas comunidades permanecen sin servicio eléctrico debido a una baja en la generación por afectaciones a varias termoeléctricas, 11 líneas de 110 voltios y 400 de 220 voltios y miles de kilómetros de tendido eléctrico y postes caídos.

“La gran ventaja de la energía renovable es que es descentralizada, la puedes utilizar indistintamente, haya sistema o no”, explicó Ángel Almarales, el director general del estatal Centro de Aplicaciones Tecnológicas para el Desarrollo Sostenible, en Guantánamo.

Almarales figura entre los especialistas que recomiendan desde hace años la transición hacia fuentes renovables de energía en Cuba, además para resistir mejor el embate de los eventos meteorológicos extremos que se pronostican debido al calentamiento global.

“Si instalamos sistemas como parques eólicos abatibles y fáciles de desarmar, se puede recuperar rápido el servicio en situaciones de crisis. Incluso, hoy se usan sistemas fotovoltaicos que en las condiciones de ciclón garantizan las comunicaciones porque se diseñan con tres días de autonomía”, detalló.

Si bien aún falta el conteo total de daños, pocos dudan de que el costo del impacto de Irma será superior al de Matthew, un huracán de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson (máximo de 5), que azotó el extremo oriental de Cuba el 4 de octubre de 2016 con pérdidas de 92, 2 millones de dólares.

Se teme que el desastre frene la aspiración del gobierno cubano de al menos mantener el crecimiento de 1,1 por ciento del producto interno bruto logrado en el primer semestre del actual 2017, luego de un decrecimiento de 0,9 por ciento en 2016.

Con aportes de Patricia Grogg, desde La Habana

Editado por Estrella Gutiérrez

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