El creciente proceso de urbanización mundial – se prevé que dos de cada tres personas vivirán en pueblos y ciudades en 2030 – recuerda a la vieja «ecuación» que indica que cada vez que un pequeño agricultor migra a una zona urbana se genera un productor de alimentos menos y un consumidor más.
Esa ecuación repercute especialmente en los países en desarrollo, donde los pequeños agricultores producen entre 60 y 80 por ciento de los alimentos.[pullquote]3[/pullquote]
También afecta las condiciones de vida en los centros urbanos, ya que impacta negativamente en las políticas destinadas a lograr la sustentabilidad de las ciudades, un tema que estará muy presente en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, más conocida como Hábitat III, a celebrarse en Quito del 17 al 20 de este mes.
Para evaluar el impacto que tiene la migración rural en la producción de alimentos IPS entrevistó a Peter Wobst, asesor del Programa Estratégico para la Reducción de la Pobreza Rural de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
«Cada pequeño agricultor que se traslada es un productor menos, eso es seguro… Pero la realidad es compleja», comentó Wobst.
Según el experto, la migración es un fenómeno común que se produce durante la transformación socioeconómica de las sociedades y economías.
«Queremos que esto suceda para que las economías y regiones se desarrollen. Hoy en día, en una economía mundial más integrada, más que nunca. Y los números hablan por sí solos – mil millones de personas no viven en las comunidades donde nacieron”, destacó.
A medida que el medio rural se transforma, los nuevos sistemas de producción requieren distintas composiciones de habilidades, que a su vez deben tomarse en cuenta por los sistemas de educación pertinentes, añadió Wobst.
Algunas personas encuentran oportunidades en la economía rural cambiante, y otras las buscan en pueblos o ciudades cercanas, o en última instancia se mudan a otro país. Todo esto está bien, siempre y cuando mejoren sus condiciones de vida relativas, precisó.
«Lo que obviamente no queremos ver es que la gente se desplace debido a necesidades económicas, porque no pueden lidiar con los cambios del entorno (económico) rural y no ven otras oportunidades de vida en sus comunidades de origen. Para ser beneficiosa, la migración debe ser una opción, no una necesidad», subrayó Wobst.
«En la FAO estamos trabajando para abordar las causas fundamentales de la migración por necesidad, que trata de los problemas socioeconómicos que expulsa a la gente de las zonas rurales”, explicó.
En cuanto al agricultor que migra a la ciudad, la ecuación puede ser evidente para una persona individual, pero no se sostiene a largo plazo y tras un gran número de agricultores, argumentó.
«A medida que las economías sufren una transformación estructural, el movimiento de personas en busca de mejores oportunidades de empleo en otros lugares es inevitable. Los agricultores pueden migrar a una zona urbana, pero también a otras zonas rurales,… en el corto plazo (incluida la migración zafral /cíclica) o largo plazo», comentó.
Sin embargo, incluso en el caso de la migración rural-urbana, en general, la «ecuación» – que la migración del campo a los centros urbanos implica una menor producción y un mayor consumo de alimentos – no se sostiene, añadió Wobst.
«Si se gestiona adecuadamente, una migración segura y regular puede reducir la presión sobre los mercados de trabajo locales y fomentar una asignación más eficiente de mano de obra y salarios más altos en la agricultura”, afirmó.
«Algunos agricultores pueden encontrar una ocupación mucho más productiva en zonas urbanas. Puede ser que algunos aún tengan un establecimiento agrícola en casa al que apoyan mediante las remesas que envían para que sean más productivos, así como con los nuevos conocimientos y habilidades que han adquirido», agregó Wobst.
Algunos de los agricultores que quedan en las zonas rurales se vuelven más productivos con el tiempo, gracias a la transformación agrícola, el avance en las tecnologías, la inversión, mejor formación profesional, servicios de extensión, entre otros factores.
La transformación agrícola y rural dará lugar a sistemas alimentarios más integrados, con más oportunidades laborales en la cadena de valor, que incluye al procesamiento, el envasado, el transporte, la venta mayorista y minorista.
Wobst también explica que las remesas de los familiares emigrados pueden reducir las limitaciones financieras y fomentar las inversiones en la agricultura y otras actividades económicas rurales con potencial de creación de empleo en los lugares de origen.
«Además, los migrantes pueden adquirir nuevos conocimientos, habilidades y redes que les permitan incorporarse a un empleo más productivo y atractivo, y a oportunidades empresariales vinculadas a la vuelta, o simplemente facilitar esas oportunidades para los demás familiares o miembros de la comunidad», señaló.[related_articles]
En 2015 había 244 millones de migrantes internacionales, incluidos 150 millones de trabajadores, de los cuales cerca de un tercio tenían entre 15 y 34 años, dijo.
La migración interna es un fenómeno mayor, con 740 millones de migrantes en 2013. Alrededor de 40 por ciento de las remesas internacionales se envían a las zonas rurales, lo que refleja el origen de gran parte de los migrantes, explicó Wobst.
Por otra parte, en 2015, 65,3 millones de personas fueron desplazadas a la fuerza por los conflictos armados y la persecución.
En cuanto al impacto de la migración, Wobst cree que genera tanto oportunidades como desafíos para los países de origen, de tránsito y de destino.
En los países de origen, la diáspora, las redes y los migrantes repatriados pueden alentar la transferencia de conocimientos y tecnología, así como las inversiones para promover la agricultura y el desarrollo rural, asegura. En los países de tránsito y de destino los migrantes pueden ayudar a llenar la escasez de mano de obra.
«Sin embargo, los movimientos grandes de personas presentan desafíos complejos. Las zonas rurales de origen corren el riesgo de perder la parte más joven y con frecuencia más dinámica de su mano de obra, mientras que en los países de tránsito y de destino la migración puede constituir un reto para que las autoridades locales brinden servicios públicos de calidad a los migrantes y poblaciones de acogida, y presiona más la base de recursos naturales», indicó.
«Por lo tanto, la FAO ha estado trabajando para crear medios de subsistencia alternativos y sostenibles en las zonas rurales, con un enfoque especial en las mujeres y los jóvenes, y aprovechar el potencial de desarrollo de la migración interna e internacional», expresó Wobst.
Traducido por Álvaro Queiruga