El sorpresivo éxito de la estrategia del gobierno en Turquía

Autobús del partido HDP en las calles de Diyarbakir, antes de las elecciones generales de Turquía el 1 de noviembre. Crédito: Joris Leverink / IPS
Autobús del partido HDP en las calles de Diyarbakir, antes de las elecciones generales de Turquía el 1 de noviembre. Crédito: Joris Leverink / IPS

Aunque se vivieron meses de violencia y de disturbios, el ánimo era bueno en Diyarbakir, la mayor ciudad kurda de Turquía, antes de las elecciones del domingo 1 que dieron una contundente y sorpresiva victoria al gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP, en turco).

En las semanas anteriores a las elecciones anticipadas convocadas por el presidente Recep Tayyip Erdogan, luego de que los distintos partidos no lograron formar un gobierno de coalición tras los comicios de junio en los que el AKP perdió su mayoría parlamentaria, las autoridades declararon numerosos toques de queda en Diyarbakir y otras ciudades kurdas del este del país.[pullquote]3[/pullquote]

Aunque los toques de queda fueron levantados para la jornada electoral del domingo 1, aún reinaba una fuerte presencia policial y militar en muchas localidades kurdas, lo que evidenciaba la tensión reinante.

El gobierno sostiene que la represión era necesaria para luchar contra el terrorismo, en alusión al conflicto armado entre el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, en kurdo) y el Estado turco – que ya lleva 35 años -, pero la población local tiene una opinión totalmente diferente de la situación.

«Después de las elecciones de junio, la situación se agravó”, explicó Arzu Karaman, de 30 años y activista por los derechos de las mujeres, en una reunión en un vecindario pobre de Diyarbakir. «La gente aquí cree que el conflicto es una guerra personal de Erdogan contra el pueblo kurdo», afirmó.

Es una teoría conocida en las regiones predominantemente kurdas del este de Turquía. Después de que el AKP perdió la mayoría parlamentaria en los comicios de junio, por primera vez en 13 años, el gobierno concentró su ira en los kurdos.

De esta manera, lanzó una campaña militar contra el PKK, pero en el proceso mató a más de 250 civiles, entre ellos 30 niños y niñas. Los lugareños culpan al Estado de estas muertes.

Con el resultado electoral de junio, “Erdogan no pudo avanzar con su plan para reforzar los poderes de la presidencia», señaló Selahattin Dogan, de 32 años y estudiante de filosofía.

«Si el HDP (Partido Democrático de los Pueblos, de izquierda y con raíces en el movimiento político kurdo) no hubiera conseguido los votos suficientes para entrar al parlamento, el AKP hubiera sido muy poderoso. Erdogan comenzó este conflicto para mostrarle a la gente lo que pasa si el AKP no está en el poder», sostuvo.

Los resultados de las elecciones del domingo 1 revelan que la estrategia dio sus frutos. Para sorpresa de todos, el AKP reunió cerca de 50 por ciento del voto popular, dotándolo de suficientes escaños legislativos para poder gobernar el país sin la necesidad de coaligarse con otros partidos.

Parecería que la mayoría de los votos nuevos que obtuvo el AKP proceden de los votantes kurdos conservadores del HDP y del ultranacionalista Partido de Acción Nacionalista (MHP), ya que ambos partidos tuvieron un fuerte descenso en su porcentaje electoral.

El cuarto partido con representación parlamentaria, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), retuvo aproximadamente 25 por ciento del voto, similar a su desempeño en las elecciones de junio.

El AKP tiene 317 escaños en el parlamento, pero aún le faltan 13 para convocar a un referéndum que lo habilite a modificar la Constitución y adoptar un sistema presidencial ejecutivo, en lugar del semipresidencial vigente.

Pero el aumento en el apoyo al partido islamista liberal de Erdogan demuestra que está en camino para mantenerse en el poder hasta 2023, cuando Turquía celebrará el centenario de su república.

Muchos electores del HDP recibieron el renovado apoyo al AKP como una bofetada. Nadie preveía, aunque muchos deseaban,  que el HDP se fuera a casa con una proporción de votos mayor al 13 por ciento que logró reunir en junio.

Pero la idea de que casi la mitad de los electores habilitados en Turquía apoyó al AKP cuando su gobierno clausuró medios de comunicación críticos al gobierno, procesó a periodistas y encarceló a menores de edad acusados ​​de «insultar al presidente», es algo que muchas personas encuentran difícil de sobrellevar.

«Hay una gran desilusión», subrayó Ercan Ayboga, de 38 años y funcionario del municipio en Diyarbakir, al explicar el estado de ánimo después de las elecciones en su ciudad.[related_articles]

«Había una gran esperanza de que cambiaríamos de gobierno. Pero con 50 por ciento de los votos (el AKP) puede continuar la guerra… reprimir al pueblo. Ya lo ha hecho, y ganó», recordó.

La pregunta que todos se hacen es cuál será la consecuencia del resultado electoral en el conflicto vigente en el este del país.

Ayboga es ligeramente optimista. «Ahora tienen cuatro años para encontrar una solución, independientemente de las elecciones», observa, lo que sugiere que el AKP recurrió a la violencia para su beneficio electoral y que ahora puede dar un paso atrás en ese sentido.

Sin embargo, el martes se declaró un nuevo toque de queda en Silvan, una pequeña ciudad a menos de una hora en automóvil desde Diyarbakir, lo que indicaría que el gobierno no pretende dar marcha atrás en el este.

El HDP superó el umbral electoral del 10 por ciento requerido para la representación parlamentaria, pero por un pequeño margen. Los votos que perdió frente al AKP procedían principalmente del campo conservador de su base de apoyo, que había votado al partido gobernante durante muchos años, antes de pasarse al HDP en junio.

El incremento de la violencia puede haber convencido a estos ciudadanos de que un voto por el AKP era una apuesta más segura a la paz, en lugar de intentar oponerse al poder estatal.

A Turquía le esperan momentos difíciles. La deuda privada bruta está en su punto más alto, mientras que en la vecina Siria la guerra civil continúa sin cesar. Un futuro acuerdo entre Turquía y la Unión Europea con respecto a la crisis de los refugiados podría anunciar para este país decenas de miles de bocas más que alimentar, familias a las que dar viviendas y niños que enviar a la escuela.

Los 35 años del conflicto entre el PKK y el Estado turco confirman la improbabilidad de la derrota de alguna de las partes en el campo de batalla, por lo que hay que hallar una solución política.

La lira turca subió tras la victoria del AKP, y los gobernantes europeos felicitaron a Turquía por sus elecciones «democráticas y pacíficas», pero la realidad demuestra que los problemas del país están lejos de terminar.

Traducido por Álvaro Queiruga

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