Pasaron siete meses desde que un grupo de hombres armados mató a 145 personas, incluidos 132 alumnos, en un atentado contra la Escuela Pública del Ejército en la norteña provincia de Jyber Pajtunjwa (JP), en Pakistán.
La tragedia ya no ocupa los titulares internacionales, pero las familias de las víctimas y sobrevivientes del tiroteo perpetrado por el movimiento extremista Talibán de Pakistán la recuerdan como si hubiera sucedido hoy.[pullquote]3[/pullquote]
En declaraciones a IPS en su casa en Peshawar, la capital de JP y el sitio donde sucedió el ataque contra la escuela el 16 de diciembre de 2014, Shahana Khan no para de llorar.
Su hijo Asfand, de 15 años y alumno de décimo grado en la escuela, fue una de las víctimas de las balas.
«Desde que murió, hay un silencio absoluto en casa. Nadie quiere hablar. Asfand era bromista y contagiaba la risa. Ahora nos ha dejado, no hay nada que decir», logra expresar Shahana a través de su tristeza.
La hermana de Asfand, de 11 años, y su hermano de siete tienen sentimientos similares. Al igual que otros niños que vivieron la tragedia, parecen haber envejecido más allá de sus años.
La escuela reabrió un mes después de la tragedia, pero durante meses muchas familias tuvieron miedo de enviar a sus hijos a estudiar. Aunque los alumnos vuelven gradualmente a ocupar las aulas, el terror está por doquier.
Este trauma es uno de los obstáculos que impiden que el gobierno de Pakistán logre sus metas educativas para este país del sur de Asia de 192 millones de personas.
Las escuelas bajo ataque
Pakistán ha estado rezagado en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó en 2000 y que vencen a fines de 2015.
En marzo el Ministerio de Educación publicó las estadísticas educativas correspondientes a 2013-2014, que indican la improbabilidad de que el Estado alcance la educación primaria universal para este año, a pesar de las numerosas promesas en el papel.
Pakistán tiene más de 260.000 escuelas, públicas y privadas, donde 1,5 millones de docentes enseñan a 42,9 millones de alumnos y alumnas.
Pero según el informe Educación para Todos 2015, correspondiente a Pakistán y publicado junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), también hay 6,7 millones de niños y niñas que no asisten a la escuela, una de las tasas más altas del mundo.
Los datos indican que hay 21,4 millones de niños matriculados en la enseñanza primaria, pero que solo 66 por ciento continuará hasta quinto grado y que 33,2 por ciento abandonará antes de completar el nivel primario.
Según los expertos, el pésimo estado de la educación en las conflictivas provincias del norte es culpa en gran parte de la violencia extremista.
Umar Farooq, un funcionario en las Áreas Tribales bajo Administración Federal (FATA), señaló a IPS que unos 200.000 niños y niñas en su región están fuera del sistema de enseñanza, principalmente por la sistemática ofensiva del Talibán contra la educación laica.
En los últimos 12 años, el grupo fundamentalista destruyó 850 escuelas, incluidas 500 dedicadas exclusivamente a las niñas, explicó.
Las «FATA tienen la tasa de matriculación primaria más baja del país, con apenas 35 por ciento», añadió.
Antes del tiroteo en la escuela pública de Peshawar, un informe publicado por la Coalición Mundial para la Protección de la Educación ante los Atentados, señala que Pakistán es uno de los países más peligrosos del mundo para estudiar o dar clase, a la par de Afganistán, Colombia, Somalia, Siria y Sudán.
En el lapso que abarca el informe, de 2009 a 2012, grupos armados en Pakistán atacaron 838 escuelas.
La Comisión de Derechos Humanos de Pakistán informó que 50 personas murieron, que 105 resultaron heridas y 138 fueron secuestradas, entre alumnos y personal docente, en esos ataques.
Ishtiaqullah Khan, subdirector de la Dirección de Educación de las FATA, dijo a IPS que las tasas de matriculación y abandono fluctúan en función de la actividad de los insurgentes.
Entre 2007 y 2013, por ejemplo, cuando el Talibán intensificó su presencia, la tasa de abandono escolar llegó a 73 por ciento.
Basado en cifras oficiales, Khan afirmó que 550.000 niños y niñas de las FATA dejaron de estudiar en la última década. Los números no mejoran en otras provincias del norte.
En 2014, cuando una operación militar destinada a eliminar a los grupos armados expulsó a casi 500.000 personas de sus hogares en la Agencia de Waziristán del Norte, miles de niños dejaron de estudiar, internados en campos de refugiados en la ciudad de Bannu, en la provincia de JP.
Un informe de la ONU en julio de 2014 reveló que casi 100 por ciento de las niñas y niños desplazados de Waziristán del Norte no recibían educación formal alguna en los campamentos de refugiados.
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios advirtió que la mediocre tasa de matriculación primaria en JP, de 37 por ciento, empeoraría a raíz de los desplazamientos, ya que 80 por ciento de los 520.000 refugiados ocuparon edificios escolares para residir en ellos.
El director de educación en JP, Ghulam Sarwar, dijo a IPS que el Talibán destruyó 467 escuelas en la provincia en la última década y aniquiló el sistema escolar en el distrito de Swat, donde en 2012 el tiroteo de Malala Yousafzai, la joven que ganó el Nobel Premio de la Paz en 2014, conmocionó al mundo entero.[related_articles]
Tras años de ataques contra la educación, los fantasmas de la tragedia del 16 de diciembre solo agravan el trauma que padecen alumnos y padres por igual.
Superar el trauma
Khadim Hussain, director de la Fundación Educativa Bacha Khan, de Peshawar, dijo a IPS que el Talibán «prospera con el analfabetismo», ya que se aprovecha de los sectores ignorantes de la población para “mantenerlos a raya”.
Por este motivo, subrayó, la educación en Pakistán es más importante ahora que nunca, ya que es el arma más sostenible para combatir al extremismo.
En octubre de 2014, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia anunció que había entregado útiles escolares por valor de 14,4 millones de dólares, donados por el Fondo Saudita para el Desarrollo, al departamento de educación de JP.
Los fondos estaban destinados a mejorar las instalaciones de más de 1.000 escuelas en JP y las FATA, donde asisten 128.000 estudiantes.
Fue un momento promisorio, que quedó opacado dos meses más tarde por el atentado contra la Escuela Pública del Ejército en Peshawar.
La masacre sigue viva en el recuerdo de la gente, por lo que las sugerencias de Hussain parecen más viables en la teoría que en la práctica.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga