Los dos últimos empleos le han dejado un sabor amargo a Yoloxochitl Solís, una mexicana de 48 años y madre soltera, que ella resume con dos conceptos: abuso y discriminación.
“La señora me tiraba la comida, los medicamentos. Empezó a ser grosera conmigo, porque no le gustaba que saludara a las personas que la visitaban, quería que estuviera encerrada en la cocina, no podía pasar ni al baño”, confió Solís a IPS, al relatar algunas penurias que ha soportado como empleada del servicio doméstico.
Esta madre que crió sola a su hijo, ahora de 24 años, y cuyo nombre significa “flor de corazón” en lengua náhuatl, trabajó entre 2000 y 2005 como empleada externa en una casa en Villa Olímpica, un barrio de clase media del sur de Ciudad de México, donde además de limpiar y cocinar debía cuidar a una mujer octogenaria.[pullquote]3[/pullquote]
“Era muy extraño la agresividad del trato, porque no tenían por qué discriminar a nadie”, dijo sobre la anciana y su hijo de unos 60 años.
Ganaba unos 20 dólares diarios, de los que dos se le iban en transporte, por una jornada muy larga, de lunes a sábado, a la que se sumaban dos horas de traslado, mientras como beneficios solo recibía un pequeño aguinaldo anual. Cansada de los malos tratos, renunció.
Pero su siguiente experiencia fue incluso peor. Recomendada por un sobrino, aceptó atender, también en Villa Olímpica, a una señora que había sufrido una embolia y que tenía dos hijos.
En teoría, su jornada laboral era de 8:30 a 15:00. “Pero salía hasta las ocho de la noche, siempre había algo que hacer y aunque me enfermase, no podía faltar”, rememoró.
En marzo, Solís padeció una alergia y un cuadro febril y la obligó a permanecer en su casa, en el populoso barrio de Magdalena Contreras, también en el sur capitalino. “Me gritaron, me insultaron, no quisieron escucharme”, contó, por lo que dejó el trabajo en que estaba desde 2006.
Historias como la de Solís son moneda corriente en México, donde las trabajadoras del hogar padecen discriminación, explotación, acoso sexual y salarios bajos, sin que la legislación azteca las defienda.
Pese a este contexto, México aún no ratifica el Convenio 189 sobre Trabajadoras y Trabajadores Domésticos, que se suscribió en 2011 dentro de la Organización Internacional del Trabajo y entró en vigor dos años después.
El convenio, que México sí firmó en 2011 y es vinculante, define estándares laborales, como salario mínimo, libertad de asociación, el derecho a la negociación colectiva, protección del abuso y el acoso, un día de descanso semanal, contratos formales, seguridad social y descanso por maternidad.
Ese acuerdo se acompañó con la Recomendación 201, en este caso no vinculante, que representa una guía práctica para el fortalecimiento de las leyes y políticas nacionales hacia el trabajo en el servicio doméstico.
El instrumento aborda también asuntos no cubiertos por el Convenio 189, como políticas y programas para el desarrollo profesional de los trabajadores, datos y cooperación internacional, como la protección de los derechos de las empleadas de personal diplomático.
“Las trabajadoras son despedidas sin justificación, acusadas de robo, las meten a la cárcel por acusaciones de cualquier tipo para no pagarles, sufren acoso sexual. Están en el desamparo, el trabajo está desvalorizado”, señaló Marcelina Bautista, fundadora y directora no gubernamental Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (Caceh).
Bautista, quien también es coordinadora regional para América Latina de la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar, habla desde su propia experiencia, según contó a IPS, porque empezó a trabajar como empleada doméstica en la capital cuando tenía 14 años.
Originaria del sureño estado de Oaxaca, los vejámenes de que fue víctima la hicieron tomar conciencia de la precariedad del trabajo doméstico y retomó sus estudios, para poder ayudar a mejorar las condiciones de vida de quienes se emplean en el sector.
Caceh recibe entre tres y cinco quejas diarias, las más comunes por despido injustificado y discriminación, que si no se resuelven mediante el diálogo pasan a un grupo de abogados voluntarios. El Centro también asesora a las empleadas del hogar sobre sus derechos y opera un programa de colocación laboral.
Datos de la indefensión
En el informe “Condiciones laborales de las trabajadoras domésticas”, publicado en abril por la estatal Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación, resalta el clasismo, la violencia, el racismo y los agravios que padece ese colectivo.
Se calcula que 2,3 millones de personas, más de 90 por ciento mujeres, trabajan en el servicio doméstico en este país latinoamericano de 120 millones de habitantes.[related_articles]
Ese reporte evidenció la baja escolaridad, el trabajo heredado de familiares, la contratación irregular y las jornadas como rasgos distintivos en el sector.
A partir de encuestas a trabajadoras y empleadores, ese organismo halló que los principales conflictos provienen de falsas acusaciones de robo, revisiones a sus pertenencias, maltrato verbal, uso de lenguaje peyorativo e incluso abuso físico.
Las empleadas mencionaron desventajas como falta de seguridad social, malos salarios, el maltrato, trabajo pesado y demandante, sin horario fijo e incumplimiento de las pautas de la contratación.
Además, enumeraron la falta de dinero y de estudios y carencia de opciones como razones para desempeñar esas labores.
La muestra encontró un promedio de edad de 35 años. Del total, la mayoría, 28 por ciento, tiene entre 18 y 25 años, mientras que cinco por ciento es menor de edad.
De las trabajadoras encuestadas, 36 por ciento empezó a trabajar como menos de 18 años y 21 por ciento cuando aún no tenía edad legal para hacerlo, que en México es de 15 años.
Además, 23 por ciento son de origen indígena y de este segmento, 33 por ciento sufrió trato despectivo y a 25 por ciento se le prohibió hablar en su propia lengua.
Durante la 104 sesión la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT, que se celebró en Ginebra entre el primero de este mes y este sábado 13, el gobierno mexicano comunicó a la organización que analiza cómo compaginar los dos instrumentos internacionales y la Ley Federal del Trabajo, reformada en 2012 sin incluir los compromisos del Convenio 189.
Pero el gobierno no acató la previa invitación de la Comisión de Expertos en Cumplimiento de Convenciones y Recomendaciones de la OIT de enviar lo antes posible el texto al Senado para su ratificación y entrada en vigor en el país.
Por América Latina, Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, República Dominicana y Uruguay ya lo ratificaron, según datos de la OIT.
Solís reconoció que desconoce la existencia de un convenio internacional que podría protegerla. “Es muy importante que se nos oriente sobre cuál es el trabajo y nuestros derechos”, demandó.
Para Bautista, es difícil sensibilizar a los tomadores de decisiones. La activista sostuvo que el Convenio 189 es “primordial”, porque “es mejor que cualquier ley nacional. Además, hay que adecuar las leyes conforme al convenio, la ley no es buena para las trabajadoras del hogar”.
Editado por Estrella Gutiérrez