Los habitantes de la agencia de Jyber, una de las siete que integran las norteñas Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) de Pakistán, están entre la espada y la pared: cualquier cosa que elijan hacer ahora puede conducirlos a la muerte, aseguran.
Mientras la ofensiva militar del gobierno contra el Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP) se expande lentamente desde la agencia de Waziristán del Norte hasta Jyber, los civiles deben decidir si desafiar o no la prohibición impuesta por los fundamentalistas talibanes a los viajes.
Si se quedan donde están, corren el riesgo de ser víctimas del fuego del ejército, que busca erradicar a los extremistas de la frontera entre Pakistán y Afganistán, donde operan con impunidad desde 2001.
Si, en cambio, intentan huir, enfrentarán la ira de insurgentes que dependen de la población civil para protegerse del bombardeo militar que azota la región.[pullquote]3[/pullquote]
A fines de octubre, miembros del TTP alertaron a los residentes en la zona que volarían sus casas si cumplían con las órdenes de evacuación del ejército.
El mandato militar fue hecho mediante panfletos arrojados desde helicópteros y antecedió a un ultimátum de tres días para que los insurgentes depusieran sus armas si no querían enfrentar una ofensiva de mayores dimensiones.
Sintiéndose atrapados entre la espada y la pared, algunos lugareños eligieron hacer caso a la amenaza del Talibán, mientras que otros se arriesgan a morir o a quedar mutilados con tal de escapar de la atribulada zona y hallar refugio en otras más seguras.
Zahir Afridi, residente de Tirah, una localidad de Jyber, escapó hacia el campamento de Jallozai, ubicado 35 kilómetros al sudeste de Peshawar, centro administrativo de las FATA, fingiendo que su hija de dos años había enfermado y requería tratamiento médico urgente.
“El Talibán nos permitió (salir) a condición de que volviéramos después de que (mi hija) Begum se recuperara, pero la verdad es que no podemos volver porque tememos por nuestras vidas”, explicó a IPS.
“El pueblo teme a los talibanes porque ellos destruyeron las casas de 50 nativos que abandonaron el área el año pasado”, agregó. “Estamos varados entre ellos y el ejército. Lo único que podemos hacer es emigrar a lugares más seguros”.
Expertos sostienen que los civiles actúan como una suerte de “escudo humano” para los insurgentes, pues de no aceptar ese rol quedarían expuestos a sus ataques.
Jadim Hussain, presidente de la Fundación Bacha Kan para la Educación, que promueve la paz, la democracia y los derechos humanos, dijo a IPS que mantener a los civiles atrapados en una zona de guerra es “una estrategia consolidada y exitosa empleada por los insurgentes” para escapar a la fuerza arrasadora de las campañas militares.
A Hussain, toda una autoridad sobre temas vinculados al terrorismo en Pakistán, le sorprendió la prohibición impuesta por el Talibán a las migraciones en las localidades de Jamrud y Bara. Según él, los rebeldes se sirven de “varias tácticas” para mantener su posición de poder, entre ellas “realizar secuestros a cambio del pago de rescates, (así como) extorsiones y asesinatos”.
El uso de escudos humanos tampoco es una novedad.
El analista político Shams Rehman, del Government College en Peshawar, señaló a IPS que los insurgentes utilizaron con éxito a lugareños como escudos humanos en el distrito de Swat, en Jyber Pajtunjwa, provincia que estuvo bajo su control entre 2007 y 2009.
“Aunque el ejército inició sus operaciones en Swat en 2009, no pudo obtener los resultados deseados porque el Talibán estaba usando a los residentes” en la zona para protegerlos de una ofensiva total, dijo.
No fue sino hasta comienzos de 2010 que el gobierno decidió emitir una alerta de evacuación masiva a la población, para que se refugiara en campamentos del cercano distrito de Mardan, antes de lanzar una importante operación militar.
De esta manera, “el gobierno aisló a los insurgentes y los derrotó”, explicó Rehman.
Se trata del mismo modelo que está siguiendo el gobierno en Waziristán del Norte, donde en los últimos 10 años miembros del TPP y la red extremista Al Qaeda establecieron una firme base de operaciones desde la cual planear y ejecutar sus actividades.
Durante muchos años, el gobierno no pudo hacer nada a propósito de la presencia de esta “sede” no oficial, debido a la gran población civil que vive entre los insurgentes.
Mushtaq Kan, del partido Jamaat-e-Islami, dijo que ahora, con casi 18,9 por ciento de tierras despojadas de todo habitante en Waziristán del Norte, el gobierno está haciendo lo que no pudo en la última década: inundar el área con potencia de fuego, en un intento por expulsar por completo a todos los insurgentes.
La campaña, que se inició el 15 de junio, hasta ahora desplazó a más de 500.000 personas, que viven en campamentos ubicados en la vecina provincia de Jyber Pajtunjwa.
El viaje hacia las “ciudades” hechas con tiendas de campaña, que han tenido un crecimiento descontrolado y que los desplazados levantaron en localidades como Bannu, no fue fácil. Algunos fallecieron en el camino, que transitaron penosamente durante horas en medio de una ola de calor estival que por momentos llegó a 45 grados.
Muchos fueron separados de sus familias durante el trayecto. Los que lograron llegar sanos y salvos a Bannu podrían haberse considerado afortunados, de no haber sido porque de inmediato se volvió evidente que las condiciones de vida en los campamentos eran atroces.
Allí imperaban la falta de alimentos, la casi total ausencia de fuentes de agua potable y saneamiento, así como la limitada cantidad de personal y suministros médicos.[related_articles]
Actualmente, quienes viven en la agencia de Jyber enfrentan penurias similares.
Mohammad Shad, quien llegó a Peshawar con su familia de 12 miembros, relató a IPS que él y su clan caminaron durante cinco horas hasta encontrar un vehículo que los transportara de manera segura a esa ciudad.
“La situación era extremadamente mala; todos nosotros nos sentíamos amenazados”, dijo este jornalero de 55 años desde el campamento de Jallozai, donde ahora reside. Muchos de sus amigos y vecinos todavía son “rehenes” del Talibán, agregó.
Según Shad, las amenazas de los insurgentes no son palabras vacías. Para demostrarlo, el 14 de agosto el TTP incendió 20 casas en la agencia de Jyber. Esas viviendas pertenecían a extalibanes que habían entregado sus armas al ejército.
Pese a estas tácticas terroristas, los habitantes de la zona continúan huyendo en masa –unos 95.000 lo hicieron desde la agencia de Jyber–, dispuestos a correr el riesgo de una represalia a cambio de una oportunidad de vivir fuera del control de los insurgentes.
“La vida bajo el Talibán no fue fácil”, dijo Shahabuddin Kan, habitante de Waziristán del Sur que hace dos meses emigró a Peshawar junto con su familia, tras haber sido víctima de violencia, amenazas e intimidación por parte de los talibanes.
Se considera afortunado de haber escapado. “Quienes pueden darse el lujo de alquilar casas fuera de sus áreas nativas (lo hacen), mientras que los pobres están destinados a quedarse y enfrentar una vida de incertidumbre perpetua”, explicó.
En total, más de un millón de personas fueron desplazadas de sus hogares en el norte de Pakistán, obligadas a escapar de una provincia a otra en busca de una vida normal.
El portavoz militar Asim Bajwa dijo a IPS que una “acción decisiva” de parte del gobierno le permitió a su fuerza despejar algunas áreas de rebeldes, para que la población viviera en paz allí.
“El pueblo debería cooperar con el ejército para que (los insurgentes) sean derrotados para siempre”, expresó.
Editado por Kanya D’Almeida