El Salvador restaura su biodiversidad ante embates climáticos

Guadaparques del Ministerio del Medio Ambiente recorren uno de los canales que se abre paso entre el bosque de mangle del humedal de Barra de Santiago, en la costa del departamento de Ahuachapán, en el occidente de El Salvador. Crédito: Edgardo Ayala/IPS
Guadaparques del Ministerio del Medio Ambiente recorren uno de los canales que se abre paso entre el bosque de mangle del humedal de Barra de Santiago, en la costa del departamento de Ahuachapán, en el occidente de El Salvador. Crédito: Edgardo Ayala/IPS

Carlos Menjívar, un lanchero que desde hace 20 años transporta personas en este pueblo costero del occidente de El Salvador, rodeado de mar, manglares y estero, sufre los efectos de la degradación ambiental de la zona.

El azolvamiento del principal canal que conecta con el pueblo, ha afectado sus ingresos, porque la mezcla de taponamiento y acumulación de sedimentos le hizo perder profundidad y en ocasiones se vuelve innavegable.

“Antes, ese canal era hondo, pero ahora no, en el fondo está todo el lodo que baja de arriba, las zonas altas… hay veces que no podemos trabajar”, dijo Menjívar a Tierramérica, a un costado de su barca Princesa, anclada en el embarcadero del pueblo.[pullquote]3[/pullquote]

A Barra de Santiago, con 3.000 habitantes y a unos 98 kilómetros al oeste de San Salvador, se puede llegar en vehículo por un camino de tierra, pero algunos turistas prefieren hacerlo en lancha a través del estero, rodeado de un exuberante bosque de mangle.

Pero pese a su belleza exterior, el manglar corre el riesgo de secarse en algunos tramos, porque el azolvamiento impide la necesaria irrigación de agua salobre.

En el humedal de Barra de Santiago, de 20 kilómetros cuadrados de extensión, existen 256 especies de animales, buena parte de ellos en peligro de extinción, explicó José Antonio Villedas, jefe de los guardaparques del lugar.

Los efectos económicos también golpean ya a los pobladores de Barra, “pues 99 por ciento de los hombres se dedican a la pesca”, dijo a Tierramérica, si bien también crece desde hace dos años el turismo ecológico, vinculado al humedal.

“La pérdida de profundidad del estero ha afectado la pesca y la extracción de moluscos, porque estamos perdiendo el ecosistema”, señaló  Villedas.

La sedimentación del estero es uno de los problemas ambientales que enfrenta esta región costera, a su vez conectada con la degradación del ecosistema que se produce en la zona norte del departamento de Ahuachapán en que se ubica, donde la erosión y el avance de la agricultura no sostenible terminan afectándolo.

Por eso, organizaciones locales y el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) iniciaron un plan con el que pretenden atajar el problema integralmente.

El Programa de Restauración de Ecosistemas y Paisajes (PREP) busca restablecer ecosistemas, como bosques y humedales, y preservar la biodiversidad, dentro de lo que sus promotores definen como “un ambicioso esfuerzo nacional para adaptarse al cambio climático”, cuyos impactos son cada vez más notorios en este pequeño país de 6,2 millones de habitantes.

Un ejemplo de las alteraciones climáticas se produjo este año. En julio, en plena estación de lluvias, El Salvador soportó una aguda sequía que causó pérdidas  por 70 millones de dólares en la agricultura, según estimaciones oficiales, sobre todo en la producción de maíz y frijol, básicos en la dieta salvadoreña.

Sin embargo, en octubre, el problema ya no fue la falta de agua, sino el exceso. Precipitaciones moderadas, pero constantes, produjeron inundaciones y derrumbes en varias regiones del país, y dejaron un saldo de tres muertos y el desplazamiento de los residentes de varias comunidades.

El lanchero Carlos Menjívar, a la orilla del estero de la Barra de Santiago, en la costa al océano Pacífico de El Salvador, se lamenta de cómo la sedimentación ha provocado que los canales por los que navega con su barca La Princesa ya no sean tan profundos como antes. Crédito: Edgardo Ayala/IPS
El lanchero Carlos Menjívar, a la orilla del estero de la Barra de Santiago, en la costa al océano Pacífico de El Salvador, se lamenta de cómo la sedimentación ha provocado que los canales por los que navega con su barca La Princesa ya no sean tan profundos como antes. Crédito: Edgardo Ayala/IPS

El enfoque del PREP es atender la problemática por regiones y actualmente se concentra en la llamada Microrregión Ahuachapán Sur, un área de 592 kilómetros cuadrados ycon 98.000 habitantes.

La zona comprende cuatro municipios del departamento: San Francisco Menéndez, Guaymango, San Pedro Puxtla y Jujutla, al que pertenece Barra de Santiago.

Eso permite atender los problemas ambientales de la costa, pero conectándolos con lo que sucede en las tierras del norte de Ahuachapán.

Mucha de la contaminación en los manglares proviene del uso extensivo de agroquímicos en los cultivos de maíz y frijol, en las zonas medias, y en los cafetales, de  las altas.

El uso inadecuado de los suelos dedicados a la agricultura produce la erosión que arrastra los contaminantes a los ríos, los que a su vez los llevan hacia la costa.

“En el manglar de Barra desembocan 12 ríos, y toda esa contaminación nos viene a dar a nosotros en la parte baja”, señaló Villedas.

Pero las comunidades no se han quedado de brazos cruzados. Desde hace varios años trabajan allí organizaciones comunitarias que buscan crear conciencia entre la población sobre la importancia de preservar el ambiente y ya manejan proyectos de conservación.

Rosa Lobato, directora de la Asociación de Desarrollo de las Mujeres de Barra de Santiago (Ambas), explicó a Tierramérica que actualmente trabajan con un programa del MARN para el aprovechamiento sostenible del mangle para madera, que obliga a que por cada unidad extraída se planten 200 árboles de esa especie.[related_articles]

También se ocupan de la conservación de la tortuga marina y han montado cinco criaderos de cangrejo azul.

“Tratamos de concientizar a la gente sobre la importancia de no atentar contra nuestro entorno natural”, dijo la lideresa.

Barra de Santiago se convirtió en julio en el séptimo sitio Ramsar de El Salvador y el primero costero, dentro de la Convención Internacional sobre Humedales de Importancia Internacional, en un reconocimiento que compromete a las autoridades a intensificar su conservación.

Esos esfuerzos se integran con los ejecutados en el cercano Parque Nacional El Imposible, uno de los bosques tropicales más importantes de este país centroamericano.

El Imposible, de 50 kilómetros cuadrados, conserva la mayor diversidad de flora y fauna de El Salvador, según la fundación ecológica Salvanatura. Alberga 500 especies de mariposas, 13 de peces, 19 de lagartijas y 244 de serpientes. También 984 de plantas, 400 de árboles, 279 de aves y 100 de mamíferos.

En las zonas de altura intermedia de Ahuachapán se desarrollan en forma piloto  pequeñas parcelas agrícolas con un enfoque de producción ambientalmente amigable, que no involucre la quema de la tierra, el método tradicional de los campesinos de preparar la tierra para la siembra.

Asimismo, se está aprovechando el rastrojo, los restos de tallos y hojas que quedan después de las cosechas, para evitar la erosión de los suelos, evitando que el sedimento baje hasta la costa.

En las zonas altas, donde predominan los cultivos de café, también hay esfuerzos para que las fincas utilicen la menor cantidad de agroquímicos posibles hasta que paulatinamente los dejen de utilizar por completo.

“Está claro que no podemos seguir haciendo las cosas igual… ya no podemos seguir cargando con esta degradación ambiental y con el impacto que estamos teniendo del cambio climático”, dijo la ministra de Medio Ambiente, Lina Pohl, a los medios que la  que la acompañaron en una recorrida por la zona, entre ellos Tierramérica.

El PREP tendrá una duración de tres años y cuenta con dos millones de dólares de financiamiento de la Agencia Alemana de Cooperación.

En la microrregión del departamento de Ahuachapán, que es parte del proyecto, se pretende restaurar unos 280 kilómetros cuadrados de bosques y humedales en los tres años, pero la meta a largo plazo es alcanzar 10.000 kilómetros cuadrados.

Editado por Estrella Gutiérrez

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