Campesinos salvadoreños promueven su receta sostenible

La campesina Brenda Arely Sánchez abre con su machete un obturado canal en el estero Cuche de Monte, en la bahía de Jiquilisco, en la costa pacífica de El Salvador. Los sedimentos cierran los canales y ponen en peligro el ecosistema de manglares. Crédito: Edgardo Ayala/IPS

Campesinos de una de las zonas costeras más frágiles de El Salvador impulsan un modelo de crecimiento económico sostenible, que respete el ambiente y ofrezca educación y seguridad a la población, como claves para el despegue de la región.

El plan lo lleva adelante desde hace 14 años la Asociación Mangle, en la zona sur del oriental departamento de Usulután conocida como el Bajo Lempa, e involucra a unas 86 comunidades agrícolas y pesqueras asentadas en la bahía de Jiquilisco.

En la zona viven 147.549 personas, según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

“Hemos trabajado con diferentes actores, grupos locales, comités de jóvenes, comité ambiental, guardaparques para sacar adelante esta plataforma de desarrollo económico del territorio”, explicó a Tierramérica la presidenta de la asociación, Carmen Argueta.[pullquote]3[/pullquote]

El crecimiento económico con enfoque social, la educación y la seguridad son los tres ejes establecidos por el presidente izquierdista Salvador Sánchez Cerén para su gestión, en el poder desde junio.

Precisamente son los tres elementos con que las comunidades del Bajo Lempa han impulsado su plan de desarrollo sostenible.

“Coincidimos con el plan quinquenal propuesto por el gobierno y queremos hacerle ver que a nosotros nos ha funcionado, la gente puede ver los resultados”, dijo Argueta.

Añadió que esperan tener financiamiento del gobierno para algunos proyectos.

El respeto y el cuidado de los recursos naturales es clave para el impulso de este modelo, añadió esta campesina, que lleva sobre sus hombros décadas de trabajo organizativo en las comunidades.

La zona de la bahía abarca 635 kilómetros cuadrados y es uno de los principales ecosistemas del país, hábitat de la mayoría de las aves marino-costeras y lugar de anidación de cuatro de las siete especies de tortugas marinas existentes, entre ellas la carey (Eretmochelys imbricata), en peligro de extinción.

El área, salpicada de manglares, es reconocida desde octubre de 2005 como sitio de Ramsar de la Convención Internacional sobre Humedales de Importancia Internacional. El Estado salvadoreño también la ha catalogado como zona natural protegida y reserva de biósfera.

Además, es una de las zonas más propensas a sufrir inundaciones durante la estación de las lluvias (mayo-octubre), lo que destruye periódicamente sus cultivos e infraestructuras y ocasiona pérdidas humanas.

Tres integrantes de la cooperativa La Maroma, en la zona del Bajo Lempa, en El Salvador, cuidan los brotes de semillas mejoradas de maíz. Crédito: Edgardo Ayala/IPS
Tres integrantes de la cooperativa La Maroma, en la zona del Bajo Lempa, en El Salvador, cuidan los brotes de semillas mejoradas de maíz. Crédito: Edgardo Ayala/IPS

Para impulsar el desarrollo económico, algunas comunidades aportaron a la diversificación agrícola y dejaron atrás el monocultivo.

En algunas parcelas, las familias siembran piña y mango, no solo para el autoconsumo, sino también para generar ingresos, así sean modestos, a la economía familiar.

Paralelamente, conscientes de la protección del ambiente, se desarrollaron proyectos de abonos orgánicos para que poco a poco se vaya dejando la dependencia de insumos químicos.

El Centro de Producción Romero, ubicado en el caserío del Zamorán, en el municipio de Jiquilisco, se produce abono orgánico tipo Bocashi, elaborado a base de cáscaras de huevos, ceniza y otros materiales que son una alternativa viable y barata a los abonos químicos.

También existe ya el Banco de Semilla Xinachtli, palabra en lengua náuhatl que significa semilla. Allí se conservan y resguardan desde 2007 semillas de granos básicos, de hortalizas y de especies forestales y medicinales. Hay además una escuela agrícola, que promueve técnicas de producción agrícola amigables con el medio ambiente.

Una de las apuestas más rentables para los campesinos aglutinados en seis cooperativas agrícolas es la producción de semillas de maíz certificadas, que desde 2011 el gobierno adquiere cada año para distribuirlas a 400.000 agricultores, como parte del Plan de Agricultura Familiar.[related_articles]

Así, comunidades rurales pobres ingresaron al negocio de semillas, un sector monopolizado durante años por compañías privadas. Se calcula que 15.000 campesinos trabajan en el rubro.

«Por primera vez los campesinos, que somos gente pobre, estamos produciendo semillas mejoradas, antes el negocio era solo para las empresas ricas”, dijo a Tierramérica el miembro de una cooperativa de Jiquilisco, Héctor Antonio Mijango, mientras entresacaba de la tierra brotes de maíz, para ayudar a prosperar los más fuertes.

La pobreza afecta a 34,5 por ciento de los 6,2 millones de salvadoreños, pero en el área rural sube a 43,3 por ciento, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2013, de la Dirección General de Estadística y Censos.

“Lo de la semilla es una fuente importante de empleo y de ingresos para las familias de la zona”, señaló a Tierramérica el presidente de la Cooperativa Nancuchiname, Manuel Antonio Durán.

Con una extensión de 8,3 kilómetros cuadrados, la cooperativa produjo 460.000 kilógramos de semillas mejoradas en la cosecha 2013-2014.

La producción acuícola es otro rubro importante en el Bajo Lempa, sobre todo de camarón.

“Se busca pasar de la producción artesanal de camarón a una semi intensiva, siempre respetando el ambiente”, comentó a Tierramérica el alcalde de Jiquilisco, David Barahona, uno de los más involucrados en el plan de desarrollo sostenible de la zona.

Desde hace semanas, el país experimenta una pronunciada sequía y, según cálculos oficiales, se perdieron ya unas 400.000 toneladas de maíz.

Pero la producción de semillas certificadas en el Bajo Lempa no ha sufrido el impacto, debido a que cuenta con sistemas de riego.

En educación, los dirigentes comunitarios establecieron acuerdos con centros de enseñanza, como la Universidad Nacional de El Salvador, y consiguieron becas para jóvenes de la zona. Algunos culminaron sus estudios superiores y volvieron ya al Bajo Lempa a trabajar en la zona.

“Son jóvenes que no estuvieron vinculados a la violencia que vive el país, porque hemos trabajado mucho en la prevención, con programas deportivos, por ejemplo”, señaló Argueta.

Todo ese esfuerzo impulsado en el Bajo Lempa, que inicialmente comprendió los seis municipios de la zona, ahora se busca extender a toda la región y ponerlo en práctica en la llamada Cuenca Hidrográfica del Río Lempa, constituido por 14 municipios.

La ministra del Medio Ambiente, Lina Pohl, visitó en agosto algunas comunidades del Bajo Lempa para constatar de primera mano el trabajo que las comunidades y organizaciones están desarrollando allí.

“No podemos llegar con propuestas si no conocemos antes qué hay en el territorio, en qué trabajan los actores locales, como se están organizando para hacer sus planteamientos y agendas”, dijo la ministra a Tierramérica.

El nivel de organización en la zona “es impresionante” y un modelo que puede replicarse en otras zonas del país, aseguró Pohl.

Este artículo fue publicado originalmente por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica

Editado por Estrella Gutiérrez

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