América Latina está en la lista de regiones del mundo que sufren el “hambre oculta”, por la deficiencia de micronutrientes que evitan la anemia, la ceguera, las enfermedades inmunológicas y el retardo en el desarrollo.
Brasil encabeza una iniciativa de biofortificación de alimentos en la región para revertir esa situación.
Nicaragua, Guatemala y Honduras son objetivo del programa de biofortificación alimentaria, después de seis países africanos (Nigeria, Zambia, República Democrática del Congo, Ruanda, Etiopía y Uganda) y tres asiáticos (Bangladesh, India y Pakistán).
La iniciativa la impulsa HarvestPlus, que forma parte del Programa de Agricultura para la Nutrición y la Salud del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, por su sigla en inglés), un consorcio independiente que lidera los esfuerzos para modificar los alimentos en las regiones en desarrollo, sumándoles más minerales y vitaminas.
En la región ese proyecto es capitaneado por la Red Brasileña de Biofortificación (BioFORT), que desde 2003 aglutina a 150 investigadores de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, por su sigla en portugués) y de universidades y centros especializados.
“En América Latina, tres países tienen el más alto índice de deficiencia de micronutrientes”, aseguró a IPS la ingeniera de alimentos de Embrapa, Marília Nutti, que coordina la red BioFORT en Brasil y en el resto de la región.
HarvestPlus estableció el Índice de Prioridad de Biofortificación (BPI, por su sigla en inglés) para identificar los países del Sur en desarrollo cuyas poblaciones tienen las mayores carencias nutricionales en la región.
Dentro de América, Nicaragua es el segundo país, tras Haití, en cuanto a problemas en producción y disponibilidad de alimentos nutritivos, argumentó a IPS el agrónomo Miguel Lacayo, de la Universidad Centroamericana en Managua.[pullquote]1[/pullquote]
“La dieta de Nicaragua es principalmente de maíz y frijol, que se consumen de dos a tres veces al día. Se consume mucha tortilla de maíz, acompañada de frijoles en desayuno, almuerzo y cena”, comentó el especialista en alimentos.
Lacayo dialogó con IPS durante la segunda Conferencia Global de Biofortificación, promovida por HarvestPlus, que se realizó en Kigali, la capital ruandesa, entre el 31 de marzo y el 2 de este mes.
“La idea es que al utilizar estos dos alimentos se aumente la concentración de hierro y zinc y se reduzca el problema nutricional. Queremos incidir en la reducción de la anemia”, sostuvo.
Con seis millones de habitantes, Nicaragua enfrenta serias deficiencias nutricionales, especialmente en los niños y niñas y en la población rural.
“Es un problema que está en una fase crónica en la población rural menos favorecida, o sea 60 por ciento de los habitantes del país”, dijo.
La biofortificación es un proceso que cruza en forma convencional plantas de la misma especie para generar cultivos con más micronutrientes incorporados.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que en el mundo hay 2.000 millones de personas con déficit de micronutrientes, y cada segundo una persona muere en el mundo por desnutrición.
Un estudio de 2013 del Banco Mundial destacó que América Latina y el Caribe debe priorizar la seguridad alimentaria de madres y de niños y niñas de menos de dos años, para reducir los elevados niveles de desnutrición que afectan a la población más pobre.
Una alimentación deficiente hace que las personas pierdan más de 10 por ciento de los ingresos en toda su vida, mientras muchos países reducen dos o tres por ciento del producto interno bruto por ese motivo.
Según el Banco Mundial, en América Latina hay 7,2 millones de niños menores de cinco años con retraso en su crecimiento.
El Programa Mundial de Alimentos indica que Nicaragua tiene una desnutrición de entre 10 y 19 por ciento, solo superado por Haití en el continente, con un índice de 35 por ciento.
Nicaragua, de hecho, comenzó a biofortificar sus alimentos en 2005, con el proyecto Agrosalud, cuya primera fase terminó en 2010, con financiación de la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional y el Centro Internacional de Agricultura Tropical.[related_articles]
Agrosalud también apoyó la inclusión de micronutrientes en Bolivia, Colombia, Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, Perú y República Dominicana. De ellos, Panamá avanzó a un plan nacional la biofortificación, sin ayuda externa.
Ahora, en la segunda fase del proyecto, Nicaragua se convirtió en la prioridad, con respaldo de BioFORT, centrado inicialmente en el maíz y el frijol.
“Queremos apoyar los cultivos biofortificados. Vamos a formar una red en Nicaragua con HarvestPlus, gobiernos, organizaciones no gubernamentales, universidades, organismos nacionales e internacionales”, comentó Lacayo sobre el proyecto.
Está previsto que el plan nacional comience en junio, cuando se implementará la alianza de organismos, con 125 investigadores de 25 instituciones universitarias, para promover la seguridad y la soberanía alimentaria nicaragüense.
Lacayo destacó que un elemento del plan será apoyar a los pequeños agricultores en la producción de semillas “para el autoconsumo, con plus para comercialización y capacidad de transformación. Queremos darle un valor agregado y fortalecer pequeñas empresas rurales”, comentó.
El agrónomo vislumbra una alianza duradera con Brasil a través de Embrapa, para que Nicaragua reduzca su hambre oculta.
Nutti, de BioFORT, planteó que la red tiene “el enfoque innovador” de aunar nutrición, agricultura y salud.
“La biofortificación es una ciencia nueva. La gran ventaja del proyecto es que juntó a agrónomos, economistas, nutricionistas y expertos en la ciencia de los alimentos, con el único objetivo de lograr un impacto en la salud”, argumentó.
Inicialmente, HarvestPlus pidió a Brasil ocuparse solo de biofortificar los cultivos de yuca (mandioca), pero BioFORT decidió que era necesario incorporar micronutrientes en ocho alimentos esenciales en la dieta brasileña, como maíz, arroz, frijol, batata (boniato), calabaza y trigo.
“El país es muy grande. A la gente hay que demostrarle que esa dieta de alimentos biofortificados es mejor”, dijo Nutti.
A Brasil se lo maneja como un “país programa”, porque opera con recursos técnicos propios y se lo tiene cono ejemplo de gestión.
Algo muy diferente al promedio latinoamericano, donde faltan recursos para avanzar en la potenciación de los micronutrientes en los alimentos.
Mientras en África, el principal objetivo en la iniciativa, se destinarán 40 millones de dólares a la biofortificación, el presupuesto para América Latina durante los cinco años próximos oscilará entre 500.000 dólares y un millón.
No mucho para la tarea, admitió a IPS el investigador de tecnología de BioFORT, José Luis Viana de Carvalho.
A su juicio, Brasil cuenta con experiencia para establecer alianzas que contribuyan al desarrollo de la región en el sector.
“Brasil es un granero agrícola por la cantidad de cereales que produce y por su tecnología de punta. Debemos pensar en un plazo de 20 años para una reducción de los bolsones de hambre oculta”, aseguró.
A su juicio, es menor la inversión en biofortificación que el costo que tiene no hacerlo para los servicios públicos de salud.
“Debemos prevenir mediante alimentos de calidad. La biofortificación no es un medicamento, es una prevención. Es la alimentación del día a día”, comentó De Carvalho.