Con pocas perspectivas de solución a corto plazo, la central provincia argentina de Córdoba comienza a vivir lo que parece un argumento futurista: falta de agua en los grifos, racionamientos, denuncias entre vecinos y esperar a que llueva.
El problema se extiende por toda la provincia, pero es más evidente en su zona más habitada, la capital del mismo nombre, el área de Sierras Chicas y el sur de Punilla.
Allí, cuando las lluvias escasean, baja el nivel de los embalses que surten de agua.
Algunos municipios serranos apelan al racionamiento, como Río Ceballos, una localidad de 30.000 habitantes, a 30 kilómetros al norte de la capital.
El embalse del Dique La Quebrada, que lo abastece de agua, alcanzó el nivel más bajo de su historia, con 13,5 metros por debajo de la cota de desagüe. La intendencia (alcaldía) estableció cortes programados de suministro de 12 horas, dos veces por semana.
“Es algo que se veía venir”, contó a IPS uno de los vecinos, Omar Vergara, quien tiene una colección de baldes distribuidos por el patio de su vivienda, para recolectar agua de lluvia y usarla para regar las plantas y limpiar los pisos.[pullquote]3[/pullquote]
Como otros, lava su automóvil “solo a baldazos” y reutiliza el agua “menos sucia” de su lavadora y deja la potable para beber y cocinar. Mientras, regar con manguera las aceras provoca denuncias entre vecinos.
El agua se paga más a mayor consumo. Pero aún así está mal visto, por ejemplo, llenar las piscinas de esta pequeña y apacible ciudad, a la que llegaron a vivir muchos antiguos residentes de la cercana Córdoba, por su aire puro y mejor calidad de vida.
Una línea telefónica de 24 horas recibe denuncias sobre “derroches de agua”.
La Cooperativa de Obras y Servicios Río Ceballos distribuye el agua residencial y también contribuye a concienciar sobre su ahorro.
Su gerente, Miguel Martinesi, explicó a IPS que el consumo por persona bajó de 270 a 170 litros diarios, mientras en la capital provincial es de 400 por habitante.
“Hay un control permanente. Los vecinos se alertan: no riegues, no laves el auto, la vereda (acera)”, subrayó.
“Vivimos una situación de emergencia” desde 2005, puntualizó a IPS el intendente de Río Ceballos, Sergio Spicogna, quien atribuye la crisis hídrica a la disminución de las lluvias y un crecimiento explosivo de la población, tras la construcción de una nueva autovía que une el municipio con Córdoba.
Antes, ese dique situado a apenas siete kilómetros de la localidad, abastecía también a dos municipios vecinos, Unquillo y Mendiolaza, con 40.000 habitantes en conjunto, “lo que hacía mucho más problemática la situación”, según el intendente.
Pero se hizo un trasvase desde el embalse que abastece la capital, el Dique San Roque, y desde allí reciben agua las dos localidades, mediante un acueducto de 30 kilómetros, que se planea extender hasta Río Ceballos.
Las autoridades provinciales proyectan otras alternativas de abastecimiento a la capital cordobesa, para que el excedente de San Roque fluya a Sierras Chicas.
Pero, explicó Spicogna, son planes muy costosos y dependen de “una sinergia” entre los municipios, la provincia y la nación.
Además, según el director de la organización ambientalista Proyecto de Conservación y Reforestación de las Sierras de Córdoba, Ricardo Suárez, el rompecabezas de los trasvases no es la solución.
“Traer agua del Dique San Roque es un problema porque, si bien es mayor que el de La Quebrada, también está por debajo de su cota normal y con una población para abastecer mucho más grande, que va a seguir creciendo”, explicó.
“Las obras siempre se hicieron tarde, el consumo es mucho mayor que las obras que se hacen, y la naturaleza tiene un límite”, planteó.
En la provincia de Córdoba, la segunda más poblada de Argentina, el promedio anual pluvial es de 779 milímetros y la disminución del bosque nativo aumentó la evaporación del agua de lluvia, por falta de masa forestal que la retenga.
Poco a poco, “este sistema semiárido se ha transformado casi en árido, con la tendencia a un desierto. Sabemos muy bien que una de las características de un desierto es carecer de agua”, alertó Suárez.
Córdoba tiene la mayor deforestación de Argentina. Solo queda cinco por ciento de los 12 millones de hectáreas de bosque nativo que la provincia tenía a principios del siglo XX.
Los incendios ocurridos entre agosto y septiembre devoraron 40.000 hectáreas más, la mayoría en bosques y pastizales serranos.
“Entre 1998 y 2002, se deforestó en Córdoba el equivalente a 67 canchas de fútbol por día, una cifra aterradora”, dijo a IPS el presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente, Raúl Montenegro.
El fuego y la tala indiscriminada empeoraron el funcionamiento de sus principales cuencas hídricas. “Colapsaron las fábricas de agua”, sintetizó el biólogo.
La “aceleración más violenta” de la tala se produjo en los años 90 y coincidió con la introducción de cultivos transgénicos (genéticamente modificados) de soja, maíz y algodón, entre otros, que a su vez también impulsaron el consumo de agua, dijo Montenegro.[related_articles]
“Para producir un kilogramo de grano de soja se requiere que pasen por su planta entre 1.500 y 2.000 litros de agua, y en tierras áridas más», ejemplificó.
“Muchos creen que la mayor parte de la superficie de la provincia puede dedicarse a la agricultura, la ganadería y la plantación de árboles exóticos, y que los diminutos parques y reservas creados por los gobiernos son suficientes para conservar nuestros ambientes nativos”, cuestionó.
“Es dramáticamente falso. No hay futuro ni estabilidad ambiental sin la coexistencia equilibrada de ambientes naturales y productivos”, concluyó.
La construcción de barrios cerrados, industrias y grandes complejos turísticos, impulsa también la deforestación de la provincia, que aporta ocho por ciento del producto bruto argentino.
Por eso, para Suárez la solución es un agresivo plan de reforestación y no solo nuevas obras.
“El Dique La Quebrada se va a secar, es irreversible, porque la cuenca está deforestada (en 85 por ciento). Los suelos están casi totalmente expuestos”, sostuvo.
La organización de Suárez reforestó, con voluntarios y casi sin recursos, 40 hectáreas de bosque nativo. Se tardó 14 años. “Si los planes de reforestación fueran sistemáticos, hoy la sierra sería un gran bosque nativo”, comparó.
Martinesi agrega otras soluciones. “Tenemos que definir qué zonas queremos que crezcan, para poderles brindar la infraestructura necesaria, y cuáles no queremos dejar crecer”, sostuvo. Si no, “el problema será grave” a mediano plazo, advirtió.
El responsable del suministro de agua a Río Ceballos considera que los cambios climáticos incidieron en la crisis hídrica, con prolongados períodos de sequía, agravados por la degradación del ecosistema.
“Pero deberíamos resolver el tema de la infraestructura, ordenar el crecimiento, aprovechar bien las fuentes, para entonces poder decir que estamos complicados por la falta de lluvias”, argumentó.
“Esperar que una región crezca dependiendo de las lluvias es irresponsable”, concluyó.