Farhat Bibi, de 43 años, quedó sola a cargo de sus hijos cuando su esposo murió en un atentado hace tres años en las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) del noroeste de Pakistán.
Pocos días después, llegó a un campamento de desplazados por la violencia. “Fue una bendición”, reconoce ahora.
“Me enseñaron un oficio y ahora gano lo suficiente para comprar ropa, alimentos y cubrir otras necesidades de mis hijos”, señaló.
Ella borda ropa y fabrica almohadillas, bolsos, cestas de mimbre, brazaletes y otras artesanías, por cuya venta gana unos 150 dólares al mes.
“También instruyo a otras mujeres de las tribus”, dijo Farhat Bibi a IPS.[related_articles]
Artesanías de 100 mujeres desplazadas como ella fueron presentadas en la muestra Hunnarmande Guthey (Manos habilidosas). La colorida gama de productos exhibidos contrasta con el trágico pasado de las manos que los crearon.
La exposición fue organizada por el no gubernamental Centro de Excelencia para el Desarrollo Rural (CERD), en colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Se presentaron objetos producidos por mujeres de Kurram, una de las FATA, que ahora viven en el Nuevo Campamento de Durrani, hogar de 29.600 familias desplazadas.
Las FATA, fronterizas con Afganistán, son escenario de intensa violencia desde que miembros del movimiento islamista Talibán se instalaron allí tras ser expulsados de territorio afgano por Estados Unidos, en 2001.
Como aliado de Washington en la “guerra contra el terrorismo”, Pakistán ha realizado varias operaciones militares en las FATA contra combatientes islámicos.
En consecuencia, dos millones de personas se desplazaron en esa región, según cifras de Acnur citadas por el coordinador del CERD, Kashif Islam.
“Las mujeres constituyen 50 por ciento de la población desplazada. Es necesario empoderarlas con capacitación vocacional”, dijo a IPS.
Muchos habitantes de las FATA huyeron a la provincia vecina de Jyber Pajtunjwa.
“Capacitamos a 200 mujeres por mes en el distrito de Hangu, en Jyber Pajtunjwa. La mayoría de las desplazadas de la agencia de Orakzai perdieron a sus esposos y necesitan ayuda desesperadamente”, dijo Islam.
Las viudas de la guerra son las principales beneficiarias de la iniciativa auspiciada por Acnur. “Realizamos ferias mensuales buscando mercados para estas artesanías, que demuestran la destreza y la creatividad de las mujeres de las FATA”, dijo.
Los visitantes quedan maravillados por lo que ven. La mayoría de estas artesanas son analfabetas y muchas sufrían depresión cuando llegaron a los campamentos, pero aprendieron a seguir adelante.
Jamila Bibi, de 33 años, es originaria de la agencia de Waziristán del Norte. Quedó devastada cuando su padre murió por una bala perdida. Pero el campamento le dio el valor que necesitaba.
Aprendió a bordar y a tejer, entre otras habilidades, y ahora ayuda sostener a sus dos hermanas, a un hermano y a su madre viuda.
Sentada en el mostrador donde ofrece sus canastas y bandejas de mimbre, Jamila Bibi reconoce que estaría mendigando en las calles si no hubiera llegado al campamento.
«Suministro artesanías a un mercado cercano. Esto trajo dignidad a nuestras vidas, ya que no dependemos de caridad ni de donaciones de organizaciones no gubernamentales”, destacó.
Saeeda Gul, capacitadora de CERD, dijo que las mujeres reciben entrenamiento aún antes de contar con los materiales básicos que necesitan para trabajar.
“Vienen a tres centros comunitarios cerca de los campamentos, donde aprenden a fabricar objetos de mimbre”, dijo Gul. “Las mujeres están muy felices con sus nuevas habilidades, porque les ayudan a ganarse la vida de una forma decente”, señaló.
La mayoría comienzan de cero y deben asistir al centro comunitario cuatro horas diarias.
La entrenadora Shukria Jan explicó que «las ayudamos a hacer los productos de forma más profesional y les damos tres meses de formación, además de las materias primas».
Según Jan, las mujeres muestran mucho interés en perfeccionarse y en elaborar productos de buena calidad. Y sus esfuerzos son compensados.
El empresario local Aziz-ur-Rehman exhibe las artesanías en su propia exposición. “Los artículos reflejan la creatividad y las habilidades de las mujeres de las tribus, y sobre todo atraen compradores”, dijo a IPS.
“Es alentador ver que no han renunciado a pesar de la dura realidad que viven”, señaló.
Los compradores se interesan porque los objetos son bellos y baratos, explicó. “Algunos artículos, como las vestimentas hechas a mano, se venden rápido”, indicó.
Kashmala Shah, de una tribu de la agencia de Kurram, abrió su propio centro, donde capacita a otras 30 mujeres.
“Yo perdí a mi madre y a mi hermano en el conflicto, pero eso no significa que deba sentarme de brazos cruzados a esperar caridad. Esta es una gran oportunidad y la estamos aprovechando”, afirmó.