Cuando la FAO lanzó en 2006 su programa Seguridad Alimentaria a Través de la Comercialización de la Agricultura” (FSCA), intentó adoptar un enfoque distinto a los esfuerzos que se centraban principalmente en la producción de alimentos.
El FSCA apostó a la comercialización de los productos de pequeños agricultores, pues notó que allí había una brecha en el ciclo de la seguridad alimentaria.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y la Cooperación Italiana para el Desarrollo, principal donante del FSCA, notan sus logros.
“Si queremos vencer el hambre, no alcanza con aumentar la producción para afrontar los desafíos de un mercado alimentario globalizado”, dijo Maria Helena Semedo, directora general adjunta de la FAO para Recursos Naturales, en una reunión lateral del programa que se realizó el 14 de este mes durante la Semana Mundial de la Alimentación en Roma.
El FSCA busca centrarse en la pequeña producción y mejorar el acceso al mercado para la agricultura familiar. La política es trabajar en la cadena de valor brindando capacitación y perfeccionando el riego, la tecnología para procesar los alimentos, los embalajes y la mercadotecnia, para que los pequeños agricultores obtengan mejores precios por sus cultivos en los mercados locales, nacionales e incluso internacionales.
“Centrarse en la cadena de valor es lo que hace exitoso a este programa”, dijo Giampaolo Cantini, director general de la Cooperación Italiana para el Desarrollo. Italia ha aportado 100 millones de dólares a un fondo fiduciario para la seguridad alimentaria, y la mitad de esa suma se destinó al FSCA.
“Estamos discutiendo el financiamiento futuro” con la FAO, dijo Cantini a IPS. “Lo que es un hecho es que Italia seguirá comprometida con el apoyo a los pequeños agricultores y que también incluirá este asunto en la agenda de su presidencia de seis meses de la Unión Europea, en la segunda mitad de 2014”.
“Cultivar es negocio”
Los países de cada una de las cuatro regiones que participan en el FSCA –América Central, África oriental, África occidental y el Caribe–, adaptaron el programa a sus necesidades.
[pullquote]3[/pullquote]Mousa Djagoudi, de la oficina subregional de la FAO para África occidental, explicó en un discurso que, en Sierra Leona, el dinero se usó para construir 30 centros de agronegocios, a fin de mejorar la calidad y reducir la pérdida de alimentos, en algunos casos en 40 por ciento.
“El programa mejoró la transferencia de tecnología a los pequeños cultivadores, y cambió su manera de entender la agricultura”, dijo Djagoudi.
“Ahora entienden que cultivar es negocio”, añadió.
Comunidades y organizaciones de agricultores participaron en todo el proceso, desde el plan de negocios hasta el mercadeo, recordó.
De modo similar, en Dominica, miembros de la Asociación de Productores de Piña de Nature Island toman parte en la implementación regional del FSCA en el Caribe.
Winston Magloire, alto funcionario técnico del Ministerio de Agricultura y Silvicultura, dijo a IPS que, gracias al programa, “los pequeños productores pudieron competir con grandes actores del mercado” y satisfacer los requisitos de calidad de los consumidores.
Esto es importante porque “una mejor calidad puede ser el primer paso para superar las restricciones de seguridad que ponen los mercados más ricos”, explicó Magloire.
Mientras exportar a mercados de regiones ricas es un objetivo para algunos agricultores locales, en la zona de los Grandes Lagos de África el énfasis se puso en proyectos transfronterizos y en las demandas locales, por lo menos para algunos productos.
Bright Rwamirama, ministro de Agricultura de Uganda, explicó que más de 15.000 hogares rurales se beneficiaron directamente de proyectos del FSCA en su país, en Ruanda, en Burundi y en la República Democrática del Congo.
Algunos proyectos se diseñaron para los mercados locales. Tal fue el caso del destinado a la producción de miel, que “satisfizo una demanda local desaprovechada”. Otros, dedicados a la piña y el mango, se internacionalizaron cuando una empresa frutícola privada los compró.
En América Central, el FSCA ha sido el eje del programa Agrocadenas Alimentarias, implementado por el Ministerio de Agricultura de El Salvador.
[related_articles]Según Jorge Alberto Salinas Rodríguez, director de la Oficina de Planificación y Políticas Públicas en esa cartera, más de 600 productores locales participaron en el programa, que ayudó a reducir las pérdidas de alimentos “de 20 por ciento a alrededor de ocho por ciento de las cosechas».
Mientras, los ingresos de los productores de jocote y loroco (cultivos locales) aumentaron 50 por ciento y, los de los cultivadores de plátano, 80 por ciento.
Abordando problemas estructurales
Edwin Cortez, directivo de la salvadoreña FUNPROCOOP, una cooperativa de agricultores que pertenece a la organización La Vía Campesina, hace una evaluación diferente y más amplia.
“Este programa fue positivo porque redujo un poco el estado de abandono que experimentaban los pequeños agricultores, pero no es suficiente para abordar las causas estructurales de la pobreza rural”, dijo a IPS.
Aunque Cortez admitió que se distribuyeron semillas de maíz y frijol entre los pequeños agricultores, rompiendo con el patrón de patrocinio político del pasado y desafiando a las grandes empresas, también destacó que “estos pasos se disociaron de una perspectiva estratégica de preservación del suelo y alentaron el uso de productos químicos en vez de métodos más verdes de manejo del suelo”.
Además, “las medidas para aumentar las cadenas de valor agregado, los insumos tecnológicos y el mercadeo fueron muy débiles, y su impacto en el sector casi insignificante”, agregó.
No obstante, en un país donde la producción rural cae desde hace años, “todo pequeño esfuerzo es bienvenido”, concluyó Cortez.