Apenas se pueden distinguir los surcos en los sembradíos de la Finca de Semillas, en la periferia de la capital cubana, porque sus responsables, Esmilda Sánchez y Raúl Aguilar, protegen cada centímetro de suelo con una cobertura vegetal.
“Esa técnica es la que más nos ha aportado rendimientos”, explicó Sánchez, una de las 1.200 agricultoras y agricultores que se beneficiaron de un proyecto demostrativo de mejoramiento y conservación de suelos, agua y bosques para afrontar el cambio climático. «La tierra guarda la humedad, algo muy necesario en nuestra zona, afectada por la sequía”, añadió.
La iniciativa, coordinada desde 2010 por el estatal Instituto de Suelos (IS), propone la incorporación de áreas forestales en los establecimientos rurales, estrategias adecuadas de mecanización, búsqueda de nuevas fuentes de agua, la agricultura sin labranza, barreras vivas y muertas, abonos verdes y bioproductos agrícolas cubanos, entre otras acciones.
“Como no teníamos conocimientos sembrábamos sin tener en cuenta la dirección de la pendiente y sin poner barreras. Por eso las lluvias arrastraban todos los nutrientes del suelo”, recordó Aguilar, un exsoldador que labra desde hace ocho años esta parcela de 30 hectáreas, de la estatal Unidad Básica de Producción Cooperativa “26 de julio”.
La finca de Sánchez y Aguilar integra el Polígono Nacional, que cubre las 2.015 hectáreas sobre las que se ubican la cooperativa “26 de julio” y la estatal Granja Monumental, ambas del municipio habanero de Guanabacoa. A él se vinculan alrededor de 400 agricultores.
[related_articles]Esta fue la primera de las 35 áreas demostrativas diseminadas en todo el país por el proyecto, que recibe apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. “A través de cada una de ellas se diseminan en la práctica los principios del manejo sostenible de tierra”, explicó a IPS el director general del IS, Dagoberto Rodríguez.
“Hoy incluimos alternativas para afrontar todos los problemas de suelo, agua y bosques presentes en el país. Abarcamos también las diferentes formas productivas (cooperativa, estatal, privada y en usufructo)”, amplió.
Cada unidad agrícola recibe capacitación, asistencia técnica y algunos insumos, orientados a resolver sus problemas específicos. A su vez, se convierten en un punto de referencia para el resto de la comunidad campesina donde están enclavados.
Debido a las características de su formación natural, este archipiélago del Caribe no fue bendecido con tierras fértiles. Según datos del IS, solo 28 por ciento de los suelos cubanos son muy productivos para la agricultura. Del resto, 50 por ciento figuran en la categoría cuatro de productividad, una de las más bajas, detalló Rodríguez.
Las principales limitantes edáficas del país están encabezadas por la salinidad, erosión, mal drenaje, baja fertilidad, compactación natural, acidez, muy bajo contenido de materia orgánica, poca retención de humedad y desertificación, entre otras, según la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información.
Siglos de agricultura también contribuyeron a afectar los suelos de Cuba, donde el monocultivo cañero para la industria azucarera fue el principal renglón económico hasta comienzos de este siglo. De hecho, el movimiento agroecológico y conservacionista cumple en el país poco más de 20 años.
Las fuertes lluvias y los períodos prolongados de sequía erosionan las tierras cubanas, indicó Rodríguez. Ambos eventos son cada día más frecuentes y se intensificarán con el avance del cambio climático. A causa de un huracán, una localidad puede recibir en 24 horas la mitad de su media anual de precipitaciones, ejemplificó.
El experto reveló que las tecnologías establecidas por el IS para evitar la erosión en cárcavas (hoyos o zanjas grandes originadas por las avenidas de agua) no resultan efectivas frente a las precipitaciones que hoy reciben zonas como la cuenca del río Cauto, que recorre las provincias orientales de Granma y Santiago de Cuba.
Toda la costa y la llanura sur de la isla está amenazada por las penetraciones del mar y el consiguiente efecto salino en los suelos.
Para 2050, la salinidad promedio de esa zona, calculada hoy en cinco, se elevaría hasta siete si no se mitigan los efectos del recalentamiento planetario, apuntó Rodríguez, basado en pronósticos de su centro.
En ese caso, se perderán grandes extensiones dedicadas en la actualidad a la agricultura y muchos terrenos deberán ser explotados con otros cultivos que rindan frutos en las nuevas condiciones del terreno, amplió. De ahí la importancia de promover el manejo integrado de todos los recursos naturales que nutren la agricultura.
“La principal carencia era el desconocimiento de los campesinos sobre las técnicas de mejoramiento y conservación de suelos, agua y bosques”, valoró Raimundo Suárez, ingeniero asociado al Polígono Nacional. En conversación con IPS, indicó que la promoción de las nuevas prácticas resulta más fácil entre productores no tradicionales.
Según el especialista, “las mentalidades han cambiado con los resultados alcanzados”.
“El beneficio más directo obtenido por las y los beneficiados ha sido la disminución de los costos por peso y el aumento de los rendimientos e ingresos”, informó.
En la Finca de Semillas, las cosechas de plátano, boniato y fruta bomba (papaya) rendían antes del proyecto 7,1, seis y 5,8 toneladas por hectárea respectivamente.
Hoy Sánchez y Aguilar recogen 10,2 toneladas de plátano, 8,2 de boniato y 18,4 de fruta bomba por cada hectárea, según datos aportados por Suárez.
El obrero agrícola Leonardo Cardoso lleva 17 años al frente de Las Estrellas, una parcela de la Granja Monumental y parte del polígono. Su producción de frutas, como mango, guayaba, níspero y aguacate, así como de maderables, depende de las lluvias, su única fuente de agua, reveló a IPS.
Ubicada sobre una elevada pendiente, en esta finca resulta prioritario evitar los arrastres de suelo y aprovechar al máximo las lluvias, para lo cual los dos agricultores a su cargo tomaron medidas como muros de contención, barreras vivas y muertas para proteger los bordes de desagüe, la aplicación de materia orgánica y humus de lombriz, entre otras.