Acelerar el desarrollo es el reto tras la década ganada en Brasil

Jóvenes de clase media cuestionan la gestión del gobierno de Dilma Rousseff respecto de las inversiones públicas. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

Después de 10 años de conquistas socioeconómicas gracias a exitosas políticas de empleo, inversiones públicas y programas antipobreza, Brasil afronta el desafío de ampliar y acelerar un modelo de desarrollo que incluya, por ejemplo, a los jóvenes que protestan en las calles.

No toda la pobreza de este país fue eliminada, ni mucho menos, desde que llegó al gobierno en 2003 del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), primero de la mano de Luiz Inácio Lula da Silva y luego de Dilma Rousseff. Hasta junio de 2011, cuando se lanzó el Plan Brasil Sin Miseria, las estadísticas oficiales admitían que todavía había 16,2 millones de indigentes.

Pero planes como Hambre Cero y Beca Familia (transferencia de renta familiar), estrategias de generación de empleo, mejoras salariales y ampliación del microcrédito, junto con una fuerte inversión pública en grandes obras de infraestructura, hicieron visibles otros resultados.

Hay que ubicar en este resumido cuadro la creación de un proceso de movilidad social “que no se debe subestimar”, menciona Leonardo Avritzer, analista político de la Universidad Federal de Minas Gerais.

[pullquote]3[/pullquote]“Las movilizaciones que ocurren hoy en Brasil no cuestionan los grandes avances de los últimos 10 años. Los 40 millones de habitante que salieron de la pobreza y la reducción de las desigualdades constituyen avances reales”, indicó a IPS.

Sin embargo, llegó el momento de ampliar esas políticas y extenderlas, añadió.

“La raíz de las movilizaciones está, en primer lugar, en una disminución del ritmo de la reforma y un cierto alejamiento de la presidenta (Rousseff) de los movimientos sociales. Pero es importante apuntar que quienes protestan en este momento son un grupo de clase media joven. Y lo están haciendo por una pauta de cuestiones urbanas”, opinó.

Las demandas incluyen cuestiones básicas como mejor educación, salud, transporte urbano e infraestructura.

En el caso de las favelas (barrios irregularidades hacinados), donde también ahora hay una clase media creciente y que comienza a sumarse tímidamente a las movilizaciones, el reclamo es por saneamiento básico digno, pavimentación de calles y guarderías para las madres trabajadoras.

Programas como Brasil Cariñoso y otros de acceso a la vivienda, como Mi Casa, Mi Vida, apuntan a mejorar esos problemas y a “consolidar” esa nueva clase media, explicó a IPS el analista político Maurício Santoro, asesor de Amnistía Internacional.

“Brasil avanzó en aumentar salarios y la renta de la población más pobre, así como en facilitar el acceso a bienes de consumo y vivienda. Pero todavía hay un largo camino por delante para que la gente de hecho pueda salir definitivamente de la exclusión de sus derechos de ciudadanía”, sostuvo.

[related_articles]Para Avritzer, esta es una de las “cuestiones reales” hoy. “Brasil realizó muchos cambios y el acceso a los sistemas de educación y la salud hoy es universal”, puntualizó.

“Sin embargo, la calidad de los servicios es baja. Una parte de la llamada ‘nueva clase media’ ahora busca mejorarlos en la red privada, pero esto hizo que aumentaran los precios. El acceso a una educación y una salud públicas de calidad es uno de los mayores problemas de Brasil”, advirtió.

Esas son precisamente las reivindicaciones por estos días en las calles de las principales ciudades brasileñas. Y no en vano lo que encendió la chispa fue el problema del transporte público.

El crecimiento económico y las facilidades para la compra de automóviles, por ejemplo, más que duplicaron en una década la flota de vehículos, más de 60 millones de unidades que desbordan las calles sin un plan estratégico paralelo de mejora de la infraestructura vial ni la ampliación de sistemas alternativos de transporte masivo, como los trenes subterráneos y de larga distancia.

Orlando Santos, sociólogo especialista en planificación urbana de la Universidad Federal de Río de Janeiro, llama la atención en particular sobre la situación de esta ciudad, la segunda mayor de Brasil.

“Se construyen grandes sistemas viales sin tomar en cuenta la integración de la ciudad con la región metropolitana. Es una planificación absolutamente equivocada e irracional que desperdicia recursos públicos, y que está reflejando la subordinación del gobierno municipal a los grandes intereses económicos”, comentó a IPS.

Eduardo Fagnani, economista de la Universidad de Campinas, se refiere al caso de São Paulo, “una de las cinco metrópolis mundiales con menor índice de habitantes por kilómetro cuadrado del mundo”.

“La construcción del metro (tren subterráneo) avanza a paso de tortuga. Ante la ausencia de presión popular, los gobiernos municipales han sido conniventes con los empresarios del sector. Las políticas públicas privilegian el automóvil”, destacó a IPS al referirse a lo que llama una “mercantilización” del transporte.

“Las voces en las calles reivindican derechos y no consumo. Servicios públicos y privados. Estado de bienestar social y no Estado mínimo”, describió. Las manifestaciones revelan el fracaso de la visión conservadora de que bastan políticas enfocadas para alcanzar el “bienestar social”, apuntó.

Para el economista Adhemar Mineiro, “todo esto muestra la falacia de utilizar la pobreza como único indicador de desarrollo social”.

Este experto del Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Sociales ve en tres etapas el proceso de desarrollo iniciado por Lula y Rousseff.

Primero fueron los programas contra la pobreza. “La idea era eliminar la situación de miseria y, como segundo paso, insertar (a ese sector) en el mercado consumidor con otros planes, como Beca Familia. El tercero fue la generación de empleos, en especial de la economía formal, y el estímulo a la creación de microempresas.

¿De qué se quejan las calles entonces?, se preguntó IPS.

«En lo que respecta a un estado de bienestar social (salud, educación, transporte y saneamiento), queda muchísimo que hacer todavía, y la vuelta al énfasis en el ajuste presupuestario este año puso todavía más en riesgo a esos sectores, agravando el problema y provocando descontento”, respondió.

“Con el gobierno (de Rousseff) se volvió a la lógica de inserción internacional, competitividad y ajuste fiscal, y a partir de ahí un intento de reconexión con los mercados mundiales que están en baja desde la crisis, lo cual redujo la dinámica del crecimiento”, agregó.

Avritzer consideró, finalmente, que el avance de este modelo no depende de un gran crecimiento económico, sino de “adecuadas políticas” que conduzcan a la mejoría de los servicios.

Para Fagnani, “las manifestaciones abren una nueva oportunidad para afrontar el subdesarrollo político, económico y social, agudizado por la larga experiencia neoliberal”. No se debe volver atrás en medio del camino, parece ser la lección.

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