La cultura del emprendimiento no permea todavía entre las mexicanas, pese a la influencia positiva que tiene en el desarrollo de las mujeres, en una realidad en que la productividad femenina sigue afrontando muy superiores obstáculos que la de los varones.
Como en otros países latinoamericanos, las emprendedoras mexicanas enfrentan barreras institucionales y de acceso a capacitación, financiamiento y a mercados, que se suman a la violencia física, sexual y económica que sufren por razón de su género, indican diferentes análisis internacionales y locales.
«La mayoría de emprendedoras se ubica en el sector no agropecuario, porque no tienen acceso a tierra y por eso su mayor parte está en las zonas más urbanizadas», señaló a IPS la brasileña Marcia de Castro, representante residente en México del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Los emprendedores representan cinco por ciento de la población económicamente activa (PEA) y las mujeres apenas son 2,4 por ciento de quienes operan en el sector, indica el Banco Mundial. En total, las mujeres representan 46 por ciento de la PEA, que es de 50 millones de personas.
En América Latina, en promedio, solo tres de cada 10 emprendedores son mujeres, acota el organismo multilateral, en datos recordados cuando este 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, dedicado este año a todas las violencias, incluida la económica, que sufre la población femenina.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que siete millones de los 19 millones de hogares tienen al frente solo a una mujer, en un país de casi 117 millones de habitantes.
En 2010, los ingresos mensuales en familias urbanas encabezadas por varones ascendían a unos 780 dólares, mientras que en las de jefatura femenina eran de unos 507 dólares. En el ámbito rural, esos promedios eran de 351 y 273 dólares, respectivamente.
«Sin productos financieros adecuados, las mujeres no pueden hacer crecer sus negocios. Iniciamos por enseñarles el valor de lo que hacen. Todas se han enfrentado a los mismos retos y los han resuelto de forma diferente», declaró Leticia Jáuregui, directora general y fundadora de la no gubernamental Crea Comunidades de Emprendedores Sociales.
«Hay enormes dividendos sociales por invertir en mujeres», resaltó a IPS la ejecutiva de la organización que asesora y capacita a unas 1.200 microempresarias rurales en temas de contabilidad y productividad.
Gracias a eso, esas mujeres han aumentado en 50 por ciento, oscilantes entre 7.800 y 15.000 dólares anuales. Un 90 por ciento de estos micronegocios son exitosos y 88 por ciento ya cuentan con sistemas contables formales.
Las emprendedoras «enfrentan barreras legales, de capital y de acceso a mercados. Los productos financieros son inflexibles, exigen condiciones difíciles de realizar, son costosos. Faltan productos de alta calidad», enumeró para IPS David Gough, jefe de Inversión de la red de microfinanzas Women Worlds Banking, que acoge a 39 instituciones financieras de 28 naciones.
El gubernamental Programa de la Mujer en el Sector Agrario, dependiente de la Secretaría (ministerio) de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, entregó en 2012 unos 78 millones de dólares a más de 4.000 proyectos productivos, en beneficio de unas 30.000 mujeres. Para este año proyecta la cesión de unos 57 millones.
Además, el gobierno del conservador Enrique Peña diseña, desde su llegada al poder en diciembre, la creación de un seguro de vida para jefas de familia y creó ya el Instituto Nacional del Emprendedor, para apoyar a micro y pequeños empresarios, con inclusión especial de las mujeres, aunque todavía no entró en operaciones.
De las emprendedoras, 84 por ciento son dueñas de empresas pequeñas, que emplean de dos a cinco personas, «vulnerables a factores como el mercado, los precios y el fortalecimiento institucional», en palabras de de Castro.
«De las microempresarias, 26 por ciento trabaja menos de 35 horas semanales, porque tiene que equilibrar la vida familiar. Además, sus ingresos son menores a los de los hombres», indicó.
La encuesta 2009 del Uso del Tiempo, elaborada por el Inegi, halló que los varones destinan 53 horas a la semana al trabajo productivo y 12 a labores domésticas, en tanto que las mujeres dedican entre 40 y 45 horas a actividades económicas y más de 20 a la atención del hogar.
En su estudio de 2012 «El efecto del poder económico de las mujeres en Latinoamérica y el Caribe», el Banco Mundial concluyó que las mujeres cumplen un papel fundamental en cuanto a reducir la pobreza y sofocar los impactos de la crisis financiera global, estallada en Estados Unidos en 2008 y que desde 2011 recrudeció su foco en Europa.
El organismo estimó el crecimiento de la fuerza laboral femenina mexicana en 13 por ciento entre 2000 y 2010, por detrás de los registros de Panamá 39 por ciento- y Colombia 23 por ciento-.
Para promover la equidad, el PNUD ejecuta desde 2003 el programa Sello de Igualdad de Género, para garantizar el ejercicio de derechos laborales por parte de trabajadores y trabajadoras y eliminar las barreras para la inserción y el desarrollo profesional de las mujeres en el mundo laboral en empresas y organizaciones.
En el caso de México, el programa ha certificado hasta ahora a 1.623 organizaciones por su compromiso con la igualdad de género y de las cuales 1.038 son públicas, 570 privadas y 15 no gubernamentales, en un proceso que evalúa las políticas para velar por esos derechos.
«No se aplican las leyes. Si no hay un compromiso político en todos los niveles de reducir la desigualdad de género, violencia y exclusión, ese emprendimiento no va a avanzar», enfatizó de Castro.
En 2006 entró en vigor la Ley General de Igualdad Entre Mujeres y Hombres y, al año siguiente, la Ley General de Acceso de las Mujeres de Una Vida Libre de Violencia. Pero los dos instrumentos se aplican limitadamente, denuncian los especialistas.
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Las mujeres «deben determinar qué quieren hacer y a dónde llegar. Generan empleos de calidad, que permiten que sus hijos se eduquen, generan ingresos y toman decisiones. Si resuelven los problemas de violencia doméstica y autoestima, son más productivas», aconsejó Jáuregui.
Ante la ausencia de servicios financieros apropiados para mujeres, Women Worlds Banking prepara un proyecto piloto en el sureño estado de Puebla.
«Planeamos desarrollar un producto diferente de crédito más adecuado para las mujeres. Hay un gran nicho que puede sostenerse con costos más bajos», explicó Gough.
El plan es ofrecer empréstitos productivos de un promedio de unos 780 dólares a entre 100 y 200 mujeres durante ocho meses a partir de mayo.