La inversión en infraestructura rural y el apoyo a millones de pequeños agricultores africanos aumentaron en la pasada década. Pero la consiguiente mayor producción necesita ahora un mejor acceso a los mercados.
El presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Kanayo Nwanze, dijo que en las áreas rurales de África están dadas las condiciones para recibir inversiones con oportunidades sin precedentes.
"África tiene el mayor crecimiento poblacional y la más alta tasa de urbanización del mundo", dijo Nwanza a los delegados presentes en el Foro para una Revolución Verde Africana, que terminó este viernes 28 en la norteña ciudad tanzana de Arusha.
Los gobiernos africanos, sus socios para el desarrollo y los agroindustriales coinciden en que la clave para aumentar la producción es contar con mejores semillas y fertilizantes, así como mejorar infraestructura, como caminos e irrigación.
Pero muchos pequeños productores carecen de almacenes, de lugar para el procesamiento y medios de transporte para sus cosechas. El sector privado puede conectarlos con los mercados comprometiéndose a adquirir su producción.
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En Mozambique, la multinacional agroindustrial india Olam International tiene una concesión de 850.000 hectáreas por 20 años no lejos del puerto de Beira. Tiene acuerdos con dos millones de agricultores en una veintena de países africanos.
"No había nada allí hace cuatro años", recordó M. D. Ramesh, gerente de operaciones de Olam para África oriental. "Ahora tenemos 60.000 agricultores trabajando en 60.000 hectáreas", dijo a IPS.
Olam ofrece a los agricultores crédito, semillas y fertilizantes, y luego les compra la cosecha.
El problema inicial fue que muchos productores no sabían cómo cultivar algodón. Olam organizó demostraciones para capacitarlos.
Los resultados todavía no son óptimos, admitió Ramesh, pero la cosecha aumentó de los 300 kilogramos por hectárea iniciales, hace seis años, a 600 en la actualidad.
A modo de comparación, los cultivadores más experimentados con los que trabaja Olam en Zimbabwe cosechan unos 1.200 kilogramos.
"Ten en cuenta que trabajamos sin infraestructura ni teléfonos ni bancos, es decir que todas las transacciones son en efectivo. Es un desafío", remarcó Ramesh.
No obstante, confía en que para 2015 se estén trabajando unas 100.000 hectáreas con 120.000 agricultores produciendo de 60.000 a 70.000 toneladas de algodón al año, lo que representará unos 40 millones de dólares después del procesamiento.
"El mayor riesgo con los pequeños agricultores es que, cuando das un crédito, no hay remedio si algo sale mal, y suele ocurrir. Pero con el tiempo se desarrolla una dependencia mutua", explicó Ramesh.
Carter Coleman es el director general de Agrica, una compañía en Tanzania totalmente diferente y a una escala completamente distinta, pero que afronta los mismos riesgos.
"La agricultura es capital intensivo, de alto riesgo, y ofrece beneficios a largo plazo. Muchos inversores escuchan eso y enfilan hacia la puerta", apuntó. Pero él no.
Agrica fue fundada en 2005 con la intención de crear estándares para una agricultura comercial y sostenible en África oriental. Su único proyecto es el arrozal de Kilombero, de 5.800 hectáreas, en Tanzania, creado en un sitio abandonado de una iniciativa entre este país y Corea del Norte.
Kilombero Plantations Limited (KPL), es un centro innovador donde no se remueve la tierra, se realiza fertilización aérea y se hace un uso eficiente del agua. Cuenta con un molino que funciona gracias a una mini planta hidroeléctrica, todo de acuerdo con la filosofía de sus propietarios, Agrica.
Pero también ayuda a 5.000 pequeños productores de la zona a pasar de una agricultura de subsistencia a la venta de excedentes para 2016.
Hace dos años, KPL trajo a un experto de India para capacitar a unos cuantos agricultores del valle de Kilombero en el cultivo intensivo de arroz.
La técnica, desarrollada hace años por un cura jesuita en Madagascar, consiste en el cultivo sistemático de semillas, cuidadosamente elegidas, en espacios de 25 por 25 centímetros. Esto permite triplicar la producción y reducir la cantidad de simientes empleadas, así como el tiempo necesario para cultivar y desmalezar la tierra.
Fueron capacitados 15 agricultores, y cada uno ensayó el nuevo método durante una temporada en un terreno de 30 por 30 metros. La experiencia tuvo resultados excelentes. Al año siguiente se capacitaron 365 familias más, y los participantes del primer grupo ampliaron el área cultivada a media hectárea.
El mayor volumen de arroz producido dificultó la cosecha, pues sencillamente no había suficiente mano de obra.
"Trajimos dos cosechadoras de Vietnam para ayudar. Cada una recolectaba menos de media hectárea en tres horas, lo que a mano llevaría tres días", relató Coleman. "Y es 20 por ciento más barato para los agricultores. Ahora queremos unas más", apuntó.
Los cultivadores están contentos, pero KPL no goza del mismo éxito. La compañía compra arroz sin procesar al precio de mercado, pero el costo del grano con cáscara se duplicó desde el año pasado a 466 dólares la tonelada. En cambio, la tasa del arroz molido que KPL vende aumentó solo 40 por ciento, lo que no le deja margen a la compañía sobre lo que termina llevando a Dar es Salaam, capital de Tanzania.
Coleman también se lamentó de que la falta de infraestructura perjudique a la empresa. Transportar combustible por el camino sin pavimentar que va del valle de Kilombero al mundo exterior en la estación lluviosa es una pesadilla, se lamentó.
"¿Dónde están los caminos, el suministro de agua, la electrificación, los almacenes para reducir las pérdidas tras la cosecha?", preguntó Nwanze. "¿Dónde está la buena gobernanza para gestionar los mayores niveles de fondos?", añadió.
"No les voy a decir todo lo bueno que hemos hecho o hacemos, sino que los voy a desafiar a hacer más", concluyó.