GUINEA: Mujeres se echan la horticultura al hombro

La horticultura en áreas periurbanas de la capital de Guinea crece con rapidez gracias a que se ha convertido en una fuente de ingresos para grupos de mujeres. Además les permite cierta autonomía.

IPS visitó a un grupo de 14 mujeres que trabajan en un terreno bajo en Kobaya, a las afueras de Conakry. Arrendaron un área de tres hectáreas por el equivalente a 130 dólares al mes.

"Plantamos tomates, papas, cebollas, lechugas, pimientos y pepinos", dijo Fanta Camara, presidenta de la asociación.

La mayoría de las integrantes del grupo tienen sus propias huertas para su consumo, pero se reunieron en 2007 con la idea de comercializar la producción.

Construyeron un galpón en el que guardan herramientas como azada, rastrillo y regaderas, así como sacos y cajas para llevar la producción al mercado. Cavaron dos pozos, uno en 2007 y otro en 2010 para tener agua para riego.
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"La horticultura tiene un papel social y económico. Da trabajo y constituye una fuente de ingresos", indicó Moïse Koundouno, un trabajador de extensión agraria de la comuna de Ratoma, en Conakry. Esa actividad constituye más de 50 por ciento del ingreso para la mitad de los horticultores de zonas periurbanas.

Sin embargo, la asociación de Kobaya no adoptó ningún método moderno para aumentar la producción fuera de temporada, por lo que depende del estiércol para producir verduras todo el año.

"Nuestras verduras se cultivan y cosechan de forma natural, sin técnicas artificiales", indicó Ramata Touré, encargada de las ventas.

"Con ayuda de un trabajador de extensión, dividimos nuestro terreno en diferentes cultivos según la estación", indicó.

"Tenemos buenas cosechas en cada uno de los bloques de 10 por 10 metros dedicados a un cultivo particular: una tonelada y media de cebollas, dos de tomates, dos y media de repollo, así como grandes cantidades de berenjenas, zanahorias y quingombó", indicó Dramane Fofana, también de extensión agraria, quien se ofreció para ayudar al grupo de mujeres como voluntaria.

Para los horticultores comerciales de los alrededores de Conakry, llevar verduras al mercado en la estación seca, de noviembre a abril, es fundamental, y en especial de enero a febrero. En Kobaya, las mujeres convirtieron la huerta en su principal actividad fuera de temporada.

Sus verduras llegan al mercado de la forma más simple, a través de la venta directa de la granja o mediante un mayorista comunitario llamado "bana-bana".

Abdul Karim Bangura, quien gestiona un amplio mercado de frutas y verduras en el barrio capitalino de Madina, dijo a IPS que unas 370 organizaciones le llevan productos frescos, lo que genera cientos de miles de dólares al año.

El precio de las verduras es muy variable en la ciudad, los productos frescos llegan a triplicarse durante la época de relativa escasez. Ramatoulayé Touré, tesorera de la organización, estima la ganancia anual en 10.000 dólares.

"Las ganancias se dividen entre los integrantes del grupo tras las deducciones, en especial para cubrir el arrendamiento y comprar insumos", dijo a IPS.

La mayoría de las integrantes con las que habló IPS están contentas con los resultados.

"Obtuve unos 500 dólares a fines de 2011, con lo que puedo criar a mis hijos y mantener a mi esposo desempleado", indicó Hawa Dabo, madre de cinco niños.

Uno de los desafíos que tuvieron afrontar fueron las pérdidas, lo que no se vendió y se echó a perder. Desde 2010, resolvieron el problema procesando parte del cultivo en el lugar, y así convirtieron un escollo en un beneficio.

"Ahora hacemos puré con los pimientos y las zanahorias. Los conservamos en frascos y luego los vendemos durante la estación seca, cuando los precios suben. Obtenemos el doble", relató Dabo.

Según un estudio realizado en 2009 por Crédit Rural de Guinea, una institución de microcrédito, "la población de este país es esencialmente rural, pues solo 30 por ciento reside en zonas urbanas".

En la periferia de la capital rigen los títulos de propiedad tradicionales. La tierra se adquiere por herencia o préstamo, pero está prohibida la venta.

"La urbanización es una amenaza para los horticultores porque la tierra escasea", señaló Taliby Sako, gerente de un restaurante. "Se ven obligados a irse cada vez más lejos de la capital. La mayor distancia aumenta el precio de los productos. Un kilogramo de tomates cuesta ocho veces más que hace cinco años", añadió.

El grupo de Kobaya tiene otras dificultades.

"Pese a tener vallas naturales (como cactus), no nos gusta que los animales pasten sin supervisión. No tenemos equipos ni productos fitosanitarios, lo que perjudica la calidad de nuestra producción", indicó Camara.

El Ministerio de Agricultura encabeza el apoyo del gobierno a la horticultura comercial. Con ayuda de socios internacionales, financia varios proyectos para reducir la pobreza.

Uno de ellos es el Proyecto de Desarrollo Social, de siete millones de dólares, que atrajo cinco millones más del Fondo de Desarrollo Africano.

El proyecto de dos años, que terminará en diciembre, apunta a desarrollar la capacidad de producción, en especial de mujeres pobres, ayudando en iniciativas generadoras de ingresos, como la horticultura.

"Nuestro grupo todavía no se benefició de ese programa. Pero tenemos pensado registrarnos ante el Ministerio de Agricultura para ver qué podemos obtener de esa o de cualquier otra iniciativa", dijo Camara a IPS.

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