Escasez de agua, desarrollo hotelero, sobreexplotación pesquera y el riesgo de actividades mineras son los principales problemas ambientales de la región de Los Cabos, sede de la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) países ricos y emergentes.
La cumbre del G-20, que se celebra entre el 18 y el 19 de este mes en Los Cabos, con una agenda de desarrollo sustentable y lucha contra el cambio climático, se celebrará en el Centro Internacional de Convenciones, el último grito de la arquitectura sostenible.
En sus 66.000 metros cuadrados, tiene 2.700 metros cuadrados de muros verdes, una capacidad de tratamiento de agua de 2,6 litros por segundo, más de 1.000 paneles solares para proporcionar electricidad e instalaciones para captar lluvias. Un oasis artificial en medio de una zona que escenifica un cúmulo de malas prácticas.
La ciudad de San José del Cabo, cabecera del municipio, y Cabo San Lucas son los principales lugares y dependen del turismo, sobre todo extranjero. Están conectados por un corredor de 33 kilómetros poblado de hoteles majestuosos, con una elevada factura ambiental.
"El principal problema es la escasez de agua. Por ser una zona árida es el recurso más limitado. Hay sobreexplotación de acuíferos y los nuevos desarrollos hoteleros pueden afectar la disponibilidad", dijo a Tierramérica el activista Ernesto Vázquez, de la no gubernamental Sociedad de Historia Natural Niparajá.
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Esa organización, fundada en 1990, trabaja en pos de la conservación de los recursos naturales en el estado de Baja California Sur.
De naturaleza desértica, Los Cabos tiene una precipitación anual de 270 milímetros. En su territorio se encuentra la Reserva de la Biosfera Sierra La Laguna, el Parque Nacional Marino Cabo Pulmo, la Reserva Ecológica Estatal Estero de San José del Cabo y la Zona de Refugio Submarino de Flora y Fauna. Todas albergan especies sujetas a protección especial, amenazadas y en peligro de extinción.
"Los Cabos tiene bastante tiempo con problemas por cuestiones turísticas y de un crecimiento de la población sin un ordenamiento urbano. La mancha urbana se ha ido comiendo zonas que tenían importancia ambiental", indicó a Tierramérica el especialista Isaí Domínguez, de la Dirección de Comunicación Científica de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
"Era una zona de bastante riqueza ecológica. Lo que queda es muy poco", sentenció.
El sitio despuntó como destino turístico de lujo en la década de 1950 y cobró nuevos bríos en los años 90. Tiene más de 10.000 habitaciones de hotel y en 2011 recibió a más de 800.000 turistas, según la Secretaría de Turismo estadual.
Además, la explotación de yeso, cobre y fosforita, que se remonta al siglo XIX en la región, ha dejado su huella.
La Conabio enumera erosión, contaminación costera por desechos sólidos y aguas residuales, megaproyectos turísticos, conflicto entre la pesca deportiva y la comercial y daño al ambiente por las embarcaciones.
La filial mexicana de Greenpeace señala que el consumo diario de agua es de 250 litros por habitante, pero en los grandes hoteles oscila entre 1.000 y 2.000 litros.
El presidente Felipe Calderón anunció el viernes 15 la cancelación del proyecto Cabo Cortés, aunque dejó la puerta abierta para un nuevo emprendimiento que incluya los puntos de vista de científicos y ecologistas.
El proyecto preveía instalar en una superficie de 3.800 hectáreas unas 27.000 habitaciones, dos campos de golf y otras obras turísticas, arriesgando el arrecife coralino de Cabo Pulmo, un área nacional protegida.
Cabo Cortés también habría perjudicado las dunas que se extienden por varios kilómetros.
Desde 2009 está pendiente un proyecto de explotación aurífera a cielo abierto que pasó de llamarse Paredones Amarillos a Concordia, de la empresa La Pitalla. La comunidad lo rechaza y está pendiente la aprobación de su estudio de impacto ambiental.
Propiedad de la estadounidense Vista Gold Corp., esta actividad minera afectaría la Reserva de la Biosfera Sierra La Laguna, creada en 1994 y que mezcla bosque de pino y encino y territorio selvático.
"Es una zona pesquera importante y los químicos usados para separar los metales generan residuos que perjudican la actividad", indicó Domínguez.
Del acuífero de San José del Cabo se extraen 26 millones de metros cúbicos anuales, pero la recarga es de 24 millones, según la Comisión Nacional del Agua.
* Este artículo fue publicado originalmente el 16 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.