En medio de protestas y el rechazo de un sector del empresariado, productores agropecuarios y sindicalistas de Colombia, entró en vigor este martes 15 el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, firmado en 2006 tras dos años de negociaciones y un largo camino posterior para adecuar leyes nacionales.
Las manifestaciones contra el acuerdo se sucedieron este martes en universidades públicas, que obligaron a las autoridades a cerrarlas, y estaciones del servicio de autobuses articulados Transmilenio en Bogotá.
En ese marco también se registró un ataque con explosivos contra el vehículo blindado de Fernando Londoño, del Partido Conservador y exministro de Interior y de Justicia del gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010), del que resultó con heridas varias, al igual que una veintena de transeúntes, mientras que a dos de sus custodias les costó la vida. Además fue desactivado un auto-bomba.
Pero a las protestas y fuertes críticas de los sectores que se sienten amenazados por la apertura comercial a una potencia, se contrapone la satisfacción del gobierno por la puesta en marcha del convenio que fue suscripto por el entonces presidente Uribe y su par estadounidense George W. Bush (2001-2009).
El actual mandatario, Juan Manuel Santos, ha insistido en que este Tratado de Libreo Comercio (TLC) con Estados Unidos, que ya es el principal destino de las exportaciones colombianas, hará crecer la economía casi uno por ciento anual y abrir fuentes laborales para unas 500.000 personas.
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El TLC, que tendrá varias fases de aplicación, supone la desgravación progresiva de casi todo el flujo comercial entre ambos países y reglamenta, entre otras cuestiones, las inversiones, la agricultura, la industria, los servicios, las telecomunicaciones, la propiedad intelectual, las compras públicas, los asuntos ambientales y ajustes en normas laborales, sanitarias y culturales.
Para los activistas, estudiantes, agricultores y otros opositores al acuerdo, Colombia cedió en numerosos renglones a cambio de nada.
Uno de sus argumentos es, precisamente, el optimismo del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien aseguró que se podrán "duplicar las exportaciones de su país a Colombia".
"Aunque poco o nada habla (Obama) de aumentar las importaciones", cuestionó ante la consulta de IPS el director de la no gubernamental Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio, Enrique Daza.
El intercambio comercial el año pasado muestra que las exportaciones colombianas a Estados Unidos sumaron 21.700 millones de dólares, que equivalen a 38 por ciento del total de ventas del país, mientras que las importaciones desde esa potencia fueron por valor de 13.600 millones de dólares, que representan 25 por ciento de las compras del país.
El acuerdo afectará de modo "escandaloso al sector agropecuario colombiano", especialmente, y de inmediato a la producción "de cereales, porque ingresarán a nuestro país grandes contingentes (desde Estados Unidos) libres de aranceles" y subsidiados, afirmó a modo de ejemplo.
Esta situación tiene para Daza el agravante de "que el gobierno no controla en toda su dimensión el ingreso de las importaciones porque no cuenta con un sistema conectado de información entre aduanas".
"Entonces, por cada puerto podría entrar la cantidad permitida, multiplicándose el ingreso libre de aranceles", agregó Daza.
"Colombia garantizó a Estados Unidos la apertura sin condiciones de su mercado para productos como arroz, maíz, trigo, cebada, soja, fríjoles, aceites y carnes de pollo, cerdo y bovina de alta calidad, así como leche en polvo y demás productos lácteos, entre otros", indica un estudio elaborado por los especialistas Luis Jorge Garay, Fernando Barberi e Iván Cardona.
En detrimento de los productores locales, en el primer año ingresarán 79.000 toneladas de arroz de Estados Unidos, con precios subsidiados, presumen los autores del informe titulado "Impactos del TLC con Estados Unidos sobre la economía campesina en Colombia", patrocinado por las organizaciones no gubernamentales Oxfam y Planeta Paz.
"En contraste, Estados Unidos excluyó el azúcar de la desgravación, pese a que es muy importante para el comercio exterior de Colombia, pero no accedió a la petición de desgravar productos como el pollo y la carne", continúa el documento.
En el primer año llegarán a Colombia 27.000 toneladas de pollo, estiman.
"La industria de bienes de consumo, que en Colombia sufre tropiezos desde hace años por efecto de la apertura económica, seguirá lesionada. Entonces, las grandes industrias locales preferirán plegarse a las cadenas multinacionales, como sucedió con la cervecera Bavaria", comprada en 2005 por la firma estadounidense SABMiller, anotó Daza.
Por su parte, el economista Juan Pablo Fernández, asesor del partido izquierdista Polo Democrático, dijo a IPS que los productores de bienes de pequeña escala, como fabricantes de partes de vehículos, maquinaria y electrodomésticos, "pasarían a ser solo importadores, en el mejor de los casos".
Los activistas calculan en 350.000 la cantidad de ganaderos y lecheros con establecimientos reducidos que verán afectada su economía por la carne que se importará de Estados Unidos.
En tanto, las flores colombianas, que colonizaron el comercio estadounidense cubriendo 80 por ciento de esa demanda, se afectarán directamente por el fortalecimiento del peso frente al dólar que, según Daza, "es esencial al TLC, que establece que la intervención interna en el tipo de cambio se entiende como una política anticompetitiva".
A eso se suma la crisis del café. "No tenemos suficiente grano, por lo que el consumo interno se suple importándolo de Guatemala y Vietnam", agregó.
Daza considera que, frente a la lista de perjudicados, "es más fácil enumerar los que no se lesionarán con el TLC, que son algunos importadores y quienes lucran con las actividades económicas del Estado, como los empresarios que ya hacen parte de las políticas de globalización comercial".
La desventaja colombiana aumenta porque, en ocho años de negociación, no construyó ni adecuó los ferrocarriles, ríos navegables ni puertos para afrontar el cambio que implica el TLC. Es decir que "quienes negociaron el acuerdo entregaron el país a las fauces de las multinacionales", opinó Daza.
También se consolida el trabajo informal y de mala calidad, que es "la forma de lograr rentabilidad, como sucede en la floricultura, cultivos de palma aceitera y la pequeña minería", añadió.
En el convenio, en tanto, ni siquiera se mencionan temas que en principio fueron considerados fundamentales, como la búsqueda de "estabilidad política, económica y social de este país con 46 millones de habitantes, afectado por el largo conflicto armado interno, al igual que la creación de alternativas rentables para combatir la siembra de cultivos ilícitos", anota el documento de Oxfam y Planeta Paz.
Con este desnivel y escasas esperanzas, a juicio de los críticos, comienza su marcha el tercer tratado comercial de Colombia con Estados Unidos en la historia. El primero data de 1933, calificado de fracaso, y el segundo de 1935, en la primera Presidencia de Alfonso López Pumarejo (1934-1938), rigió por 14 años. * Con aportes de Constanza Vieira