Niños y niñas extraviados tras explosión en República del Congo

Vianey no ve a sus padres desde que se produjeron una serie de explosiones en un depósito de armas de la capital de República del Congo el domingo 4. El niño de cinco años fue encontrado vagando en el barrio de Tréchot, a unos cientos de metros del lugar del accidente.

"Tengo hambre", dijo, casi con su último aliento.

La explosión en Brazaville dejó a más de 200 personas muertas, unas 1.500 heridas y miles más sin hogar. El sistema de atención médica y de bienestar social, con graves deficiencias, no da abasto con las consecuencias del accidente. Niños y niñas están entre los más vulnerables.

Gervais Bouity, encargado de un refugio montado en la catedral de la ciudad, dijo que cuando Vianey llegó estaba cansado, muy sucio y con la ropa hecha harapos.

Lucie, otra de las víctimas, quien sufrió heridas en la cabeza y el brazo derecho, fue trasladada a la Clínica Municipal Albert Leyono al día siguiente del accidente. "Con la explosión todos corrimos", relató la niña de 12 años. "No sé qué pasó con mi padres y mis dos hermanos", apuntó.
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Unos 50 sobrevivientes reciben atención en la Clínica. Uno de ellos, Julien Amona Ngari, dijo a IPS: "Lucie todavía está traumatizada. Necesita tiempo para recuperarse. Tiene pesadillas debido a todo lo que vio".

En la ciudad hay decenas de niños y niñas en una situación similar a la de Vianey y Lucie.

El refugio de Mungali, en un jardín de infantes, llegó a tener 33 niños y niñas perdidos, una semana después todavía quedaban 11. En otra guardería del barrio de Makelekele, cuatro de los siete niños alojados allí se reencontraron con sus padres, según las autoridades.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y su contraparte congoleña instalaron carteleras frente a los refugios con información sobre los menores extraviados.

"Tenemos 20 niños traídos por nuestro personal y ahora esperan que sus padres vengan a buscarlos", indicó Anne-Céline Moiraud, responsable de protección infantil del CICR.

"Exhortamos a toda persona que haya encontrado a un niño separado de su familia a que se ponga en contacto con los voluntarios", señaló.

Las distintas agencias de la Organización de las Naciones Unidas presentes en Brazzaville reciben cientos de consultas de padres que no encuentran a sus hijos.

"Desde ese día (domingo 4) no veo a ninguno de mis dos hijos. Fui a todos los sitios, pero no los encontré", contó una madre al borde del llanto.

Según los registros hospitalarios, los menores constituyen alrededor de un tercio de las personas heridas que recibieron tratamiento médico, 338 de las 866 atendidas en los hospitales de Makelekele y Bacongo, y en el Hospital Universitario de Brazzaville.

La calidad de la atención dispensada a los niños tras el desastre ha sido desigual. "Mi hijo, que se lastimó en la cabeza, no recibió asistencia", se quejó Nicole Ibondo, madre de un varón de ocho años.

La directora de la guardería de Makelekele, Suzanne Maleka, se lamentó de la situación. "Hacemos lo que podemos con nuestros propios medios, pues no hemos recibido ayuda. Los niños y niñas que albergamos presentan numerosos síntomas de enfermedades como malaria (paludismo) o desnutrición", indicó.

En torno a la catedral, unas 5.000 personas perjudicadas por la explosión duermen al aire libre, entre ellas 120 menores. Allí, un equipo de la organización no gubernamental Medecins d’Afrique (MDA) ya constató casos de desnutrición.

"Hay niños y niñas que ya comenzaron a presentar problemas de desnutrición. Pero no tenemos medicamentos ni otros suministros para responder de forma adecuada", indicó la coordinadora de MDA, Sara Pillar. De las 200 revisiones médicas que realiza el personal de la organización al día, un tercio son a menores de edad.

En algunos refugios, como en la Clínica Alberto Leyono y el estadio Marchand, se les da pan y sardinas a los niños. "Se irán de aquí con hemorroides", alertó un integrante del CICR congoleña.

Gracias al apoyo de organizaciones internacionales, se están creando centros específicos para atender a los menores. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) también envió personal a los diferentes refugios y centros de salud para ayudar a niños y niñas a lidiar con la experiencia traumática.

"Algunos no hablaban cuando llegaron. Desde que comenzamos a trabajar con ellos, hubo una ligera mejoría", señaló Martial Lunungu, especialista en traumas infantiles.

También se vieron perjudicados cerca de 20.000 escolares y 470 preescolares, según Unicef, porque la explosión destruyó sus colegios. Se necesitarán unos 6.000 pupitres para ubicarlos de forma temporal en otros centros de enseñanza.

Los estudiantes de secundaria que preparan los exámenes finales serán ubicados en otros centros más alejados y que no se vieron afectados por el estallido. Las autoridades prometieron pagarles el transporte para que sigan atendiendo a clases.

El gobierno anunció que decidió entregar unos 6.000 dólares a cada familia perjudicada por el desastre.

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