BOLIVIA: Mujeres indígenas andinas tejen su supervivencia

Su habilidad y destreza con los tejidos, lucidos hasta ahora en fiestas o en vitrinas de artesanías para turistas, se han convertido para las mujeres indígenas de Cochabamba, en Bolivia, en la esperanza de supervivencia para ellas y sus familias.

«Siempre nos discriminaron, porque dicen que no aportamos económicamente, pero eso va a cambiar, ahora estamos organizadas. Nunca se valoró nuestra habilidad con los hilos y las lanas. Muchas mujeres son verdaderas profesionales en los tejidos», manifestó a IPS la tejedora Severina Aguayo, una campesina de 25 años.

Ella vive en el ayllú (comunidad tradicional indígena) Chalviri, en la provincia de Bolívar, ubicada a 4.000 metros sobre el nivel del mar, en el departamento central de Cochabamba, con su capital del mismo nombre.

Aguayo coordina la organización comunitaria de tejedoras y es una de las promotoras de un nuevo proyecto de tejidos nativos que comenzó a desarrollarse en febrero en siete municipios de cuatro provincias de Cochabamba: Arque, Bolívar, Tacopaya y Tapacarí, que constituyen la llamada franja andina del departamento.

Son provincias rurales, quechuahablantes y escasamente pobladas –apenas 100.000 habitantes de los 1,5 millones del departamento–, según datos de 2010 del Instituto Nacional de Estadística. En esta zona, entre 98 y 99 por ciento de la población vive en condición de pobreza y carece de servicios básicos.
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Castigadas por esas condiciones de pobreza, terrenos poco fértiles en un área de agricultura de subsistencia, muy bajas temperaturas y el abandono del Estado, las mujeres de esas provincias se han propuesto explotar su mayor potencial: su habilidad en los hilados.

Su objetivo ahora es producir tejidos con técnicas ancestrales transmitidas de generación en generación, venderlos y así contar con recursos económicos propios, para poder mejorar la vida de sus familias y su comunidad, explicó Aguayo.

Las experiencias pasadas les enseñaron que solas no lograrán ese objetivo, que deben organizarse, comprometer a las autoridades locales y regionales para contar con asistencia técnica, y administrar ellas mismas su producción, para que no sean otros los que se beneficien de su trabajo, resumió.

Las comunidades andinas de Cochabamba son reconocidas y valoradas por la calidad y tradición milenaria de sus tejidos. Mujeres y varones son verdaderos artistas al frente de los telares manuales construidos por ellos mismos, y cada tejido, de lana de oveja y alpaca sobre todo, es único y expresa los sentimientos y vivencias del autor.

Los tejedores trabajan en sus hogares. Allí tiñen las lanas con colorantes naturales hechos con hierbas de su entorno, diseñan las prendas y las tejen en telares en el suelo, construidos con dos troncos, e instrumentos hechos con huesos de animales como llama y alpaca.

En las frazadas (mantas), chompas (suéteres), chalinas (bufandas), chuspas (bolsos y carteras) o cinturones sobresalen figuras geométricas de animales y plantas, características de los tejidos Mosoj Kawsay (nueva vida), exclusivos de la franja andina cochabambina, que cambian según la ocasión y si el destinatario es varón o mujer, soltero o casado.

La mayor parte de la producción se destina a uso familiar y su comercialización hasta ahora es limitada. Pero la situación mejoró con el surgimiento en 2005 de una Asociación de Artesanos Andinos, con 200 miembros, 90 por ciento mujeres. Ella cuenta con una tienda en la capital departamental y vende parte de la producción en Estados Unidos y Europa.

La exportación es importante porque, por ejemplo, una manta que en la tienda de Cochabamba se vende a 20 dólares, en el exterior se comercializa en más de 100, explicó a IPS la administradora del negocio, Carmen Cardozo. «El costo de producción es elevado, por el trabajo y las lanas, y la gente de la región no quiere pagar el precio», destacó.

«Queremos aumentar la producción con el nuevo proyecto, para asegurar primero la soberanía y seguridad alimentaria de la familia campesina a través de esta actividad, y en segundo lugar, generar recursos económicos para que la mujer no dependa del varón, para que tenga su autonomía y pueda decidir», dijo Sabina Orellana a IPS.

Orellana, de origen campesino, es la responsable de la Dirección de Igualdad de Oportunidades de la Gobernación de Cochabamba. Su experiencia con diferentes proyectos le ha llevado a considerar que mientras las mujeres rurales dependan de los varones, siempre estarán dominadas y discriminadas.

«No queremos hacer pelear a la mujer con el varón, sino que la desigualdad que existe entre ambos se nivele por lo menos en algo, que las decisiones de las mujeres sean respetadas y ellas tengan sus propios recursos económicos», puntualizó.

Agregó que la franja andina no tiene otro potencial que no sean sus tejidos, porque no se pueden impulsar proyectos de crianza de gallinas u otros animales por falta de pastos o forraje. Para la agricultura, falta riego y las temperaturas extremas dificultan cultivos alternativos a la papa y la cebada de autoconsumo.

Obtener ingresos por la venta de los tejidos va a ser una «gran ayuda económica» para mejorar la situación de las mujeres de las comunidades, porque no tienen otros recursos, manifestó Filomena Flores, una joven del ayllú Chiñoata, en Arque, que ahora vive en la capital regional.

Flores confesó a IPS que cuando está en la ciudad no teje, pero sí lo hace en cuanto retorna a su comunidad, donde aprendió el arte desde muy pequeña de ver a su madre, que hila en las horas que le quedan después de sus labores en el campo y en el hogar.

El gobierno de Cochabamba ha promovido varios proyectos de transformación productiva con enfoque de género. Pero Orellana explicó que los anteriores tenían el problema de ser concebidos por técnicos, sin contar con las comunidades y sus organizaciones.

Además, no aseguraban la participación real de las mujeres y en las reuniones eran los hombres quienes asistían y decidían.

Para remediar estos errores, la gobernación departamental aprobó la propuesta del proyecto de Mejoramiento de la Comercialización de los Tejidos Mosoj Kawsay.

Aguayo es una de las promotoras de este proyecto, que incluye a siete municipios de las cuatro provincias andinas. Cuenta con un presupuesto equivalente a 170.000 dólares para este año y el próximo, e inicialmente beneficiará a 555 mujeres.

Los recursos son aportados en 75 por ciento por la gobernación regional, 20 por ciento por los municipios y cinco por ciento por las comunidades, para garantizar la sostenibilidad y evitar el asistencialismo.

El proyecto, además de la asistencia técnica para rescatar al máximo sus prácticas ancestrales, contempla la dotación de insumos a las comunidades para la producción de los tejidos y la identificación de mercados para comercializarlos.

Según Orellana, un aspecto fundamental que incluye el proyecto es el «yananti» (paridad o equilibrio entre contrarios), para que hombres y mujeres aporten por igual a las empresas colectivas que se conformen, y estas beneficien al núcleo familiar y a la comunidad.

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