Un menor caudal de agua y una creciente presión de capturas en el río Paraná, que cruza Argentina de norte a sur, provocan una inédita merma en esta pesquería, considerada la segunda más diversa de América del Sur, después de la del Amazonas.
Las dificultades que atraviesa el Paraná fueron advertidas a IPS por expertos que estudian los recursos de este río que nace en el sur de Brasil, en la confluencia del Grande y el Paranaiba, luego sirve de frontera con Paraguay para ingresar a Argentina y desembocar en forma de delta en el Río de la Plata, en confluencia con el río Uruguay y tras recorrer casi 4.000 kilómetros.
Hasta mediados de los años 90, Argentina no tenía cupos de exportación para pescados de agua dulce. Desde entonces, y más aún tras la devaluación de la moneda nacional, el peso, respecto del dólar a comienzos de 2002, las autoridades vieron la necesidad de poner límites.
Así, proliferaron los frigoríficos que compran sábalo en grandes volúmenes para exportar. En 2003 sumaron 45.000 toneladas y hubo que empezar a fijar un cupo que en la última temporada fue de 16.000 toneladas.
Esa cuota fue establecida por el gobierno nacional para repartirla entre las orientales provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, por donde pasa el Paraná.
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A Santa Fe se le permitió exportar 7.000 de las 16.000 toneladas, pero el gobierno de esa provincia, consciente del riesgo de depredación sobre el que alertan organizaciones no gubernamentales, estableció el máximo en 4.500.
Aún así, los especialistas consideran que la presión es "enorme".
"Se exporta más sábalo de lo que el sistema soporta. Este año fue el primero en el que prácticamente la especie no se reprodujo. Es algo que no había pasado nunca", advirtió a IPS el biólogo Norberto Oldani, de la provincia de Santa Fe.
El sábalo es la primera especie comercial en importancia en el Paraná y la que más se exporta. Pero también es un valioso recurso ecológico, porque sus huevos y larvas sirven de alimento a peces predadores como el surubí o el dorado. "Para que haya reproducción tiene que haber reproductores. Hace un tiempo se pescaban ejemplares de siete u ocho años de edad y ahora la pesca se basa en individuos de dos años, cuando comienzan a poner huevos", cuestionó.
Oldani es investigador de la estatal Universidad del Litoral y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Desde 1976 realiza un seguimiento periódico de la pesquería en las costas de la ciudad de Paraná, en Entre Ríos.
"Vemos año a año cómo los recursos se degradan, desaparecen especies, disminuye la talla y cada vez los ejemplares pesan menos, o sea que hay pérdida de biomasa", señaló.
El biólogo advirtió que este fenómeno no sucede sólo con el sábalo. "Con el surubí, lo que ocurre es catastrófico. Es una especie emblemática del Paraná desde el punto de vista de la pesca deportiva y comercial. Puede pesar hasta 20 kilogramos y todos quieren capturar uno, pero se ve que no soporta la presión", advirtió.
Explicó, además, que el surubí necesita que 80 por ciento de su biomasa sean reproductores y actualmente ese porcentaje apenas llega a ocho por ciento. "Hay que tener criterios de manejo, porque el negocio es que haya peces en el río", indicó.
En relación al río Amazonas, donde habitan alrededor de 2.000 especies, en el Paraná se multiplican cerca de 400, precisó Oldani. No obstante, este flujo de agua dulce es más productivo por unidad que su hermano mayor.
"La pesca es el sustento y la fuente de alimentación de miles de pescadores; y el sistema tiene buena capacidad de recuperación, pero los actuales criterios no están funcionando", alertó Oldani.
En cambio, el biólogo Claudio Baigún sostuvo que es "bastante pesimista, porque hay una confluencia de factores, y a algunos se los puede manejar y a otros no",
"El régimen hidrológico es desfavorable desde 1998 y eso no se puede manejar", precisó el experto en diálogo con IPS. Se refirió así a un prolongado período de lluvias escasas, que obligan a las represas de la zona alta a retener agua y evitan que se produzcan crecidas.
El río comienza a crecer en noviembre y llega a su máximo en marzo. Pero este año todavía no creció y puede que no lo haga. "Cuando hay menos caudal, las represas acaparan agua y liberan lo indispensable, y en la zona baja eso se siente", explicó.
Baigún, que es investigador del Laboratorio de Ecología y Producción Pesquera del Instituto Tecnológico Chascomús, en la provincia de Buenos Aires, explicó que, desde el punto de vista ecológico, lo mejor es que un río desborde periódicamente.
"Los pobladores de esas regiones saben que, salvo casos extraordinarios, la inundación no es una tragedia, pues conviven con ese ciclo natural y, si no ocurre, eso tiene impacto en la pesca", remarcó.
Como hace tiempo que no hay crecida en el Paraná, el ganado vacuno, empujado por la expansión del monocultivo de soja, se sitúa en valles del delta del Paraná, próximo a la desembocadura en el Río de la Plata, y los animales comen en renovales, destruyen la costa y contaminan el agua, puntualizó.
"La cantidad de vacunos en esa región creció de 30.000 a 700.000", precisó Baigún, quien añadió que, para protegerlas, los productores levantan terraplenes ilegales. De ese modo se pierde la conexión entre el río y los valles aluviales donde se cría el sábalo y otras especies.
"Esas lagunas de cría, aisladas, se pierden como hábitat de especies", sostuvo el experto, que es además coordinador del Programa de Peces de Wetlands International, la organización ambientalista cuya sede latinoamericana está en Buenos Aires.
Baigún advirtió que sobre este problema se acoplan otros, como el mal manejo de la propia pesquería. "No estoy de acuerdo en que se exporten peces de agua dulce. Eso no beneficia a los pescadores ni al ambiente", aseguró.
Los frigoríficos pagan precios abusivos al pescador artesanal, que se ve obligado a aumentar la presión sobre el recurso, denunció. "Tal vez sería mejor pescar menos y que les paguen más", propuso.
Respecto de la cuota de exportación de 16.000 toneladas, Baigún celebró que el gobierno de Santa Fe haya decidido ser más cauto, pero puso en duda la fijación del límite. "¿Cómo se justifica esa cantidad? No se sabe, porque no hay informes", reveló.
El biólogo indicó que algunas normas existentes son buenas, otras mejorables y otras que ya están desfasadas. "El Paraná ya no es el de los años 80 o 90, cuando había crecidas regulares y armonía entre la pesca comercial y la deportiva", advirtió.
Ahora, y ya desde hace más de una década, falta agua, faltan peces, los ejemplares pierden tamaño y hay menos reproducción, detalló. Pero, además, se intensifican los conflictos entre los pescadores, que se culpan por capturas cada vez más pobres.