AMÉRICA LATINA: A las mujeres del campo sí les ponen puertas

«A veces pienso en abandonar. Mis vecinos reciben créditos y ayudas, pero yo nunca. Los planes agrícolas son para hombres, aunque somos muchas que vivimos del campo», se lamentó a IPS la pequeña ganadera venezolana Aura Canache.

Aura Canache, ante uno de los establos de sus ovejas, en su pequeña finca ganadera Crédito: Estrella Gutiérrez/IPS
Aura Canache, ante uno de los establos de sus ovejas, en su pequeña finca ganadera Crédito: Estrella Gutiérrez/IPS

Millones de productoras rurales latinoamericanas tienen parecidas razones para el desaliento, porque el campo de esta región vive un fenómeno sembrado de paradojas: hay una silente feminización, pero sin que esta nueva realidad sea abonada con políticas públicas que reconozcan y den respuesta al cambio.

«No hay duda que ha habido una feminización del mercado del trabajo agrícola en América Latina», dijo a IPS el oficial de políticas de la oficina regional de la FAO en la capital de Chile, Fernando Soto.

Pero esta feminización se da en un terreno de enraizada inequidad que Soto explicó con algunos ejemplos entre decenas, cosechados por diferentes estudios.

En México, «las mujeres de las zonas rurales trabajan un total de 89 horas semanales, mientras que los hombres lo hacen solo 58», en una situación que se repite en la región, indicó.
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Pese a ello, «casi 40 por ciento de esas mujeres no tienen ingresos propios, mientras que solo 14 por ciento de los hombres están en la misma situación», adujo el técnico de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

«Buena parte del trabajo de la mujer en el campo está escondido, no es visible, y es una cantidad de trabajo enorme», sintetizó.

De esta situación debatirán las delegaciones que asistan a la 56 sesión de la Comisión sobre la Situación Social y Jurídica de la Mujer (CSW, por sus siglas en inglés), que tendrá lugar en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, entre el 27 de febrero y el 9 de marzo.

El tema prioritario de la reunión será «el empoderamiento de las mujeres rurales y su rol en la erradicación de la pobreza y el hambre, el desarrollo y los desafíos actuales».

El Día Internacional de la Mujer, que se observa el 8 de Marzo, tendrá este año un lema parecido: «Habilitar a la mujer campesina – Acabar con el hambre y la pobreza».

La directora ejecutiva de ONU Mujeres, la chilena Michelle Bachelet, ha adelantado que espera «ansiosamente» que de la 56 sesión de la CSW salgan acciones «para eliminar los obstáculos que excluyen a las mujeres rurales y para promocionar leyes y políticas que promuevan sus derechos, oportunidades y participación».

Canache, en su finca que no llega a una hectárea, situada unos 130 kilómetros al este de Caracas, en la región agrícola de Barlovento, nada sabe de la reunión de Nueva York, pero sí conoce mucho las realidades que se expondrán allí.

Con 50 vacas, 40 caballos, medio centenar de ovejas, conejos y dos piscinas de piscicultura, Canache debe gastar todas sus ganancias en sostener la explotación, cercana al río Capaya, que en 2010 se desbordó e inundó su predio. Varios animales se ahogaron, y tuvo que rehacer algunas instalaciones y los caminos internos.

«El clima está cada vez más loco, pero los dos últimos años fue horrible y eso dispara gastos y pérdidas», explicó. Canache, de 73 desapercibidos años y que da empleo a tres jornaleros, comenzó la actividad después de enviudar, un cuarto de siglo atrás, y una vez que sus cuatro hijos concluyeron sus estudios universitarios en Caracas.

«Vivo para mis animales y mi finca. Pero es demasiado fuerte (duro) ver que para los responsables de créditos (públicos y privados) y de ayudas a la agricultura, no existo, mientras a mis vecinos hombres les dieron tremendos créditos después de las inundaciones y también tractores», detalló.

¡Qué no haría yo con un tractor!», dijo.

«Con financiamiento, mejores caminos y algún apoyo técnico, podría producir mucho más, emplear más gente y tener menos lucha», reflexionó. «Nos discriminan y eso que, como productoras, somos más responsables y pagamos mejor las deudas que los hombres. Yo me quito la comida de la boca por cumplir con una cuota», aseguró.

Bachelet planteó que, si mujeres y varones accediesen de igual forma a recursos como créditos, semillas y fertilizantes, el rendimiento agrícola de ellas aumentaría entre 20 y 30 por ciento. Eso elevaría la producción agrícola del Sur en desarrollo en cuatro por ciento y haría que entre 100 y 150 millones de personas dejasen de pasar hambre.

Fernando Soto, el funcionario regional de la FAO, explicó que un reciente estudio del organismo sobre las condiciones de las mujeres que trabajan en la fruta, uno de los sectores más dinámicos de la agricultura latinoamericana, evidenció que «hay una precarización laboral y vulnerabilidad social de las mujeres».

La investigación, realizada en Argentina, Brasil y Chile, pero cuyos datos se consideran generales en la región, concluye que ello se debe a tres razones: la informalidad del trabajo, la recepción de salarios mínimos o menores al mínimo pese al aumento de la carga laboral, y la precariedad de la salud y la seguridad laboral.

Estudios de la FAO sobre la relación entre el mercado de trabajo agrícola y la pobreza, realizados en 13 países latinoamericanos, demuestran que «hay una ausencia de políticas públicas, poca institucionalidad, muy poca fiscalización del cumplimiento de las normas, de las leyes existentes».

«Se necesita una mayor presencia del Estado, para que puedan funcionar mecanismos distributivos», porque «la agricultura en América Latina se moderniza, crece, genera ingresos, pero no los distribuye, se concentra», dijo el especialista.

Si los mercados laborales rurales «funcionaran mejor para las mujeres, sin lugar a dudas eso repercutiría en una reducción de la pobreza y en mejores condiciones de vida» para ellas, sentenció.

Cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe indican que la pobreza rural representa más de la mitad de la pobreza general en la mayoría de los países de la región, y en algunos como Guatemala alcanza a 72 por ciento, seguida de Costa Rica (69 por ciento), El Salvador (67 por ciento) y Paraguay (59 por ciento).

Como en otras regiones en desarrollo, la agricultura familiar es la principal proveedora de alimentos en América Latina, y ellas aportan cerca de la mitad de lo que comen los 600 millones de habitantes de la región.

En términos globales, apuntó Soto, en la agricultura familiar las mujeres latinoamericanas «trabajan en menor medida que los hombres en actividades agrícolas y, cuando lo hacen, es fundamentalmente un trabajo familiar no remunerado».

A las tareas en la parcela familiar sin remuneración, se suma en ocasiones un trabajo remunerado no agrícola «y las labores reproductivas y de cuidados asignadas a las mujeres por valores patriarcales que prevalecen» en el mundo rural, explicó.

Entre los factores que dificultan la incorporación de la mujer rural a la actividad productiva, la FAO y otros organismos destacan el acceso a la tierra. Solo 11 por ciento de las mujeres rurales tienen títulos de propiedad en Brasil, 22 por ciento en México y 27 por ciento en Perú, según diferentes estudios.

Pero hay razones para el optimismo, porque germinan esfuerzos para la inclusión femenina en la producción rural, en sectores como los microcréditos, que «tienen productos específicos para la incorporación de la mujer», citó el funcionario.

Esa incorporación es clave para que los hogares rurales dejen de ser pobres, y depende de un conjunto de políticas públicas, que trabajen coordinadamente en el mercado del trabajo, la producción, el acceso al crédito y a los recursos y «una mayor corresponsabilidad en las tareas de reproducción», consideró Soto.

En la 56 sesión de la CSW, las delegaciones de los gobiernos latinoamericanos tienen dos semanas para demostrar si escuchan voces como la de Canache y las de millones de mujeres a las que se les ponen barreras y puertas en el campo.

* Con aporte de Marianela Jarroud (Santiago).

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