La expresión «empleo verde», creada para definir los puestos de trabajo que contribuyen de algún modo a preservar o restaurar el ambiente, está cada vez más presente en el vocabulario de las empresas dispuestas a atender la demanda social de una economía más limpia.
Brasil no es ajeno a la tendencia. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), su economía cuenta con más de 2,6 millones de puestos de trabajo formales que se ajustan a esos criterios y que emplean a 6,7 por ciento de la fuerza laboral.
El estudio "Empleos verdes en Brasil: Cuántos son, dónde están y cómo evolucionarán en los próximos años", publicado en diciembre de 2009 por la oficina local de la OIT, prevé que esos números se multipliquen a mediano plazo.
Las energías renovables generan por sí solas casi 550.000 de estos empleos y constituyen uno de los nichos que más estimulan la perspectiva de crecimiento.
Si bien la biomasa (cultivo de caña de azúcar) y las grandes centrales hidroeléctricas son las principales empleadoras, el motor del crecimiento del sector renovable lo aportan las turbinas eólicas.
Lo que coloca a la energía del viento al frente de las demás es su oferta de trabajo decente, según la OIT un prerrequisito para que un empleo sea realmente "verde".
"Dar a los empleados condiciones de trabajo justas es fundamental. El sector eólico está conformado por grandes proyectos que mantienen sobre todo empleos formales", dijo a Tierramérica el coordinador del programa de trabajo decente y empleos verdes de la OIT en Brasil, Paulo Sérgio Muçouçah.
"El hecho de que el trabajador esté registrado y se le garanticen sus derechos ya permite catalogar el suyo como trabajo decente. Tanto la industria cañera como las hidroeléctricas tienen historial de conflictos laborales, tanto en las plantaciones como en la construcción de represas", dijo. "Eso las coloca en desventaja respecto de la energía del viento".
La proporción de la fuente eólica en la matriz energética mundial creció casi 32 veces en 15 años.
Pero en este país sudamericano el avance es más tímido: aunque los vientos permitirían generar 300 gigavatios (GW), según el Atlas del Potencial Eólico Brasileño, en mayo de este año se llegó apenas a un GW (1.000 millones de vatios) de capacidad instalada.
El Plan Decenal de Energía del gobierno prevé contar con 12 GW en 2020. Para la Asociación Brasileña de Energía Eólica (Abeeólica), esa meta es demasiado modesta. "En verdad, estamos esperando casi duplicarla y llegar a unos 22 GW. Se necesita que este crecimiento continúe para consolidar la industria nacional", dijo a Tierramérica la presidenta ejecutiva de Abeeólica, Élbia Melo.
De momento, el sector aporta casi 13.000 puestos de trabajo directos e indirectos, repartidos en las áreas de generación y distribución del servicio, que incluyen los puestos creados en la construcción de los parques eólicos.
"Además de la perspectiva de aumento de empleo, en coincidencia con la ampliación de la capacidad instalada, están también las empresas fabricantes de turbinas y demás componentes, que conforman un mercado promisorio", dijo Muçouçah.
Ya hay tres fábricas instaladas y varias empresas completaron estudios para "inaugurar más plantas fabriles", agregó.
Otro aspecto a favor del viento como creador de empleo frente a la hidroelectricidad (matriz de momento dominante) es que para generar y distribuir un teravatio (un billón de vatios) por hora de energía eólica se necesitan entre 918 y 2.400 trabajadores. Mientras que, para la misma cantidad, las hidroeléctricas requieren apenas 250 personas.
"La diferencia en volumen de mano de obra no afecta el precio de la electricidad. El costo tan elevado de la construcción de centrales y turbinas hidroeléctricas iguala lo que el consumidor final debe pagar por ambas", dijo Muçouçah.
De los 62 parques eólicos instalados, 43 están en el Nordeste, la región preferida para desarrollar la mayoría de los nuevos proyectos y asentar las industrias del sector, por la gran concentración y potencia de los vientos de su litoral atlántico.
"El hecho de que las nuevas plazas se creen en el Nordeste, una región más empobrecida y menos desarrollada, hace de la energía eólica un factor de desarrollo y convierte esos empleos en más verdes", añadió el funcionario de la OIT.
En la última licitación lanzada por el gobierno federal, la energía eólica ganó la mitad de la oferta, casi dos GW, ofreciendo un precio medio de menos de 100 reales (58 dólares) por megavatio/hora, más barato que la hidroelectricidad.
Ese volumen constituye un impulso clave para dar escala al sector eólico. Pero un crecimiento robusto, que engorde las estadísticas nacionales de empleos verdes, requiere que Brasil mejore sus medios de transporte y su logística. "Hay que mejorar esos rubros para dar lugar al gran volumen de proyectos contratados", advirtió Melo.
Además, agregó la presidenta de Abeeólica, "ampliar la producción de esta energía es un desafío que exige gran capacidad de gobernanza para explorar potencialidades aún limitadas por el paradigma energético vigente, de intensa emisión de gases de efecto invernadero".
* La autora es colaboradora de Tierramérica. Este artículo fue publicado originalmente el 5 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.