CHINA: LA ECONOMÍA CRECE, LA IDENTIDAD CULTURAL DESAPARECE

Xie Jing tiene 15 años, y pertenece a la generación que en el 2020, según las previsiones, verá a la China convertida en la mayor potencia económica mundial. Pero Xie no tiene ningún interés político o cultural. Su generación es muy diferente de las precedentes. Ella vive en un mundo propio, totalmente globalizado, donde el estilo de vida norteamericano es el principal punto de referencia. Se viste como una adolescente norteamericana, escucha las mismas músicas, tiene los mismos ídolos y la misma relación con Internet y el mundo virtual.

El diario gubernamental China Daily ha publicado dos noticias de impacto, El 28 de octubre, informó que está de gran moda entre los jóvenes el matrimonio electrónico. Un juego llamado cybermarriage ha registrado un millón de participantes en el primer mes. Se calcula que los espacios para matrimonios electrónicos tienen 30 millones de inscritos y que el 70% de los "casados" son menores de 18 años.

Este matrimonio no tiene ningún valor. Es solo un juego. Pero declara al diario Qian Yu, de 15 años: “me siento muy aislado, aun cuando estoy entre mis compañeros de estudio no puedo decirles lo que pienso. En los juegos online hablamos más que en la escuela, allí están mis amigos más cercanos.” Comenta Huang Zhao, educador en Guanzhou que provee ayuda online a los adolescentes:" La generación de hijos únicos demuestra menos capacidad de comunicación personal, y la vida virtual parece satisfacer su soledad interior. No les interesan los sentimientos de sus compañeros, todo lo que hacen es en función de sus propias emociones".

La otra noticia, del 8 de noviembre, revela el descubrimiento de una banda de prostitutas de 20 adolescentes (dos de ellas de 14 años), organizada por dos estudiantes entre sus compañeras. Lo que impresionó a la policía es que no creían haber hecho algo ilegal. Una de las organizadoras declaró: “ No quería causar problemas a mis compañeras. A todas nos gusta hacerlo, porque nuestros padres no nos dan bastante dinero para nuestros gustos”.

Hasta 1949, con la victoria de Mao, la mujer en China estuvo supeditada al hombre, desde la primera dinastía Qin, en el 221 aC. Confucio inculcó la norma de que en una sociedad armoniosa se respeta al superior: al anciano sobre el joven, a la autoridad sobre el ciudadano, al hombre sobre la mujer.

La generación de la revolución maoísta, que yo conocí’ en la conferencia mundial de estudiantes en 1957, era de una austeridad impresionante. Y la generación siguiente, en 1966, fue protagonista de la revolución cultural. En ella, los estudiantes fueron los mas fanáticos destructores de los viejos monumentos y de todo lo relacionado con la cultura del pasado. Solo con la política de las reformas, tras la muerte de Mao en 1976, se consagra la celebración del mercado y de la riqueza. Y en 1979, para controlar la explosión demográfica se establece que cada matrimonio puede tener solo un hijo.

Hay consenso de que las diferencias entre las generaciones de los años 80 y 90 eran mínimas, y que con el advenimiento de la sociedad consumista las distancias se dilatan entre la de los 90 y la de la primera década del siglo y que la diferenciación prosigue velozmente.

Después de la revolución cultural, el pasado y la historia no han recuperado el prestigio perdido. Es rarísimo ver menores de 30 años en un concierto de música clásica china.
Durante cinco semanas a lo largo de China, no escuché una sola vez música china, solo occidental, básicamente norteamericana. Pregunté a los jóvenes que encontré si creen en los principios filosóficos de la cultura médica y espiritual: el Chi, la energía interna; el Yin e Yuan, las dos polos que coexisten en el hombre. Para todos ellos, es solamente una antigua superstición.

El gobierno y el Partido (que es lo mismo), acaban de establecer que la cultura es prioritaria. Pero la generación de los gobernantes no entiende a la actual y en vez de actualizar los valores clásicos, imparte en las escuelas la memorización de las máximas de Confucio.

Es inevitable preguntarle a los dirigentes si advierten que por este camino la China no plasmará una identidad propia. Todos se dan cuenta, pero no saben bien qué hacer.

China llegará a ser la mayor potencia mundial, pero de hecho se integrará en el mundo occidental en una medida inesperada.

Cabe aclarar que este es un fenómeno prevalentemente urbano. La brecha entre las ciudades (donde vive el 50,32% de la población) y las áreas rurales sigue creciendo de manera exponencial. Cada año China saca de la pobreza unos 15 millones de personas, y así se legitima el dominio del Partido Comunista. Pero los emigrantes rurales qe aún no tienen permiso de residencia en las ciudades ascendía a 242 millones el año pasado. La mayoría ha dejado a sus hijos con los abuelos, ya que sin permiso de residencia los niños no pueden frecuentar las escuelas urbanas. Se calculan los niños “dejados atrás” en 50 millones, carentes de educación y alimentación en relación a los niños urbanos, con gran desventaja física y mental. Para ellos, no hay juegos de Internet ni acceso al consumo. Pero la identidad cultural de este sector subdesarrollado no es asimilable a la globalización occidental. Está moldeado por la pobreza y las antiguas generaciones y por lo tanto no es una respuesta valedera.

¿Una China occidentalizada, hará al mundo más rico o más pobre? (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).

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