Especialistas y productores de Haití, Guadalupe y Martinica recorren esta semana los campos de Cuba, junto a sus colegas locales, como parte de un intercambio de experiencias para impulsar la fruticultura ecológica en las islas del Caribe.
"Me voy con otra visión. No tiene por qué haber antagonismo entre producción y naturaleza. A partir de ahora aplicaré el lombricompost (abono orgánico producido por las excretas de las lombrices), que no necesita de grandes inversiones, y sé que muchas personas lo verán y querrán reproducirlo", dijo a IPS la guadalupense Audrey Retory, productora de frutas, hortalizas y aves.
"Los expertos y los productores han compartido todas las informaciones que poseen, y nosotros hemos tratado de aprovechar esa gran posibilidad y ventaja para trasladarlas a nuestros coterráneos", opinó por su parte Djuié Abdul, agricultor de Martinica y uno de los 22 participantes en el encuentro.
Validar las experiencias cubanas y transferir tecnología al resto de las islas involucradas es uno de los objetivos de la Red Caribeña para el Desarrollo de Sistemas Agroecológicos Horto-Frutícolas (Devag), que se ejecuta entre 2009 y 2012 con el apoyo de las embajadas de Francia en Cuba y en Haití.
El curso, que comenzó en La Habana el 7 de este mes, es la acción más importante de esa iniciativa que impulsa el desarrollo de los sistemas agroecológicos en islas del Caribe, donde el uso intensivo de plaguicidas provocó la contaminación de suelos, frutos y producciones finales.
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El programa Devag incluye intercambios con cooperativas exitosas en el cultivo de frutales, estudios sobre la aplicación de técnicas agroecológicas en una empresa estatal del oriente de Cuba y visitas a una experiencia de inserción de animales en plantaciones de frutales para lograr una explotación sostenible en la central provincia cubana de Ciego de Ávila.
"Cada uno de estos productores tiene su agricultura específica, pero tienen en común el clima y las plagas, que son una constante en nuestras islas", dijo a IPS la coordinadora cubana del proyecto, Lilian Otero Pujol.
"Cuba puede mostrar cómo, a pesar de las limitantes económicas, se ha avanzado con los bioproductos y la aplicación de prácticas agroecológicas", apuntó.
Además de la validación de experiencias cubanas, la iniciativa promueve la investigación conjunta entre los institutos existentes en la región, la capacitación de profesionales y productores y la creación de una red de intercambio entre productores de las islas, promotores de agricultura, investigadores y técnicos.
La agricultura ecológica se basa en principios de autosustentabilidad en los establecimientos rurales, con un ciclo cerrado, donde se promueve la fertilidad del suelo a través del enriquecimiento con aplicaciones de compost y coberturas vegetales, el uso de variedades adecuadas a la región, la diversificación y la humanización del trabajo de las personas.
Según Otero Pujol, especialista del Grupo de Manejo de Frutales del Instituto de Investigaciones de Fruticultura Tropical de Cuba, se trata de alternativas esencialmente rústicas que los productores pueden introducir en sus parcelas, "hacerlas con sus manos", pues no implican complicaciones técnicas, y pueden ser adaptadas a las condiciones de cada lugar.
"El compost, la lombricultura, el intercalamiento de varios cultivos en un mismo campo y el aprovechamiento de los enemigos naturales de la plagas son algunas de las prácticas factibles de emplear como parte del concepto de fruticultura agroecológica", explicó la investigadora. El proyecto Devag parte de la constatación de un insuficiente desarrollo de producciones hortícolas agroecológicas o biológicas en el Caribe, a pesar de que estas son identificadas como un componente esencial de una alimentación sana, de autosuficiencia alimentaria y como fuente de ingresos.
La iniciativa pretende acelerar la puesta a punto de sistemas de cultivos innovadores y adoptables para satisfacer la fuerte demanda de los mercados locales en productos frescos y sanos, reduciendo al mismo tiempo el impacto negativo en ambientes insulares muy limitados y frágiles.
Los beneficios económicos de la propuesta no son despreciables y abren la puerta de mercados cada vez más exigentes, trascendió en el curso. Estadísticas oficiales indican que Cuba exportó a Europa entre 2009 y 2010 más de 1.000 toneladas de jugo de toronja y naranja, además de coco y mango, producidos con estos métodos.
"Queremos beneficiarnos de las experiencias de Cuba y poder llevar esas prácticas, que no implican el uso de plaguicidas y reportan buenos resultados financieros", indicó Christian Lavigne, del Centro de Cooperación Internacional de Investigaciones para la Agricultura y el Desarrollo (Cirad), del territorio francés de ultramar Martinica.
A su vez, Otero Pujol señaló que "la idea es crear la red y que los propios productores se conviertan en promotores de estas experiencias para multiplicarlas en sus islas y mantenerlas aun cuando haya finalizado el proyecto".
Ricot Scutt, productor, investigador y profesor de Haití, afirmó que las experiencias cubanas podían tener una gran aplicación en su país, pues ambos tenían similares climas, cultivos y tipos de suelo, y además no requerían de grandes sumas de dinero para aplicarlas.
"La seguridad alimentaria es un tema de mucha importancia, y estas tecnologías pueden ser transmitidas de manera sencilla a personas con pocos conocimientos y recursos y con gran necesidad de incrementar sus producciones", consideró.
Para la coordinadora por la parte cubana del proyecto Devag, la metodología aplicada en el curso demostró su eficacia: "la teoría que han recibido son las bases científico-técnicas. Después, en las visitas, ven que no se trata de fantasía. Tocan con sus manos lo aprendido", aseguró la experta cubana.