Belo Monte y depredadores amenazan tortugas amazónicas

El brasileño Luiz Cardoso da Costa se horrorizó al ver al pez-buey amazónico, grande y dócil, sangrando por la cuchillada que le había asestado, pero tragando con avidez una planta de capín, como si comer le evitara la muerte.

En la playa de Juncal, sobre el Bajo Xingú, las tortugas ponen unos 90 huevos por nido. Crédito: Mario Osava/IPS
En la playa de Juncal, sobre el Bajo Xingú, las tortugas ponen unos 90 huevos por nido. Crédito: Mario Osava/IPS
No se esperaba una agonía tan dramática. Y por ella renunció definitivamente a la caza de esta especie de manatí (Trichechus inunguis).

Había elegido el cuchillo buscando el corazón, pues le parecía demasiado cruel el método usual: meter varillas en las narices para asfixiar a este mamífero acuático que llega a pesar media tonelada de carne, grasa y cuero, muy valorados en el mercado ilegal.

Pero Da Costa dejó de ser "el gran depredador" que admite haber sido, cuando asistió al embarque de "unas 800 tortugas" destinadas a Manaus, la metrópoli central de la Amazonia, en el extremo noroeste de Brasil. En esa ocasión, hace 13 años, vendió "solo unas 20", pero aquella cantidad concentrada de quelonios muertos lo sacudió.

Su conversión fue radical. Hoy es el alma de la protección ambiental del Tabuleiro do Embaubal, un conjunto de más de 100 islas en el tramo final del río Xingú, en la Amazonia oriental, cuyas playas son la principal área remanente conocida para la reproducción de las tortugas amazónicas.
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Miles de hembras se juntan aquí en septiembre y octubre, especialmente en la playa de Juncal, para excavar la arena, arrojándola al aire, poner sus huevos, tapar el nido y volver al río.

El espectáculo del desove, con arenas que saltan y multitud de grandes quelonios, algún día atraerá a muchos turistas, espera Saloma Mendes de Oliveira, secretaria de Medio Ambiente del municipio Senador José Porfírio, en cuyo territorio se encuentra el Tabuleiro. Será una fuente de recursos y de adhesión popular a la defensa de la naturaleza local, sostiene.

Por ahora, la aglomeración de tortugas las hace vulnerables a los cazadores, que insisten en aprovechar los buenos precios de la carne y los huevos de quelonios, aunque extraerlos de la naturaleza sea un delito ambiental que se castiga con pesadas multas y hasta con cárcel en algunos casos.

Por eso en el "verano", como los amazónicos denominan el período de estiaje entre junio y noviembre, se busca intensificar el control de las playas. Desde septiembre, Da Costa cuenta con 20 colegas para vigilarlas.

Son personas contratadas por la empresa ambiental Biota, producto de un acuerdo entre la alcaldía de Senador José Porfírio y Consórcio Norte Energia, la empresa que ganó la concesión de la central hidroeléctrica de Belo Monte y tiene la responsabilidad de vigilar y mitigar los impactos que causen las dos represas que construirá.

Son controvertidos los efectos que tendrá el mayor proyecto energético de la Amazonia, cuya potencia total de 11.233 megavatios se limitará a 40 por ciento de generación efectiva, en promedio, por la fuerte variación del caudal del río Xingú.

Norte Energia "no nos explicó nada", dice Da Costa. Su temor es que baje el nivel de las aguas, haciendo que las islas del Embaubal tengan "inviernos más secos". Eso dejaría "sin agua a los igapós" (áreas boscosas inundables durante la crecida), donde los quelonios se alimentan de frutas. En consecuencia habrá animales "más flacos y menos huevos".

Esa hipótesis es poco probable, cree Juarez Pezzuti, biólogo de la Universidad Federal de Pará, que coordina estudios sobre reptiles en el Xingú.

El caudal del Bajo Xingú, un tramo de 220 kilómetros entre Belo Monte, donde termina el fuerte declive del río, y la desembocadura, está determinado por el Amazonas, que recibe sus aguas y las de toda su cuenca de más de 1.000 ríos, observó.

El río Amazonas, inmensamente más caudaloso que su afluente, opera como una barrera al desagüe. Por eso las aguas del Xingú solo bajarán más que lo normal si lo mismo ocurre en el Amazonas. Además, los dos cursos sienten la influencia de las mareas del océano Atlántico, pese a la distancia a la que se encuentra, de más de 400 kilómetros.

Exactamente eso es lo que preocupa a Saloma Oliveira, que las aguas menos veloces en el Bajo Xingú "se vuelvan más ácidas" al acumular más materia orgánica podrida, "afectando especies más sensibles y reduciendo la biodiversidad local".

Norte Energia niega tal impacto, pero parte de bases poco serias, según la secretaria municipal de Ambiente.

La empresa reconoce solamente una "influencia indirecta" de Belo Monte en áreas que no serán inundadas, pero sufrirán graves daños como la Volta Grande, tramo fluvial rocoso de 100 kilómetros al que se le desviará parte de su flujo para alimentar el embalse de Belo Monte, explica.

La represa retendrá sedimentos que son importantes para mantener las playas del Embaubal, cuya altura es indispensable para el éxito reproductivo de las tortugas y de otros quelonios, advirtió Pezzuti.

Las mayores pérdidas de huevos se deben a crecidas del río antes del nacimiento, por lluvias inusualmente fuertes y anticipadas en la cuenca, los "repiquetes".

Pero esos son enemigos inciertos e incontrolables para guardianes como Da Costa, cuya responsabilidad es evitar la depredación humana y natural de la fauna del Tabuleiro do Embaubal.

El campesino Manoel Nader vio por primera vez el desove de las tortugas en el Tabuleiro al incorporarse al grupo de guardianes. "Fue una gran emoción, nunca había tenido la oportunidad", pese a haber vivido casi todos sus 48 años en el municipio, señala.

Pero Nader confiesa, como varios colegas, haber "pescado" algunas para consumo propio, pese a la prohibición. "Es la costumbre de todos", justifica, pero ahora asume la misión de protegerlas. Además "prefiero carne de vacuno".

El gran problema no son los pescadores locales, conocidos y desarmados, que consumen pocos animales y son susceptibles al diálogo, indica Da Costa. La amenaza son los comerciantes "de afuera", que abastecen grandes ciudades, como Manaus y Belém. Para reprimirlos falta fuerza policial, destaca.

Los guardianes del Embaubal son civiles, empleados de Biota o de la alcaldía municipal, como él, sin facultades policiales. El Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), que tiene esa autoridad, transfirió sus funciones en el archipiélago a una fundación privada que abandonó la tarea hace dos años y medio.

Da Costa fue entonces un defensor solitario del Embaubal, muchas veces sin combustible ni barcos para recorrer las islas, y otras testigo impotente de la captura de gran cantidad de tortugas.

Diez de sus 47 años los ha dedicado a la misión. Vive en la "Base", una gran casa de madera con un puesto de observación que permite vigilar a la luz del día la playa de Juncal, situada a 600 metros. Visita poco a su familia, esposa y seis hijos que viven en la ciudad. Gana poco y ya recibió varias amenazas de muerte, pero se siente gratificado.

* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 19 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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