ESTADOS UNIDOS: La historia se repite

El campamento de jóvenes manifestantes desencantados en el distrito financiero neoyorquino puso de relieve la creciente indignación que brota en Estados Unidos en torno a la desigualdad y a la persistente crisis laboral, dando lugar a comparaciones con hechos históricos similares.

El movimiento Occupy Wall Street (Ocupemos Wall Street), cuyas protestas tienen por epicentro la Liberty Plaza del centro de Manhattan, suscita comparaciones con las huelgas que en los años 30 realizaron los trabajadores del sector automotor, la rebelión contracultural de los años 60 y las revueltas de la Primavera Árabe contra gobiernos autoritarios.

Desde entonces, las protestas se propagaron a más de una veintena de ciudades importantes, desde Los Angeles, en el occidental estado de California, hasta Atlanta, en el sudoriental Georgia.

Es demasiado pronto para juzgar si Occupy Wall Street será recordado como la chispa que creó un movimiento social para hacer retroceder décadas de políticas neoliberales de desregulación, recortes tributarios y reducciones en los servicios públicos. Pero resulta innegable que la protesta tocó una fibra muy sensible en lo relativo a la alienación de millones de personas que quedaron rezagadas durante la última era dorada del país.

"Esto refleja una indignación generalizada en cuanto a que la economía solamente funciona para muy pocos", dijo Robert Borosage, codirector de Campaign for America's Future, un centro progresista con sede en Washington.
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Ese enojo se refleja en dos de los eslóganes de los manifestantes: "A los bancos los rescataron, a nosotros nos vendieron" y "Nosotros somos el 99 por ciento".

Los manifestantes se muestran indignados por el hecho de que el gobierno dio 787.000 millones de dólares a los principales bancos del país como asistencia tras la crisis financiera de 2008, mientras que brindó una ayuda ínfima a las clases pobre y media.

Los graduados universitarios están atrapados en deudas de decenas de miles de dólares por concepto de préstamos estudiantiles, y se ven obligados a volver a vivir con sus padres por no poder encontrar empleos.

En los últimos años, la desigualdad se profundizó tanto en Estados Unidos que se compara con la polarización que existió hace casi un siglo, antes de la Gran Depresión.

El uno por ciento superior controla 33,8 por ciento de la riqueza del país y 50,9 por ciento de las acciones, bonos y fondos mutuos de la nación, según el Institute for Policy Studies, con sede en Washington.

Aunque los titanes de Wall Street prosperaron, la clase media experimentó lo que el economista Richard Freeman, de la Universidad de Harvard, describe como una "década perdida" al inicio del siglo XXI.

Los ingresos de las familias de clase media empezaron a estancarse en los años 70, pero en realidad cayeron un promedio de 49,4 dólares el año pasado, en relación a los 53,2 de 2000, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

Durante la primera década del siglo, la creación neta de empleos fue cero, la peor de que se tenga registro. Los trabajadores jóvenes ya no cuentan con hallar un trabajo a largo plazo donde el empleador realice los aportes tradicionales y donde puedan ganar un salario decente.

La cantidad de desempleados -14 millones- es prácticamente la misma que durante la Gran Depresión.

El desempleo oficial es de 9,1 por ciento, pero la cantidad de desempleados casi se duplica cuando se incluye a personas que no buscan trabajo activamente y a trabajadores de medio tiempo que quieren encontrar empleos a tiempo completo.

El desempleo de los adultos jóvenes con apenas un diploma de bachillerato promedió 21,6 por ciento el año pasado. Para los graduados universitarios menores de 25 años, la proporción fue de 9,6 por ciento.

En Liberty Plaza, Gillian Cipriano, de 23 años, se quejó de no poder hallar un empleo luego de obtener su título de enfermera, hace menos de un año. Las políticas de austeridad del gobierno hacen que hospitales públicos y privados recorten servicios y reduzcan las contrataciones, dijo Cipriano, quien vive con sus padres en Staten Island, uno de los cinco municipios de la ciudad.

Borosage sostuvo que Occupy Wall Street refleja un contragolpe nacional que se inició con la oposición al ataque del gobernador conservador Scott Walker contra los sindicatos en Wisconsin, donde a los empleados públicos no se les respetan sus derechos de negociación colectiva.

La oposición echa raíces allí y en otros estados donde gobernadores republicanos redujeron beneficios y protecciones sindicales a causa del déficit que enfrentan.

Occupy Wall Street cobró un impulso importante cuando varios sindicatos poderosos decidieron respaldar el levantamiento en ciernes. Decenas de miles de sindicalistas y otros simpatizantes realizaron una manifestación el 5 de este mes en Foley Square, cerca de un tribunal federal en el centro de Manhattan y marcharon cerca de un kilómetro y medio hasta la Liberty Plaza.

Los manifestantes se encuentran en Liberty Plaza desde el 17 de septiembre. De ellos, 100 o 200 duermen allí y otros cientos se hacen presentes durante el día.

Un grupo más pequeño, inspirado en un llamado a realizar una revuelta por parte de la revista canadiense Adbuster, se mudó allí luego de que la policía desalojó a sus integrantes cuando montaron tiendas de campaña en Wall Street.

Al principio, los medios de comunicación dominantes prestaron poca atención a los manifestantes, e incluso los ridiculizaron. Pero los activistas saltaron al primer plano nacional luego de que la policía arrojó gas pimienta a algunas jóvenes.

El arresto de 700 manifestantes el 1 de este mes en el puente de Brooklyn generó más interés e infundió nuevas energías al grupo.

Vídeos de ambos incidentes circularon en YouTube, sirviendo como herramientas de organización para los manifestantes expertos en tecnología, quienes, como los activistas de los levantamientos de Túnez y Egipto, utilizaron sus teléfonos inteligentes para concitar apoyo.

Los manifestantes de Occupy Wall Street dicen no tener intenciones de cejar en su empeño, aunque reconocen que el frío o un desalojo por parte de la policía pueden terminar obligándolos a abandonar el parque.

Por ahora continúan en su ciudad improvisada. Realizan dos asambleas generales diarias en las que las decisiones se toman por consenso, no por votación. Crearon una cuenta de Internet que permite a los partidarios de todo el mundo hacer donaciones y pagar pizzas en restaurantes cercanos. Un generador eléctrico alimenta las computadoras portátiles en el Centro de Medios. Hay una biblioteca, un área para dormir y otra para atención a la salud. El grupo también publicó The Occupied Wall Street Journal.

"Intentamos avizorar una democracia mejor. Lo más importante es el modelo de nuestro movimiento, que es participativo e inclusivo", sintetizó Mark Bray, un graduado de 29 años que cursa un doctorado en historia europea.

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