Sin atender recomendaciones científicas, empresas privadas y gobiernos estaduales de México se aliaron para sembrar y promover la jatropha o piñón, de cuya semilla se extrae aceite para elaborar biocombustible.
Las plantaciones de jatropha (Jatropha curcas) en los sudorientales estados de Chiapas, Yucatán y Veracruz presagian un boom como el de la soja en Argentina y Brasil, con impactos negativos sobre el ambiente, especulación con el precio de la tierra, cambio de uso de suelo, con riesgo de deforestación, y extensión de la frontera agrícola.
"Las inversiones realizadas en jatropha fracasan, porque no logran rendimientos y no hay mercado doméstico", advirtió a IPS Consuelo Bonfil, académica de la Facultad de Ciencias de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Considerada una especie invasora, esta planta perteneciente a la familia Euphorbiaceae, originaria de México y América Central y de la cual hay variedades inocua y tóxica, crece de manera silvestre, necesita poca agua y podría contribuir con la cura de suelos degradados.
En México, las fuentes fósiles generan cerca de 93 por ciento de la energía, mientras que el resto proviene de materiales entre los que la biomasa equivale a menos de cinco por ciento, según la Secretaría (ministerio) de Energía.
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La autónoma Red Mexicana de Bioenergía, centrada en el fomento de esa alternativa, calcula que la jatropha podría contribuir con dos por ciento del potencial de biomasa al sistema energético del país, que incluye madera, residuos industriales, agrícolas y desechos, así como especies vegetales.
"La producción extensiva e intensiva requerida y la introducción de germoplasma no nativo utilizado para este fin puede atentar contra la diversidad genética de la especie", indicó a IPS Ivonne Toledo, experta del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM.
Junto a otros seis investigadores de esa universidad estatal, Toledo desarrolló el trabajo titulado "Evaluación de J. curcas (L) mexicanas e introducidas y su caracterización con marcadores moleculares específicos", en el cual comparó genéticamente 36 ecotipos nativos inofensivos y tóxicos con dos nocivos importados de Brasil e India.
En estados como Yucatán y Chiapas, empresas mexicanas y extranjeras se plantearon la meta de sembrar al menos 70.000 hectáreas de jatropha, cuya semilla aporta aceite para destilar biodiésel.
"No existen en nuestro país experiencias exitosas de cultivo comercial que verifiquen sus requerimientos ecológicos, los cuidados necesarios y obtengan altos rendimientos", destacó ante IPS Alfredo Fuentes, del Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM.
Este académico y Enrique Riegelhaupt, integrante de Rembio, analizaron las implicaciones ambientales de una baja relación entre el rendimiento y los insumos en la producción de biodiésel con jatropha.
En el país opera un solo complejo de escala industrial para procesar las semillas en el estado de Chiapas y que consiste en dos plantas de aceite y de grasas vegetales usadas, con una capacidad de 30.000 litros diarios. El biodiésel moviliza autobuses públicos en las ciudades de Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, en ese estado.
En rigor desde 2008, la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos veta el uso de tierras aptas para cultivos alimenticios destinados a agrocombustibles y el consumo de variedades con valor alimenticio como materia prima.
La Secretaría de Energía se negó a publicar en 2009 el informe "Estudio de análisis de ciclo de vida para biocombustibles (bioetanol y biodiésel) en México", patrocinado por el Servicio Alemán de Cooperación Técnica, debido a los malos resultados ecológicos y energéticos vertidos por los carburantes alternativos.
En medio de este panorama, la aviación comercial ofrece la oportunidad más viable para el incipiente ramo energético, forzado más por requerimientos externos que por políticas internas.
Aeropuertos y Servicios Auxiliares, adscritos a la Secretaría de Transporte, arrancó en julio de 2010 el programa "Plan de vuelo hacia los biocombustibles sustentables de aviación en México", cuya meta para 2015 es que se consuma 40 millones de litros de bioturbosina, a base de jatropha, y para 2020, 700 millones.
En abril y agosto hubo dos vuelos activados con bioturbosina, desde la ciudad de México hacia Tuxtla Gutiérrez y Madrid, respectivamente. Sin embargo, la semilla originaria de Chiapas fue procesada en la planta de Houston, en el sur de Estados Unidos, de UOP LLC, subsidiaria de la firma transnacional Honeywell International.
La Directiva Europea de Energías Renovables estableció que los biocombustibles deben reducir las emisiones por lo menos en 35 por ciento en comparación con la gasolina y el combustible convencional para motores diésel, nivel que ascenderá a 50 por ciento para 2017 y 60 por ciento para 2018.
A partir de 2012, las aerolíneas nacionales que despeguen y aterricen en la Unión Europea deberán acortar en tres por ciento sus emisiones de dióxido de carbono para cumplir con sus metas de reducción de gases contaminantes.
"La jatropha presenta un alto potencial por su diversidad genética, alto balance energético y sus condiciones agroecológicas. Pero no es rentable ni competitiva", destacó a IPS Alfredo Zamarripa, de la Red de Investigación e Innovación en Bioenergía del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), dependiente de la Secretaría de Agricultura.
Desde 2007, el Inifap ha estudiado variedades vegetales que podrían aportar aceite para biocombustibles y finalmente se centró en la jatropha, higuerilla, caña de azúcar, sorgo dulce y remolacha azucarera.
Por aspectos de viabilidad ecológica y económica, se enfocó en la jatropha y la higuerilla o ricino. Perro la productividad promedio de sus plantaciones experimentales se estacionó en 133 kilogramos por hectárea, lejos del umbral requerido para ser viable.
Al decir de Fuentes, el biocombustible de jatropha no satisfará los requisitos de la Unión Europea para 2018.
"Si se estableciera mediante cambio de uso del suelo, en áreas con alto contenido de carbono, como pastizales o selvas bajas, sólo habría mitigación respecto del diésel fósil con rendimientos de 8.500 a 12.000 kilogramos por hectárea, que están fuera de toda posibilidad práctica", analizó el experto.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura proyecta que México podría producir 90 millones de litros de biocombustible en 2020.
A fines de este año quedaría lista una regulación de cumplimiento voluntario para la certificación de la producción de biocombustibles líquidos de origen vegetal.