PERIODISMO-EGIPTO: Nuevos jefes, viejos hábitos

Seis meses después de la caída de Hosni Mubarak, los medios de comunicación estatales que supieron ensalzar las políticas de ese régimen tienen nuevos directores, pero sigue intacta la característica gestión autoritaria, aseguran especialistas y trabajadores del sector.

"Los medios estatales tienen un sistema muy arraigado. Lo único que saben hacer es elogiar al que está arriba", en el gobierno, indicó Rasha Abdulla, profesora de periodismo y comunicación de masas de la Universidad Americana en El Cairo. "Ahora que se fue Mubarak, buscan lo más cercano, y para ellos es el consejo militar gobernante", añadió.

Mubarak reconoció el poder de periódicos, canales de televisión y emisoras de radio e invirtió en su control. El régimen utilizó esos medios para dar a los ciudadanos una dieta digerida de papel y propaganda y aplastar las escasas expresiones independientes.

La llamada revolución de Egipto supuso una prueba para los medios estatales. Ante una revuelta popular sin precedentes tenían tres opciones, informar, negar o mentir. Durante los 18 días de movilización trataron de hacer las tres cosas.

Cuando comenzó el levantamiento popular el 25 de enero, la estatal red Nile TV, que solía quedar fuera de la censura por trasmitir en inglés, recibió órdenes estrictas de no mencionar las manifestaciones contra el régimen que se escuchaban desde sus propios estudios ubicados en el centro de El Cairo, señaló Shahira Amin, presentadora y ex vicedirectora de la emisora.
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"Solo podíamos informar sobre las manifestaciones favorables a Mubarak", apuntó.

A medida que el movimiento crecía, los asesores de imagen pergeñaban teorías conspirativas para volver a la población contra los manifestantes. La explicación oficial difundida por la televisión y los periódicos fue que agentes israelíes, iraníes y de Hamás (el palestino Movimiento de Resistencia Islámica) estaban detrás de la revuelta.

Amin relató que tras ir personalmente a la plaza Tahrir de El Cairo, donde se concentraron las movilizaciones, comprendió las mentiras difundidas por la red, lo que le dejó una marca imborrable en su conciencia.

"Cuando fui a la plaza Tahrir vi que había familias y que era un movimiento popular, con jóvenes, viejos y pobres", relató.

El 2 de febrero, matones de Mubarak, entre los que había hombres a caballo y camello con palos y espadas, cargaron sobre la multitud desarmada. Los canales internacionales satelitales propagaron por el mundo imágenes de la llamada "batalla del camello", pero los canales egipcios terrestres se negaron a difundirlas.

"Estaba viendo el canal de noticias satelital Al Arabiya y vi el ataque, pero esa noche cuando me dieron las noticias para leer no se hablaba del enfrentamiento", recordó Amin. "El editor me dijo que tenía instrucciones claras de no mencionarlas", precisó.

El hecho fue el colmo para la presentadora, que renunció al día siguiente y se unió a los manifestantes.

La renuncia de Amin fue la primera de varias que se sucedieron en los medios estatales por el estricto control editorial realizado por el régimen de Mubarak a la cobertura sobre la brutal represión que dejó más de 800 personas muertas y miles de heridas.

Los periodistas que se quedaron cambiaron de lado cuando se hizo evidente que Mubarak renunciaría. De la noche a la mañana, los manifestantes que habían calificado de "agentes extranjeros" y "alborotadores" pasaron a ser jóvenes patrióticos que reclamaban reformas debidas desde hace tiempo.

"La revolución desacreditó los medios estatales y la poca fe que le pudiera tener la gente", señaló Abdulla. "Será difícil que recuperen la credibilidad y, honestamente, no creo ni que hayan empezado", añadió. Tras la caída de Mubarak, el gobierno militar de transición realizó numerosos cambios en la prensa estatal como la disolución del Ministerio de Información que supervisaba el contenido y la designación de nuevos directores en los periódicos, radio y televisión.

Las medidas adoptadas permitieron que los medios de prensa estatales adoptaran una línea editorial independiente, Ashraf el-Leithy, subeditor de la oficial Agencia de Noticias de Medio Oriente.

"Antes de la revolución no podían escribir sobre algunos asuntos como el (posible candidato opositor Mohamed) ElBaradei o la (otrora proscrita) Hermandad Musulmana", señaló. "Ahora podemos elegir los temas y decidir cómo los vamos a cubrir", añadió.

Pero Amin, quien regresó a Nile TV con la condición de controlar el contenido, sostuvo que los cambios fueron mayoritariamente cosméticos. Los nuevos responsables y directores son veteranos de la maquinaria propagandística del régimen de Mubarak, y los funcionarios reemplazados se mantienen como consultores.

"Son las mismas personas, los mismos editores, la misma mentalidad", señaló.

La corrupción y el amiguismo se mantienen junto con otros métodos de Mubarak. Los periodistas que no están acostumbrados a buscar información en el terreno, prefieren esperar los comunicados de prensa oficiales o cortar y pegar información de otras fuentes. Los que elogiaron al régimen con descaro ahora adulan a los gobernantes militares, según analistas.

"El único cambio significativo es que ahora hay integrantes de la oposición en la televisión estatal, en especial la Hermandad Musulmana y salafistas", secta islámica ultraconservadora, señaló Amin.

Pero las nuevas medidas "se parecen más a un mensaje de Mubarak que dice ‘yo o el caos’, y hay mucho de esto último. Puede ser una forma de asustar a la población para que abandone la revolución", añadió.

La restitución del Ministerio de Información por el gobierno militar de transición preocupa a organizaciones de derechos humanos, que alertaron que todo lo que se publique sobre el ejército o altos oficiales debe contar con la aprobación del directorio de inteligencia y asuntos de moral.

Periodistas y blogueros que desoyeron la advertencia fueron hostigados y detenidos.

"El control del gobierno es peor que cuando estaba Mubarak", se lamentó Amin. "Antes no revisaban nuestros textos. Ahora hay mucho control. Todo tiene que pasar por el ejército", añadió.

La presión externa no hizo más que enlentecer el ritmo de las reformas, aseguró Abdulla, quien subrayó las dificultades de realizar cambios a las instituciones que mantuvieron a Mubarak durante 30 años. Los periodistas necesitan instrucciones y capacitación. Pero sobre todo, tienen que reconocer su papel.

"No se trata de medios estatales, sino públicos", remarcó. "Se financian con el dinero de los ciudadanos y se supone que deben servirlos a ellos, no al régimen".

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