Incluso antes de ser contratado como portavoz de Wikileaks en julio de 2010, el periodista Kristinn Hrafnsson, 49 años, percibió que la nueva red que despuntaba tenía el poder de provocar transformaciones con el simple acto de informar a la sociedad, empezando por su propio país, Islandia.
Fue en 2009, mientras Hrafnsson y otros periodistas islandeses sentían el bloqueo a su intento de obtener y divulgar noticias sobre los "banksters" (gánsteres bancarios) y el colapso económico provocado en el sector, cuando recibió la primera comunicación de esta organización mediática trasnacional sin fines de lucro, cuyo propósito es hacer públicos documentos confidenciales de empresas y gobiernos.
Wikileaks y su principal figura y fundador, el australiano Julian Assange, divulgaron entonces una lista de todos los involucrados en el escándalo de los bancos islandeses, "un tremendo esquema de fraude", recuerda Hrafnsson.
"Se produjo un despertar de los periodistas de Islandia, y nadie dudó de la importancia de lo que estaba haciendo Wikileaks", dice.
Esa certeza lo mantiene hasta hoy al frente de la tarea de publicitar el "fenómeno Wikileaks" en distintos países en los que la organización va forjando alianzas, mientras Assange permanece en prisión domiciliaria en Gran Bretaña, a la espera del resultado de un proceso de extradición solicitada por Suecia para juzgarlo por acusaciones de agresión sexual y violación.
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Para Hrafnsson, más allá del impacto inicial de algunas revelaciones, los efectos reales de Wikileaks sólo se podrán evaluar dentro de algunos años. Eso fue lo que dijo a IPS a su paso por Brasil, donde participó del Sexto Congreso Internacional de Periodismo Investigativo, celebrado del 30 de junio al 2 de julio en la sureña ciudad de São Paulo por la Asociación Brasileña de Periodismo Investigativo.
Allí Hrafnsson anunció la divulgación de casi 3.000 documentos de la diplomacia estadounidense referentes a este país. Entre ellos, 63 despachos del Departamento de Estado (cancillería) dirigidos a sus diplomáticos destacados en Brasil, y 2.919 telegramas enviados a Washington entre 2002 y 2010 procedentes de la embajada en Brasilia y de los consulados en São Paulo, en la sudoriental Río de Janeiro y en la nororiental Recife.
Publicados el lunes 11 de julio en el sitio de Wikileaks y desde junio en el portal de su asociada en Brasil, la agencia de periodismo investigativo Pública, estos documentos forman parte del paquete de 251.287 cables estadounidenses filtrados que Wikileaks empezó a divulgar el 28 de noviembre del año pasado.
Wikileaks "desafió a los medios tradicionales e hizo más audaces a los periodistas, que volvieron a hacer preguntas difíciles", dijo Hrafnsson en su exposición. Por primera vez en muchos años distintos medios de comunicación trabajaron en forma colaborativa, recibiendo y retransmitiendo las noticias. Ya hay más de 70 medios analizando estos documentos, dijo.
Terminada su presentación, Hrafnsson respondió estas preguntas de IPS:
IPS: ¿Cómo medir el impacto de la divulgación de documentos confidenciales en distintos países?
KRISTINN HRAFNSSON: Siempre supe que el material que tenía entre manos causaría un gran efecto. Era difícil decir de qué tipo, cómo se materializaría, pero fue extremadamente importante ver que la información que lanzamos tuvo una repercusión dramática en lo que estaba pasando en Medio Oriente con la Primavera Árabe.
Cuando el material se hizo sentir en Túnez a inicios de diciembre, el presidente de ese país (Zine El Abidine Ben Ali) comandaba (desde 1987) un régimen muy corrupto. Eso no era sorpresa para nadie en Túnez, ya estaban indignados con la ausencia de libertad y los problemas económicos, mientras el régimen corrupto vivía en el lujo.
Pero el alcance de esa corrupción y del nepotismo expuesto en los cables alimentó todavía más al público y le dio coraje para salir a la calle. Y también causó impacto, en mi opinión, porque (los ciudadanos) lo advirtieron en la perspectiva ajena, en un informe detallado enviado por el Departamento de Estado. "¡Entonces ellos saben qué tipo de dictador tenemos! ¡Y aun así lo financian!", pensaron.
Lo mismo se aplica a Hosni Mubarak (1981-2011) en Egipto, acusado de ordenar torturas en las prisiones de su país.
No es que Wikileaks provocó la revolución de Túnez, lejos de eso. Lo que la provocó fue el acto de un universitario que se prendió fuego como protesta y murió el 4 de enero. Diez días después cayó el gobierno.
Pero existe otro hecho: cuando esta gente se unió, dejó de sentir miedo. Se organizaron en redes sociales, fue la primera revolución por Internet. Y eso se propagó a Egipto, Yemen y Siria. Por tanto, vemos resultados en todos esos lugares. Es frecuente que se los subestime, pese a que son tan importantes como la caída del Muro de Berlín. Estamos presenciando un cambio fundamental en el mundo árabe.
Y no son los fundamentalistas islámicos los que lo están promoviendo, ni los comunistas. No tiene nada que ver con las ideologías a las que todos temían. Tiene que ver con los derechos fundamentales básicos de libertad, es por eso que la gente está luchando. Quieren bienestar económico, una parte de la riqueza del país, y libertad de expresión, de reunión. ¡Quieren democracia!
IPS: ¿De algún modo Wikileaks les proporcionó apoyo para que perseveraran en sus revoluciones?
KH: Absolutamente. También lo vimos en Egipto cuando Estados Unidos quiso intervenir en sus asuntos internos. El entonces presidente Mubarak estaba en situación muy delicada y Estados Unidos presionó para la selección de un sustituto. Nosotros publicamos un comunicado afirmando que se trataba del mismo engranaje de control del país.
IPS: ¿Cómo se da la participación de Wikileaks en este proceso de cambios?
KH: Sobre todo mediante el concepto general de dar a la gente información a la que tiene derecho, los registros históricos, lo que es esencial. Estamos desmitificando los procedimientos diplomáticos. Y estamos dando detalles de una guerra que se lleva a cabo en secreto.
Hasta ahora, lo único que conseguíamos arrancar de estas guerras era un periodismo apático. Ahora es diferente. Estamos alentando un nuevo ideal.
Espero que beneficiar a la gente de esa región, como de otras, pueda generar cambios. No puedo dar ejemplos individuales, es difícil establecer una relación de causa-consecuencia. No voy tan lejos.
Pero, de un modo general, los efectos se ven: cambian los sentimientos, la manera de percibir los hechos. Y, de muchos modos, sólo vamos a tener una idea de este impacto dentro de algunos años, cuando nos demos cuenta de lo que nos proporcionó Wikileaks.
Es más fácil sentirlo que colocarlo con exactitud en blanco y negro.