Una mesa para 9.000 millones

Mientras la carestía de los alimentos es prioridad en la agenda de las reuniones anuales de primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), algunos analistas ya se preguntan cómo haremos en 2050 para dar de comer a una población mundial de 8.900 millones.

Alrededor de 35 por ciento de los granos del mundo se destinan a alimentar al ganado. Crédito: ILRI/Creative Commons
Alrededor de 35 por ciento de los granos del mundo se destinan a alimentar al ganado. Crédito: ILRI/Creative Commons
La mayoría de esas personas viven en países en desarrollo.

"Son más las personas pobres que sufren y más las que podrían caer en la pobreza debido al alza y la volatilidad de los precios de los alimentos", dijo este jueves el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick.

Solamente desde junio, 44 millones de personas ya fueron empujadas hacia la pobreza debido a la carestía de los alimentos, agregó.

"Debemos dar prioridad a los alimentos y proteger a los pobres y vulnerables, que gastan la mayor parte de su dinero en alimentos", enfatizó Zoellick.
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Aunque en esta ocasión el jerarca señaló a la carestía de los alimentos como "la mayor amenaza a los pobres en todo el mundo", la escasez mundial de alimentos no es todavía un problema para la población mundial, que se espera supere los 7.000 millones este año.

Pero varios analistas advierten que la demanda de alimentos, originada no sólo porque hay más bocas que alimentar sino también por el aumento de los ingresos en las economías emergentes, superarán a la producción agrícola en las próximas décadas.

"La comida no escasea en el mundo de hoy", dijo Hafez Ghanem, director general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a cargo del Departamento de Desarrollo Económico y Social.

Sin embargo, "la demanda general está creciendo alrededor de dos por ciento, mientras que los rendimientos crecen uno por ciento", agregó.

De realizarse una proyección hacia 2050, "cuando la población mundial habrá aumentado en alrededor de 3.000 millones de personas, lo que implica que la demanda de alimentos será 70 por ciento mayor que en la actualidad, esto se vuelve más problemático y la necesidad de hacer algo ahora resulta más obvia", continuó en un debate organizado la semana pasada por el Carnegie Endowment for International Peace.

La urgencia de "hacer algo" se intensifica especialmente en el mundo en desarrollo, donde entre 30 y 80 por ciento de los ingresos se gastan en alimentos, lo que pone de relieve la extrema vulnerabilidad a los precios altos. Allí vive la mayor parte de los 2.000 millones de desnutridos y 1.000 millones de hambrientos de hoy. Y también allí la inseguridad alimentaria es moneda corriente. Los analistas pronostican que, para 2050, en esas zonas habrán nacido entre 2.000 y 3.000 millones de personas más.

Al mismo tiempo, se prevé que muchas economías emergentes, como China e India, contarán con 1.000 millones más de habitantes cada una. Esto multiplicará la demanda de alimentos, según los expertos, porque las familias más pudientes tienden a consumir más proteínas, e incluso es necesario alimentar a esos animales que luego terminarán siendo su cena.

Ya en la actualidad, los especialistas estiman que alrededor de 35 por ciento de los granos del mundo se destinan a alimentar animales.

Además, la continuada urbanización de las próximas décadas apartará a la población del sector agrícola, lo que volverá más compleja la demanda de alimentos.

Para satisfacerla, los analistas estiman que la producción mundial de alimentos tendrá que duplicarse en los próximos 40 años.

Pero hay muchos escollos en el camino hacia 2050. Entre ellos, la creciente incidencia de fenómenos meteorológicos causados por el cambio climático que destruyen cultivos, el potencial de que haya menos agua para la agricultura a causa de una mayor demanda del líquido para beber, la falta de diversidad agrícola en algunos lugares, una mayor susceptibilidad a las pestes que devastan cultivos, y una cantidad limitada de tierra arable en el mundo, aparejada con una mayor conciencia sobre los problemas que conlleva la deforestación con fines agrícolas.

Según algunos expertos, también es una limitante la existencia de políticas gubernamentales que desincentivan las inversiones en la agricultura para el consumo, como objetivos de elaboración de biocombustibles que hacen que los cultivos no se destinen a la alimentación.

Otros elementos mencionados son aranceles y subsidios que favorecen la producción en las economías avanzadas, lo que desalienta a los países en desarrollo, que son los más vulnerables a la inseguridad alimentaria y a la carestía de los alimentos, de priorizar la agricultura en sus territorios.

Aunque no existen las soluciones rápidas, para impedir una catástrofe se necesita volver a priorizar la agricultura a fin de impulsar la producción alimentaria, sostienen los especialistas.

"Si se invierte lo suficiente, nos alcanzan los recursos para alimentar a todos en el mundo en 2050", dijo Ghanem.

Pero las cifras absolutas del suministro alimentario son apenas un aspecto de la nutrición de la población mundial. Una preocupación más acuciante que la producción es el consumo: cómo y qué clase de alimentos se distribuirán entre los futuros 9.000 millones de habitantes del mundo.

"Estamos hablando del plano mundial. Hay ciertas regiones que no podrán alimentarse a sí mismas en 2050, regiones con poblaciones enormes, como Asia meridional, Medio Oriente y el norte de África", planteó Ghanem.

En el mismo debate, Will Martin, investigador del Banco Mundial en temas de agricultura y desarrollo rural, señaló: "Pensar en el acceso de la gente a los alimentos y en la calidad de los alimentos que consume es más fundamental que pensar en la cantidad total disponible".

Incluso ahora, tanto las poblaciones con carencia como con exceso de alimentos resultan particularmente preocupantes, con sus efectos sobre la salud, como el raquitismo y la inanición por un lado y la diabetes y las enfermedades cardiacas por el otro.

Esto solamente enfatiza la importancia de las inversiones en investigación y desarrollo, con la esperanza de generar una "nueva revolución verde", con cultivos fortificados con nutrientes y multiplicación de rendimientos a mediados de este siglo, insisten los optimistas expertos en tecnología.

De todos modos, tan o más imperativa resulta la necesidad de volver más igualitaria la distribución de los alimentos, con un comercio que favorezca a los pobres y un fortalecimiento de las redes de seguridad social, así como repensar las prácticas de asistencia alimentaria de los donantes y aumentar los vínculos Sur-Sur.

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