En un gesto percibido como una señal importante de que la cuestión de género tendrá peso durante su gobierno, la presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff, prepara un gabinete con un tercio de mujeres.
Rousseff, que el 1 de enero se convertirá en la primera mujer en asumir la Presidencia de la potencia latinoamericana, anunció su plan de aumentar la presencia femenina en su tren ministerial al equipo que conduce la transición con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
La presidenta electa fue ministra y una de las principales colaboradoras de Lula en sus ocho años en el poder y ambos pertenecen al Partido de los Trabajadores (PT).
"Sería un gesto muy importante que por primera vez una presidenta mujer se preocupe con cuestiones de mujeres", dijo a IPS Teresa Sacchet, del Núcleo de Investigación de Políticas Públicas de la Universidad de Sao Paulo.
"Tengo esperanzas de que el gobierno dé un salto en la cuestión de género. Que tenga una mayor preocupación por la desigualdad de género así como de otras, como la desigualdad social", agregó.
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De los 24 ministros de Lula, apenas tres son mujeres, pese a que se considera que durante sus dos gobiernos hubo avances en la promulgación de leyes y políticas de género.
Sin embargo, las mujeres fueron protagonistas de las pasadas elecciones de octubre y no sólo porque integraban 51,7 por ciento del electorado. En la primera vuelta electoral, el día 3, dos candidatas obtuvieron el primer y tercer lugar: Rousseff, con 47 por ciento de los votos, y Marina Silva, del Partido Verde, con casi 20 por ciento.
Por eso para Sacchet, doctora en ciencias políticas de la británica Universidad de Essex, que Rousseff tenga 30 por ciento de mujeres como ministras, tiene "una gran importancia simbólica", entre otras razones porque estimulará a otras a participar en política.
"El gesto de Dilma —como todos llaman a la presidenta electa— de poner mujeres en los ministerios es muy importante porque Brasil deja mucho que desear en materia de participación política de las mujeres y en los espacios de poder", consideró por su parte Beatriz Galli, de IPAS Brasil.
"La igualdad de género tiene que comenzar por la participación de mujeres en el alto escalón del gobierno", dijo a IPS la consultora de IPAS, una red mundial que promueve los derechos a la salud sexual de las mujeres y que también se ocupa de la poca participación femenina en cargos de poder, en el sector público y privado.
El problema, aseguran medios de comunicación locales, es la dificultad del equipo de transición de encontrar el porcentaje femenino requerido para integrar el gabinete.
Muchas de las contactadas para diferentes puestos son diputadas y los partidos de la coalación gubernamental no quieren que abandonen sus bancas para no debilitar su presencia en el bicameral Congreso legislativo.
Pero los verdaderos antecedentes del problema nacen de los propios partidos políticos. La ley electoral de Brasil les exige una cuota de género de 30 por ciento entre sus candidatos, pero el cupo está lejos de cumplirse, aunque algo se avanzó los últimos 15 años.
En 1994, antes de la implementación de la cuota, según recuerda Sacchet, las mujeres representaban 6,4 por ciento de las candidaturas para diputados federales y 7,3 por ciento para los estaduales. En octubre sumaron 12,9 y 14,5 por ciento, respectivamente.
En comparación con los otros dos países latinoamericanos gobernados por presidentas la desproporción es mayor.
En Costa Rica, las mujeres suman 38,6 por ciento de las bancas parlamentarias y en Argentina 38,5, lo que coloca a esos países en los puestos 11 y 12 del mundo en cuanto a participación femenina, según la Unión Interparlamentaria Mundial, que pone a Brasil en el puesto 106, entre 136.
Los directivos de los partidos aducen dificultades para cumplir la cuota, que en el caso brasileño es prácticamente voluntaria, y entre otros argumentos citan la escasez de mujeres en la actividad política.
Sacchet investigó el tema y tiene otras explicaciones. Considera que el bajo índice de representación se debe a obstáculos institucionales y políticos que dificultan su participación en pie de igualdad con los hombres y no a prejuicios del electorado.
La investigadora dice que, para empezar, la propia estructura partidista dificulta el acceso a las mujeres. Algunos partidos le argumentaron, por ejemplo, que los horarios de las reuniones no favorecen la participación de las mujeres.
Por otro lado, las candidatas no tienen en general apoyo político de la "maquinaria" del partido, ni ayuda financiera. El estudio de Sacchet señala que en las campañas electorales las mujeres gastan 40 por ciento menos que los hombres y "en Brasil hay una relación estrecha entre gastos de financiamiento electoral y chance de victoria".
"Como las mujeres tienen menos posibilidades financieras les es más difícil ser reelectas. Si no se les dan oportunidades reales de participar en igualdad de condiciones con los hombres será difícil que sean electas, y que aumenten proporcionalmente los cargos electivos con mujeres", consideró.
Por eso, para la cientista política un cambio del sistema electoral podría aportar soluciones.
Brasil tiene un sistema de representación proporcional con listas abiertas, lo que para la académica acarrea varios problemas, como que "favorece la individualización de las campañas y el gasto exacerbado de recursos financieros entre los candidatos que compiten entre sí".
Agrega que en Argentina, donde el sistema es de lista cerrada, la representación parlamentaria femenina se favorece, además de que el incumplimiento de las cuotas conlleva sanciones.
La comprobación del problema, según Sacchet, se ve en la comparación de los resultados de octubre y de cuatro años atrás.
En 2006 hubo 13 por ciento de candidaturas de mujeres a los legislativos y en 2010 subió a 22 por ciento. Pero esto no se reflejó en los resultados. "A pesar de tener casi el doble de candidatas que en 2006, en esta nueva legislatura perdimos a una mujer", detalló.
En el Congreso brasileño saliente había 45 diputadas y en el nuevo serán 44, precisó.